Identidad

Adriel ahora sí se va a reconocer en su nuevo DNI

Esta norma, que va a tener un impacto muy limitado en Euskadi, permite a las personas transexuales cambiar su sexo legal sin someterse a condiciones médicas. A los mayores de 16 años ni siquiera se les pide requisito alguno, los menores de entre 14 y 16 años necesitan el consentimiento de sus padres, y quienes tienen entre 12 y 14 años, el aval judicial. A Adriel le va a bastar con acudir al registro civil junto a su padre y madre para cambiar de una vez por todas su nombre en el DNI, que ahora lo guarda su ama porque «él no lo quiere ni ver. No se siente representado con la información sobre él que recoge el documento», aclara Julia. Hoy mismo irá a informarse sobre el procedimiento. A pesar de los «avances» que supone esta nueva ley, desde la sentencia del Tribunal Constitucional del 18 de julio de 2019 que permitió a un menor de 14 años cambiar además del nombre la mención de sexo, en Euskadi «los juzgados estaban concediendo también el cambio de la mención de sexo a menores que demostraran suficiente madurez y situación estable de transexualidad», explican desde la asociación de familias de menores transexuales de Euskadi y Navarra, Naizen.

Esto se demostraba «gracias a la documentación transitoria del Gobierno Vasco», que «permite cambiar toda la documentación dependiente de la administración autonómica», como la tarjeta de Osakidetza, las listas de educación o el carné del polideportivo. De ahí que la nueva ley vaya a beneficiar a «un grupo reducido de personas» en el País Vasco. A fin de cuentas, hasta ahora se dejaba a interpretación de la justicia el permiso para cambiar el nombre en el registro civil y, en muchos casos, aseguran desde Naizen, lo concedían.

A Adriel, el cambio de sexo legal le ha cogido entre una ley y otra. Su historia se remonta a cuando era pequeño, en la escuela. «Siempre le ha costado bastante abrirse a los demás», pero sus padres nunca le dieron mucha importancia. A los 11 años, cuando le empezó a salir el pecho, no quería quitarse la camiseta en la playa. «Nosotros le obligábamos. Pero entonces se tapaba el pecho con los brazos mientras gritaba 'dejadme en paz, me tengo que acostumbrar'», recuerda su madre, que echando la vista atrás percibe «cosas que antes no veía». A los 12 años, cuando le bajó la regla, su situación emocional empeoró. «Lloraba cada mes. El pediatra intentaba convencerle de que tener la menstruación era buena señal, que significaba que estaba sana». Pero Adriel «lo llevaba fatal». «'Yo no quiero esto. No voy a tener hijos nunca'», decía una y otra vez.

En ese momento, sus padres no entendían nada. Fue durante la pandemia cuando empezaron a comprender lo que le estaba pasando a Adriel. En pleno confinamiento, el joven, que en ese momento tenía 13 años, pidió a su madre que le cortara el pelo bien cortito. Y al poco le dijo a su hermano mayor, de 21 años, que quería ir a clase con una sudadera suya, «de chico. Se la dejó y se fue muy contento», apunta Julia. «Poco a poco empezó a interesarse en la ropa de chico» y ante las reacciones de sorpresa de su madre, defendía que «la ropa no entiende de genero».

Fue en 2021 cuando todo empezó a cobrar sentido para sus padres, que en ningún momento se imaginaron que su hija era transexual. De repente, dejó de querer ir al cole. Tanto Julia como su marido se temieron que Adriel, que en ese momento todavía usaba su nombre femenino, fuera víctima de bullying. No era eso lo que ocurría. «No se sentía a gusto con su cuerpo de chica y no quería salir a la calle. Pero nosotros no lo sabíamos», reflexiona Julia. Pensaron que podía ser lesbiana. Una noche quiso acompañar a su ama a pasear al perro. Le había avisado de antemano que «tenía algo que decir». Ella le preguntó si lo que deseaba contarle era que le gustaban las chicas. La respuesta le cogió por sorpresa. «No, soy un chico», aseguró. Julia se echó a llorar. No sabía cómo reaccionar y Adriel, inmediatamente, «reculó. Se echó para atrás al ver mi reacción».

Pasaron varios meses hasta que en casa empezaron a tratarle de chico. Fue muy duro. Adriel entró en una depresión de la que afortunadamente ya se está recuperando. Desde Naizen les han ayudado «mucho». El primer paso fue pedir ayuda psiquiátrica, tras «muchas noches de llanto desgarrador». En consulta enseguida dijo que era chico y que quería que le trataran como tal. Y en cuanto llegó ese mensaje a su familia, tanto sus padres como su hermano cambiaron su terminología. «Y de repente floreció». Y junto a él, también su familia. «Nosotros solo queremos que sea feliz. Con eso, estamos contentos».