Alaia y Urki prefieren leer el periódico a ver la televisión
Visitamos a una familia de Irura para conocer cómo es la vida cotidiana con dos niños cuyo cerebro funciona a otra velocidad y con otros estímulos
Toc, toc. Se abre la puerta y aparecen Leire, Alaia y Urki. Los tres saludan con educación e invitan a los dos forasteros al interior de su hogar. La primera es la madre y le acompañan sus dos hijos, con altas capacidades, dos de los poco más de 200 que hay detectados en Gipuzkoa. Ellos, vecinos de Irura, tienen 12 y 11 años, coeficientes intelectuales de 160 y 120 respectivamente (a partir de 130 eres superdotado), y una historia que contar. Una historia que se explica desde muchas aristas. Desde las preguntas sin respuesta de los primeros años de sus vidas hasta la realidad más llevadera de hoy en día. Parece evidente que la sociedad madura con esfuerzo, pero aún hay fallas por las que se cuela la incomprensión. ¿Por qué mi niña no habla? ¿Por qué se aburre en clase? ¿Cómo podemos extraerle todo su potencial? ¿Por qué están mal vistos los superdotados? ¿Qué le puede motivar? Inquietudes que sus padres tuvieron y trataron de descifrar, y que les llevó tiempo. Tiempo, sudor y lágrimas. Bastantes lágrimas.
Tras una breve sesión de fotos en varios puntos clave de la casa, se sientan en la mesa central de la sala. Se ponen a hablar. Queremos conocer cómo piensa esta familia. Qué siente. Alaia toma la palabra -lo hará con frecuencia-. Se expresa con una suficiencia pasmosa para su edad, mueve las manos con soltura, domina la escena y cuando tiene que intervenir lo hace para aportar detalles que subraya con vehemencia. Alaia tiene genio e ingenio.
Alaia y Urki tienen coeficientes intelectuales de 160 y 120 respectivamente. A partir de 130 eres superdotado
En primer lugar, no le gusta la televisión. Pero no se limita a exponerlo. Lo razona con los siguientes argumentos: «Hay muchísimas cosas que me gustan más que ver la televisión. Por ejemplo, leer el periódico. 'Al Día' y 'V' son mis secciones favoritas del DV. En la tele no hay cosas interesantes, son todo series que no me gustan. Y son programas como 'Sálvame', 'Gran Hermano' u 'Operación Triunfo', que parece interesante pero es demasiado largo. ¿El cine? Me reí mucho con 'Johnny English' y me gusta 'Quiero ser como Beckham'. Pero la mayoría son de amor y eso...». Eso le gusta menos.
Se le dan bien los idiomas (habla euskera, castellano, francés e inglés, donde ya tiene el certificado 'Advanced'). Se le dan bien las matemáticas. O la literatura. La gimnasia, en cambio, se le da peor. Le encantan los Kahoot! (cuestionarios de evaluación), habla maravillas del Quora (una red social de preguntas y respuestas) y le gusta viajar. Le encantan las tirolinas de Larraitz o visitar Eureka! (Museo de la Ciencia de Miramón). Salvo reguetón y trap, escucha de todo. Con la que se viene arriba es con la de Coldplay. Los dos tienen teléfono móvil y Alaia tiene también WhatsApp, Instagram, TikTok...
Los golpes de la vida
A su vera se sitúa su madre, que escucha concentrada las respuestas de su hija. Se ríe con frecuencia, se ve que disfruta con el momento pero la vida le ha dado golpes y lo cuenta con tanta naturalidad como crudeza: «El caso de Alaia es un tanto original, porque no empezó a hablar hasta que tenía casi 4 años. La llevábamos al neurólogo y, en principio, la trataban como un trastorno del espectro autista. En el colegio tenía su profesora de apoyo y nos fuimos mentalizando de que tendríamos que convivir con una especie de minusvalía. Pero quisimos recabar otra opinión y el segundo neurólogo nos dijo que nuestra niña era muy inteligente, que no hablaba porque no quería. Habíamos sufrido un error de diagnóstico. Te puedes imaginar la llorera...».
«Hay muchísimas cosas que me gustan más que ver la televisión. Por ejemplo, leer el periódico»
alaia, hija de leire
Lágrimas por el tiempo perdido. Por el sufrimiento experimentado. Les recomendaron que fuera a un logopeda. Y la oscuridad se tornó en luz: «Empezó en julio y en septiembre ya hablaba perfectamente en euskera y castellano. Cuando se reincorporó al colegio, con apenas cuatro años, la profesora se dio cuenta de que ya hablaba. Y también leía. Cuando los demás niños aún empezaban con las letras».
De no abrir la boca a corregir a compañeros y profesores no pasó mucho tiempo. Y tampoco pasó mucho tiempo hasta que empezaron los problemas. Nuevos problemas. El peor tiene nombre. Bullying: «En el anterior colegio las altas capacidades eran un problema. Pero en 2015 nos trasladamos a San Luis Lasalle, en Bidebieta (Donostia), y ahí son todo ventajas porque está con otras niñas como ella». Son 35 en una clase que tiene otra forma de trabajar. Tal y como resume Leire, «ni mejor ni peor. Más efectiva».
«Alaia no empezó a hablar hasta que tenía casi 4 años. La llevamos al neurólogo y, en principio, la trataban como un trastorno del espectro autista»
leire, madre de alaia e urki
¿Tiene el sistema educativo respuestas para estimular a estos alumnos con altas capacidades? Desde el punto de vista de Leire, «no pero todo cambió cuando leíamos una entrevista en 'El Diario Vasco' con el doctor Javier Berché. Hablé con él, nos fuimos a Barcelona para hacer unas pruebas y...». Y las cosas empezaron a cambiar. Para bien. «Y eso que hay que tener muchísima paciencia porque hay que argumentarles todo», describe.
De cara al Bachillerato Alaia ya empieza a soñar con otras latitudes: «Hay un hombre muy, muy, muy rico que da becas a 600 estudiantes de España. El primer año sería en Estados Unidos o Canadá y sería una buena oportunidad». Y confiesa que ya tiene ganas de ponerse a trabajar, ganar su dinero, ahorrar... Mentalidad de persona mayor en una niña de 12 años.
El caso de Urki, más fácil
Al otro lado de la mesa lleva un tiempo sentado Urki, de 11 años, también con altas capacidades (destaca en memoria y concentración), que escucha los discursos de su hermana y su madre en silencio y que es un gran aficionado de la Real. Su caso fue más llevadero para la familia, porque la experiencia previa de Alaia les sirvió para caminar sobre seguro: «Es verdad que Urki continuó un par de años más en Irura pero cuando no estaba haciendo nada, le movimos también a San Luis Lasalle. Y está feliz porque le han permitido participar en un abanico de actividades interesantes».
«Es muy importante que se les detecte a estos niños, pero no sirve de nada si no se va a trabajar con ellos»
leire, madre de alaia y urki
A modo de reflexión final, Leire toma aire y ordena las ideas: «Si un niño es bueno en deportes, la gente te dice 'qué suerte'. O si le gusta la música, le aceptan en cualquier sitio sin necesidad de presentar ningún certificado. Con los que tienen altas capacidades no sucede lo mismo. Y, además, mucha gente da por hecho que lo van a tener muy fácil en el trabajo y en la vida cuando la realidad es que se lo van a tener que currar, como todo el mundo. Yo pediría que la sociedad respete a todos por igual, al que destaca en baloncesto como al que tiene altas capacidades. Tienen necesidades diferentes pero tienen necesidades. Y hay que cubrirlas. Es muy importante que se les detecte a estos niños, pero no sirve de nada si no se va a trabajar con ellos».
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