Dos semanas sin tacto ni contacto
24 horas con Maddalen Iriarte ·
La candidata de EH Bildu echa de menos los besos y abrazos de los simpatizantes en una campaña diferente en la que ha endurecido su discursoSon las 6.30 horas del martes y Maddalen Iriarte (Donostia, 1963) lleva ya media hora levantada. Ha madrugado más de lo normal. Tiene ... que estar a las 8.30 en San Sebastián para una entrevista y el trayecto desde su residencia en Durango no es corto. Durante la campaña, lo habitual es que a esta hora empiece a desperezarse. Mientras apura su frugal desayuno diario de café con leche de almendra y tostada integral, hojea los periódicos, escucha la radio y mira algo de televisión e internet para ver qué acogida han tenido sus intervenciones de la víspera y las de sus adversarios.
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Es uno de los gajes de la vida del político, y más aún en víspera de elecciones. Hay que estar pendiente de atinar con el mensaje, elegir las palabras y el tono adecuado y, ante todo, no meter la pata. El objetivo, que el público y los medios capten la idea como uno desea. La campaña electoral es una batalla que, salvo excepciones, no se gana por KO, sino a los puntos con diminutas victorias cada día.
La agenda del día
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06.30 Comienza el día. Iriarte madruga para desayunar tranquila, ponerse al día con la Prensa, la radio y la TV y preparar la jornada.
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08.30 Entrevistas. Lo habitual es que la primera obligación de cada día sea atender a una entrevista. Se concentra con pequeños paseos.
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10.00 Encuentros. A media mañana suele reunirse con algún colectivo social o económico, o con representantes políticos para intercambiar opiniones y experiencias. El martes no fue posible, pues tenía dos entrevistas que le ocuparon la mañana.
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12.00 Acto político. La hora de hacer campaña en la calle con algún acto en el que se lanza el mensaje del día. El martes fue el homenaje a Rosa Zarra en La Zurriola de Donostia.
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19.00 Mitin. Las obligaciones diarias se cierran con un mitin, como este del martes en Labastida.
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21.00 Llegada a casa. Tiempo justo para disfrutar de la cena y un par de horas con la familia y preparar la agenda del día siguiente antes de acostarse hacia las 23h.
Como es habitual, sale de casa sin despedirse de su marido ni de los cuatro hijos que aún viven en casa, de los cinco que tiene. Ellos pueden seguir durmiendo. Es una de las situaciones que más pesan. Son quince jornadas frenéticas en las que a lo más que aspira cada día es a llegar a tiempo para poder cenar en familia y disfrutar de un par de horas juntos antes de acostarse «sobre las once».
Mientras el chófer que la traslada a diario por todo Euskadi recorre la AP-8, la candidata a lehendakari de EH Bildu prepara la jornada junto a su asistente. Hoy toca doble entrevista. Una radio y una televisión. Ambas en Miramón. Aún así, estos compromisos le ocupan casi toda la mañana.
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Lo habitual es tener solo una entrevista a primera hora y reunirse a media mañana con algún colectivo social o económico. O en su defecto, con algún representante político para intercambiar opiniones y experiencias.
El cambio le permite disfrutar hoy de una hora 'extra' para trabajar más su intervención en el acto matutino del día, a las 12 en La Zurriola. Un homenaje a Rosa Zarra, fallecida hace 25 años a los pocos días de recibir un pelotazo de la Ertzaintza. Más allá de su contenido humano y político, es un acto muy especial para Iriarte, que conocía personalmente a la mujer, madre de una amiga suya.
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Admite que lo más duro es salir de casa antes de que se despierten su marido e hijos y poder verles solo un par de horas por la noche
Desayuna café con leche de almendra y tostada integral y come ensalada: «Otegi me recomendó comer ligero para aguantar la campaña»
Un periodista y un fotógrafo de DV le siguen los pasos para comprobar de primera mano cómo es una jornada en campaña para un candidato. Seguimiento no es acoso y ella agradece que le dejemos «su espacio y su tiempo» cuando lo necesita, como ahora.
Sentada ante una gran cristalera del edificio central del parque tecnológico, con vistas a las torres Arbide, desde la distancia se ve a Iriarte releyendo papeles y hablando por teléfono. Al rato se levanta y, como el estudiante que repasa la lección minutos antes del examen, deambula por la sala mirando al suelo, con pasos cortos y musitando su discurso.
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Costumbres de presentadora
Luego explica que mantiene algunas costumbres de sus años como presentadora de televisión. Entre ellas, la de revisar meticulosamente las palabras y la entonación del discurso. «Una buena arrancada es muy importante para captar la atención», remarca.
Ya en La Zurriola, junto a la Paloma de la Paz y tras el homenaje a Zarra, Iriarte se toma 15 minutos para disfrutar de un breve momento de relax. «Intento sacar un cuarto de hora cada día para relajar la mente», explica. El lugar acompaña y el día, también. Sol, gente en la playa, surfistas sobre las olas, olor a salitre, una suave brisa marina que atempera los 27º que marca el termómetro... No es su querida Ondarreta, la playa de su vida, donde «jugaba de niña, tuve mis primeros ligues, enseñé a nadar a mis hijos, y adonde vuelvo siempre que puedo», pero sigue siendo su Donostia natal.
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La relajación viene después de otro áspero discurso contra el lehendakari, candidato del PNV y principal rival el 12-J, Iñigo Urkullu. Iriarte, una de las caras más amables de EH Bildu, ha endurecido el tono en esta campaña, en la que por primera vez es la protagonista indiscutible. En 2016 fue candidata por la inhabilitación de Arnaldo Otegi, quien llevó 'de facto' la voz cantante. Un liderazgo que, admite, pone «más presión para mí y mi familia». Subraya por ejemplo que a sus hijos menores «aún se les hace raro ver la cara de la ama en autobuses o marquesinas».
Dejar atrás el tacto y la diplomacia parece ser una estrategia para captar la atención en una campaña atípica y más relajada por las medidas ante el coronavirus y el escaso interés que parece levantar en la población. Iriarte admite que las campañas «sirven para movilizar a tu gente; no sé si tanto para provocar cambios de voto».
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Lamenta que en muchas ocasiones el público se quede con los detalles nimios en lugar de con el fondo del asunto. Le pasaba en la televisión y le pasa en política. Recuerda que como periodista más de una vez le preguntaron por alguna chaqueta que llevaba ante las cámaras. Cuando tratando de saber cuál era preguntaba de qué trataba el programa de ese día, una respuesta habitual era «no sé, pero la chaqueta me encantó». O como cuando su madre le afeó hace dos años que se enterara de que aquel verano se iba de vacaciones a Tarragona por un reportaje publicado en este periódico.
A pesar de ello, la campaña obliga y hay que redoblar esfuerzos. Toca reponer fuerzas, e Iriarte se basta con una ensalada para comer. «Arnaldo me recomendó que en campaña hay que cuidarse y comer ligero para aguantar», revela.
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El mitin de la tarde es en Labastida. Como intenta hacer siempre, llega con tiempo para recorrer el pueblo e interesarse por las inquietudes de los vecinos. Con una llamativa mascarilla comprada en una tienda de producto artesanal local de Bilbao, saluda a quien se le acerca, recordando a más de uno que el Covid obliga a mantener las distancias. Reconoce que una de las partes más duras de esta campaña es «la falta de contacto con la gente, de abrazos y besos, o ver desde el escenario los mítines con aforo limitado y la gente separada». Admite que en más de una ocasión ha «acabado cediendo y sacándose algún selfi con alguno».
Lo mejor, que pudo llegar a tiempo para cenar en casa y disfrutar un rato de su familia.
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