La desinformación de la dana, «diseñada para confundir», erosionó la confianza en las instituciones
Un estudio analiza los bulos difundidos tras la catástrofe de Valencia y pide luchar contra la impunidad «que abre la puerta a discursos autoritaristas»
La publicación 'Bulos y barro. Cómo la DANA ejemplifica el problema de los desórdenes informativos', analiza en profundidad cómo circularon y se popularizaron decemas de noticias falsas durante la catástrofe meteorológica que asoló Valencia el año pasado. La obra, escrita por Germán Llorca, profesor de la Universitat Politècnica de València (UPV), y las profesoras Dafne Calvo y Lorena Cano, de la Universitat de València (UV), revela cómo la desinformación se propagó más rápido que las propias alertas oficiales en un contexto donde lo que más se requerían eran certezas.
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Los investigadores sostienen que la desinformación generada tras el desastre no constituyó un mero ruido de fondo. Al contrario, marcó la discusión pública, condicionó las expectativas que se tenían de la ayuda que recibieron los afectados y erosionó la confianza en las instituciones. La investigación subraya que los contextos de emergencia comunicativa ofrecen un caldo de cultivo ideal para viralizarse a la información falsa.
Anatomía de las mentiras
El estudio detalla la tipología y el alcance de los bulos que circularon en los días posteriores a la tragedia. El mito del aparcamiento de Bonaire, relativo a las cifras de víctimas y fallecidos, supuso el 20,3 % de todas las informaciones falsas difundidas. A pesar de los desmentidos emitidos por las autoridades, las fuerzas de seguridad del Estado y los verificadores de noticias, «pero llegó tarde y no tuvo el alcance deseado», señalan los autores.
Además de las manipulaciones en las cifras de víctimas, el 14,6 % de las falsas narrativas atacaban directamente a instituciones del Gobierno de España o a organismos esenciales como Cáritas y Cruz Roja, o entidades como la Unidad Militar de Emergencias (UME) o la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET). Estas campañas crearon en la ciudadanía una sensación de caos, lo que desgastó la credibilidad de la respuesta institucional.
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Otras narrativas apuntaron a teorías conspirativas, como aquellas que atribuían la dana a un ataque HAARP, o que la dimensión de las inundaciones se debió a la demolición de las presas de la época de Franco -un mito que, según los autores del estudio, muchos ciudadanos siguen creyendo-. «El daño de estos bulos resultó irreparable, pese a los esfuerzos de desmentido», explican.
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Los bulos recorren las redes sociales
El estudio de la desinformación de la dana indica la complejidad del actual ecosistema comunicativo. Las redes sociales, tanto abiertas como cerradas (X, Facebook, Instagram, TikTok, WhatsApp y Telegram), fueron el principal vehículo, canalizando alrededor del 50% de los bulos. Sin embargo, la responsabilidad no es exclusiva de las plataformas, ya que un 28% del total de noticias falsas «fueron producidos o amplificados en entornos periodísticos». El contexto actual, marcado por la tecnología, favorece una comunicación acelerada y superficial, lo que facilita prácticas sensacionalistas en la lucha por la atención.
La investigación señala que en el origen de esta desinformación se mezclan «perfiles anónimos, influencers sin formación periodística, que solo buscaban su cuota de atención, y de figuras mediáticas sin escrúpulos».
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Modelo de desinformación
Para ofrecer una explicación clara de por qué y cómo se instala el caos informativo, los autores proponen un marco interpretativo propio denominado Modelo Estándar de (Des)Información (MEDI). El profesor Llorca sostiene que el MEDI «busca las razones profundas que explican los desórdenes informativos, entre los que se encuentran los bulos».
Este modelo distingue tres esferas interconectadas:
-
1
La esfera pragmática, relacionada con los usuarios, quienes inmersos en «procesos de comunicación acelerados que en realidad no entienden, ceden, sin ser plenamente conscientes, sus datos personales», explica Germán Llorca
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2
La esfera económica, centrada en las empresas de comunicación que comercian con dichos datos y compiten por la atención de los usuarios
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3
La esfera estructural, «donde criticamos el control de la comunicación por parte de un reducido número de grandes corporaciones»
Impacto en la democracia
Los autores advierten sobre el impacto de la desinformación en la esfera política, ya que los bulos son mensajes emocionales que desplazan a los hechos en la explicación de la realidad. Esta característica los hace «diagonalistas», alcanzando a personas de distintos puntos del espectro ideológico «porque sus capacidades de análisis racional son superadas».
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El profesor Llorca afirma que, aunque no todos los desórdenes informativos son iguales, «la mayoría están diseñados para engañar, confundir, a la opinión pública». El riesgo fundamental reside en que, cuando se hace creer a la opinión pública que el sistema está corrupto, esta «queda preparada para creer mensajes autoritaristas». Llorca asegura que esta es «una estrategia para predisponer a la ciudadanía a que acepte e incluso pida una dictadura, lo cual beneficia, sobre todo, a los partidos de extrema derecha».
Regulación y responsabilidades
Las consecuencias de estos bulos fueron tangibles: una parte de la población que tomó decisiones vitales basadas en información falsa, trabas a la respuesta a la catástrofe de las Administraciones públicas y un desprestigio generalizado de las instituciones que todavía persiste.
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Frente a la impunidad del bulo, el profesor Germán Llorca subraya la necesidad de soluciones a nivel colectivo. A nivel individual, recomienda «la actitud crítica, pero a nivel colectivo». Llorca apuesta por una regulación más estricta: que esté castigado mentir deliberadamente, sea cual sea la plataforma desde la que se haga; exigir a las redes sociales que sean más transparentes en cómo gestionan sus algoritmos y que rindan cuenta de ellos cuando contribuyen a difundir información falsa o que atente contra los derechos humanos, además de exigir programas de alfabetización digital y comunicativa para toda la población.
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