«No todo vale para llegar arriba»
Compromiso. Lalo Alonso, entrenador del Bera Bera de rugby, inculca a sus jugadores, desde edades tempranas, el respeto al rival y, sobre todo, a los árbitros
San Sebastián
Sábado, 7 de octubre 2023, 02:00
Se llama Gonzalo Alonso, pero todo el mundo le conoce como Lalo. Madrileño de 60 años, lleva más de tres décadas en San Sebastián. Comenzó ... a jugar a rugby con 16 años y se retiró con 34. Era medio melé. A pesar del paso del tiempo, sigue manteniendo la misma ilusión que el primer día y eso es precisamente lo que quiere inculcarles a los jugadores de las categorías inferiores del Bera Bera, a los que entrena. Ilusión sí, pero, sobre todo, respeto.
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Dice el refrán que el rugby es un deporte de villanos jugado por caballeros. «Es un deporte muy noble. Lo que pasa en el campo se queda ahí. Y luego está el tercer tiempo, en el que el equipo de casa invita al rival a la conclusión del partido. Allí hablan los entrenadores, los árbitros, los jugadores. Si ha habido algún encontronazo durante el partido se soluciona allí. Aunque unos hayan perdido y estén de mala leche. En eso nos diferenciamos de otros deportes, además de muchas otras cosas más».
El Bera Bera está muy concienciado con la violencia en el deporte y trata de ponerle freno. «Todos los años, en septiembre, antes de comenzar la temporada, nos reunimos con los padres de los jugadores sub-10, sub-12 y sub-14, que son menores, y les informamos de nuestros proyectos en la escuela del club. Quiénes son los entrenadores y también les aclaramos lo que esperamos de ellos y de sus hijos. Los padres son parte fundamental de la escuela, son quienes les traen a entrenar. Y les pedimos que nos ayuden a organizar el tercer tiempo llevando bocadillos y refrescos», afirma.
A lo largo de todos estos años, sus ojos han sido testigos de situaciones inverosímiles. «He visto a padres vestir y desvestir a sus hijos antes y después de los partidos. Los chavales tienen que tener su autonomía. Si no saben atarse las botas, ya les ayudaremos nosotros. No que lo hagan sus padres», dice.
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La receta de la convivencia es muy sencilla. «Lo primero que queremos es que los chavales se diviertan jugando, que no lo hagan obligados. La actitud es bien distinta si es por iniciativa propia. Que vayan a entrenar, a jugar, o a ver el partido, pero lo importante es que lo hagan con respeto. Debe ser absoluto tanto con sus propios compañeros como con el equipo rival, que es igual de importante. Si no hay contrario, no hay partido».
«Y pasa lo mismo con el árbitro -añade-. Ha de haber siempre alguien que interprete las normas y las haga cumplir. Por eso se requiere un respeto a su figura y a sus decisiones, estés o no de acuerdo con las mismas. Aunque los jugadores piensen que el árbitro se ha equivocado, les decimos que el juego sigue y que hay que continuar la jugada. Tratamos de enseñarles que jamás deben encararse a él».
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En su filosofía de vida no tienen cabida comportamientos denigrantes. «En otros deportes, si un jugador hace una cosa mal, el público tiende a mofarse de él en lugar de inculcarle otros valores. Te puede pasar a ti. No hay que reírse de los errores propios, ni tampoco de los ajenos», proclama.
Reconoce que el rugby «es un deporte complicado en cuanto a reglamentación. A los padres les decimos que, sobre todo, tienen que respetar al colegiado, no están capacitados para juzgarle. Para hacerlo tienen que aprenderse primero el reglamento. Que animen, pero que no insulten al árbitro ni al equipo rival y, también, que no chillen a sus hijos».
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«Muchos padres tienen la mala costumbre de dirigir el juego de sus hijos y lo primero que tienen que hacer es respetarles -añade-. El chaval tiene que ser libre, ya están los entrenadores para corregir sus errores. Si un compañero falla, en vez de decirle qué mal lo has hecho, hay que animarle a que lo haga mejor la próxima vez. Hay que transmitirles siempre mensajes positivos. Todo en la vida necesita un aprendizaje previo. Eso lo hace la práctica y la madurez, tanto personal como deportiva. Cuando tú hijo va al colegio, no estás todo el día detrás de él para enseñarle cómo es una raíz cuadrada. Te fías del profesor. En rugby, los entrenadores deben ser la referencia de los chavales, no los padres. No todo vale para llegar arriba».
Comportamientos insanos
Y esos comportamientos insanos se trasladan también a las gradas. «A todo el mundo se le calienta la boca y cuando oímos algún insulto, nos dirigimos a la grada y le recriminamos a su autor su actitud. Hay que saber comportarse. Un partido de rugby, y más de estas categorías, no es la final de un Mundial. Es simplemente un juego, un diversión».
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Insiste en que «si recriminamos a nuestros hijos los errores cometidos, como que se te caiga el balón, eso genera frustración. Hay que intentar reconducir los errores de manera positiva. De los errores propios siempre se trata de culpar a los demás».
Y por último subraya que «los valores que inculcamos a los jugadores son solidaridad -todos los jugadores son necesarios-, diversidad -ya sea física, de raza o de pensamiento- compromiso -los jugadores tienen que ser puntuales en los entrenamientos, traerse su propia ropa, el casco, las botas. El capitán es el líder tanto dentro como fuera del campo- y honestidad -no vale engañar al árbitro ni trampas en el juego, deben ser honestos».
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