Plaza de Gipuzkoa

Los bancos

Guille Viglione

San Sebastián

Domingo, 4 de junio 2023, 06:38

Comparte las aceras con nosotros gente inquietante, capaz de sentarse en un banco y pasar las horas observando cómo discurre la vida, sin necesidad de ... gastar ni de comprar nada. Punto de encuentro de adolescentes, oasis para ancianos que descansan las varices, los bancos públicos parecen inofensivos cuando los ocupa gente en edad improductiva.

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En cambio, pocas cosas hay más sospechosas que un cuarentón solitario sentado en un banco. O es espía o es poeta o, peor aún, le faltan unos euros para sentarse en un café. Si cruzan la mirada con él, las señoras clavan sus dedos en los bolsos y las madres aprietan con fuerza las manos de sus niños.

Un banco es un lugar donde la gente se abre a cualquiera dispuesto a escuchar. Hice roce, antes del virus, con un anciano al que, cada mañana, su hija aparcaba en un banco, a una manzana de la franquicia en la que trabajaba. Se sentaba y su memoria maltrecha reverdecía y le transportaba a un banco idéntico de la Castilla vaciada. Desde allí me contaba como, de niños, pescaban truchas a mano y cazaban pájaros con liga. Aventuras que la emigración truncó y que nunca confesó a sus nietos. No sé más. Quizá volvió.

Los bancos están en crisis y, a estos, no hay quien los rescate. Desaparecen de las grandes ciudades para evitar que hagan competencia desleal a las terrazas. Amo mi ciudad, entre otras razones, porque cuida, limpia y mantiene sus bancos como vestigio de una época simple y calmada. Hay quien, a eso, lo llama calidad de vida.

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