Maria Luisa Ruiz de Arana

«Abrimos el champán y nos dio esperanza de volver a Euskadi»

Huyó de Donostia por la guerra y de joven se exilió a París

Ander Balanzategi

San Sebastián

Domingo, 16 de noviembre 2025, 00:12

La muerte del dictador le sorprendió en París. «Nos juntamos varios euskaldunes y abrimos el champán. La muerte de Franco nos dio esperanza, teníamos muchas ganas de volver». A sus 91 años Maria Luisa Ruiz Arana recuerda perfectamente aquel momento, un capítulo clave en una vida de película. La Guerra Civil estalló cuando apenas tenía 20 meses de vida y le obligó a escapar. Bilbao, Santander, Francia y Cataluña antes de volver a Gipuzkoa. Apenas dos años en los que perdió a su madre, robaron a su hermano, su padre fue detenido, un tío murió en el frente y la tía de su madre fue asesinada en el bombardeo de Durango. Ya en su juventud, la lucha antifranquista le obligó a exiliarse a París y a volver tras la Ley de Amnistía. 50 años después de la muerte del dictador, recuerda una vida de lucha.

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Nació en el barrio donostiarra de Altza y lo tuvo que abandonar cuando todavía no había cumplido los dos años. «La ama estaba embarazada de mi hermano y el aita era anarquista, se quedó a defender la cuidad», relata en euskera en su casa de Eibar acompañada de varias fotos que escenifican una niñez marcada por la guerra. «Todo me lo ha contado mi familia, yo no era consciente», matiza. Y continúa: «era muchísima la gente que iba hacia Bilbao. Nosotras íbamos con la tía Eugenia, a su marido lo mataron en el frente». Ya en la capital vizcaína nació su hermano, Alfredo. «Lo llevamos a bautizar a Durango, donde la ama tenía una tía monja. Ella murió más tarde cuando bombardearon el convento», cuenta.

Santander fue para Maria Luisa, Alfredo y su ama, la vía de escape a la guerra, como lo fue para miles de niños vascos. «El aita vino a buscarnos y nos llevó al barco. Él decía que era el último que salía. Presionó y logró que nos metieran en el camarote del capitán, el único lugar en el que quedaba sitio», explica. Desembarcaron en Francia en un lugar del que «no me acuerdo» y, tras hacer un tiempo allí, se trasladaron a Cataluña, a Blanes, zona que todavía no había pasado a manos de los nacionales. «La ama envió una carta a la familia de Azkoitia para avisarles de que los tres cogeríamos un tren y volveríamos a Donostia», pero, «al final, solo volví yo».

La ama de Maria Luisa falleció en Blanes de tuberculosis y unas mujeres donostiarras se hicieron cargo de ella y de su hermano para que pudiesen volver a Gipuzkoa. «Una señora nos dijo que cuidaría de Alfredo mientras nosotras sacábamos los billetes y se lo llevó. Nunca supe nada más. Lo robaron», lamenta con tristeza. Cuando llegué en el tren me recogió mi tío Joxe. «Llegué llena de piojos y con la tripa hinchadísima». Señal del hambre. Habían pasado dos años desde su salida de Donostia.

Maria Luisa pasó los años de su juventud entre Donostia, Azkoitia y, finalmente, Eibar. En la ciudad armera fue secretaria de Cáritas. «Yo veía las necesidades de la gente y en la ciudad había un importante ambiente de contestación contra Franco, tanto en lo cultural como en lo deportivo», recuerda. Confiesa que era muy creyente y destaca que en la iglesia, con algunos curas, «también había un fuerte sentimiento de lucha». «Un amigo me dijo que también tenía que echar una mano a quienes luchaban por el euskera», señala. Y así, Maria Luisa, comenzó a colaborar con la ETA antifranquista.

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Marcha a París

«Mario Onaindía me dijo que unos chicos necesitaban una casa y les metí aquí», relata en su salón. Entre 1966 y 1967 por allí pasaron históricos como Txabi Etxebarrieta -muerto poco después por disparos de la Guardia Civil- o Jokin Gorostidi. «La plana mayor pasó por aquí. Imprimíamos revistas, falsificábamos carnés...», explica. «Yo creía que teníamos que luchar, pero no con las armas. Solíamos tener esas discusiones», rememora. Su nombre también apareció en los sumarios del proceso de Burgos, junto al de su pareja, Jon Etxabe. Cuando la policía fue a buscarla, se escondió en la iglesia de Eibar y después se marchó a París, donde permaneció casi ocho años.

Maria Luisa cumple años el 18 de noviembre y aquel 1975 guardaba una botella de champán para conmemorar ese día. La fiesta se tuvo que retrasar y al final la acabó abriendo el día 20 para celebrar con otros vascos exiliados la muerte de Franco. «Teníamos muchas ganas de volver», cuenta. Aunque no les llegaba mucha información, siempre leían los periódicos: «Así nos enteramos de que Felipe González había dado un mitin en Eibar». No volvió hasta que se firmó la ley de amnistía. «Y lo hice con un pasaporte firmado por Fraga Iribarne», recuerda entre risas.

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En París se hizo militante del EMK y lamenta que la muerte de Franco era «un momento majo para hacer algo, pero las cosas no salieron como quería la izquierda». Después terminó trabajando en una ikastola. «Quienes vivieron la guerra han guardado silencio y los jóvenes no saben lo que pasó. Se han conseguido bastantes cosas, pero esto que llaman democracia no es para tanto. Quizás alguna vez se logre algo mejor», reflexiona.

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