Pedro Malagón: «Un concurso de acreedores no sirve para salvar a una empresa, hay que actuar antes»
El magistrado alerta de un repunte de estos procedimientos y sugiere a las compañías que no ignoren las primeras señales de alarma
Pedro José Malagón es titular del Juzgado de lo Mercantil nº1 de San Sebastián. El magistrado cordobés es una voz autorizada para hablar de procesos ... concursales de las empresas, ya que ha supervisado buena parte de los más relevantes que se han sucedido en nuestro territorio en los últimos años: Fagor Electrodomésticos, Real Sociedad, Muebles Xey... Malagón, que este jueves y viernes intervendrá en el Palacio Miramar en las 'Jornadas de Estudio de la Insolvencia en el País Vasco' organizadas por la EHU, es tajante: «El 99% de las empresas que entran en concurso acaban en liquidación, la clave es actuar antes». Experto en la materia y torrente comunicativo, con él la conversación avanza sola.
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–¿Cuál es la situación actual de los procesos concursales en Gipuzkoa?
–Desde hace unos tres años los concursos han aumentado de forma sostenida. En empresas, tras la pandemia hubo una caída de casos por las ayudas públicas y la suspensión temporal de la obligación de solicitar concurso, pero desde 2022–2023 la tendencia vuelve a ser ascendente. Además del concurso tradicional, hoy tiene gran peso el procedimiento de reestructuración, que busca acuerdos fuera del concurso.
–¿Estamos mejor que en la crisis de 2008?
–Sí, porque 2009-2011 fueron los peores años con diferencia. Aun así, ahora hay más concursos que hace dos o tres años.
–¿Qué peso tienen los concursos sin masa?
–Son aproximadamente la mitad. Son procedimientos muy breves –alrededor de un mes– porque la empresa llega sin bienes suficientes para atender a los acreedores.
–¿Cuánto suele durar un concurso?
–Los ordinarios, en teoría, deberían resolverse en un año, pero es difícil que cumpla ese plazo. Lo habitual es que duren más de un año. En empresas grandes y con muchos activos, pueden prolongarse durante años.
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–¿Qué papel tiene la venta de unidades productivas?
–Es la mejor vía para mantener actividad y empleo, y también para maximizar la recuperación de los acreedores. Se intenta vender la empresa en conjunto desde el inicio del procedimiento. ¿Ejemplos recientes? Ternua Group (Ternua, Loreak Mendian y Lorpen).
–Cuando una empresa entra en concurso, ¿es el principio del fin?
–En la práctica, sí. El 99% acaba en liquidación. El convenio concursal se ha demostrado ineficaz. Las empresas llegan al concurso demasiado deterioradas.
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–¿Por qué se salvan tan pocas?
–Porque acuden tarde. La única posibilidad real de salvar una empresa está fuera del concurso, mediante los mecanismos de reestructuración preventiva, que permiten negociar con acreedores –especialmente financiadores– con quitas, nuevos plazos, compensaciones de créditos o modificaciones del capital.
–¿Qué parte de la deuda recuperan los acreedores?
–Depende del tipo de crédito. Los acreedores con garantía real –por ejemplo, hipotecarios– pueden recuperar más porque se cobran sobre el bien garantizado. Los créditos contra la masa cobran antes que el resto. Los acreedores ordinarios con frecuencia no cobran nada, porque la masa activa suele agotarse antes.
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–¿Cuáles son los errores más habituales de las empresas?
–Acudir tarde. Cuando la empresa llega al concurso, ya está demasiado deteriorada. Debe actuarse en la fase preconcursal, anticipando la insolvencia probable –la ley permite hacerlo hasta con dos años de antelación– y comunicando negociaciones al juzgado para proteger acuerdos.
–¿Qué señales de alarma deben vigilar las empresas?
–Retrasos en pagos, aumento del pasivo, incremento de la financiación y tensiones de tesorería. Cuando comienzan los retrasos a proveedores y financiadores, es el momento de reestructurar.
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–¿Cómo influyen los fondos de inversión en estos procesos?
–Los fondos compran deuda y sustituyen a los bancos. En procedimientos de reestructuración pueden incluso tomar el control de la empresa —como en el caso Celsa— si el valor de la deuda que poseen supera al de la compañía. En la negociación son un acreedor más, pero con gran peso.
–¿Cuál ha sido el concurso más difícil que ha supervisado?
–Fagor Electrodomésticos. Por el tamaño, por la estructura cooperativa y por el riesgo sistémico que existía entonces en el grupo. También fueron complejos por volumen los concursos del Grupo Bruesa. El de la Real Sociedad fue muy mediático, aunque menos complejo desde el punto de vista técnico.
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–¿Cuántos administradores concursales hay en Gipuzkoa?
–Entre 60 y 80.
–¿Un mensaje final para las empresas?
–Que cuenten con una buena asesoría económico-financiera, que vigilen su liquidez y financiación, y que anticipen los problemas. La vía para evitar la liquidación está en la reestructuración previa. Llegar tarde puede generar incluso responsabilidad para los administradores. El concurso no sirve para salvar a la empresa. Hay que actuar antes.
El cordobés que llegó a Tolosa en 1999 y al que le gusta viajar y la bici
Pedro Malagón es cordobés con raíces muy plantadas ya en Gipuzkoa. No en vano, lleva más de dos décadas en San Sebastián pero antes, en 1999, aterrizó por primera vez en nuestro territorio. Lo hizo en Tolosa, donde permaneció algo más de dos años en el juzgado «haciendo un poco de todo», en una época en la que el terrorismo azotaba las calles de Euskadi cada día. En noviembre de 2001 ETA mató a José María Lidón, magistrado de la Audiencia Provincial de Bizkaia. Un asesinato que marcó un antes y un después en el mundo de la judicatura. En realidad, la campaña de acoso y amedrentamiento contra los jueces había comenzado mucho antes, ya que se habían atacado los juzgados de Azpeitia, Bergara, Tolosa... «Recuerdo el bombazo, el boquete que creó en el juzgado... Me marché con mi pareja de entonces –hoy mujer, de familia de abogados– a Toledo, luego estuve en Soria y en 2004 vine a Donostia», rememora. Desde entonces, ha estado al frente del Mercantil de la capital guipuzcoana. Con muchísimo trabajo, ya que al principio estaba solo, aunque ahora es algo más llevadero desde que en 2022 se creó el segundo juzgado. Entre sus aficiones, destacan «viajar, la bici, pasear...». Malagón, exfumador –un vicio confesable que consiguió dejar atrás– al que aún le quedan unos cuantos años para retirarse, confiesa que lo que más le gusta de su oficio es, por un lado, «trabajar con independencia. También el no tener jefes, aunque dependa de leyes y normativas. Y la materia me gusta. Tenía claro que no quería ir por lo penal. Elegí esto...». Y ahí sigue.
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