«Hay personas tóxicas en el deporte que necesitan que se les dé un toque»
El letrado asume que los delitos en el mundo del deporte «están un poco desmadrados» y cree que se necesita tipificar el castigo
Nadie mejor que Jon Mirena Landa (Bilbao, 1968) para aportar su conocimiento a los actos y problemas incívicos dentro del deporte. Además de su cátedra ... dirige un grupo de investigación financiado por el Gobierno en materia de penología con especial incidencia en los delitos de odio y terrorismo. «No hay consenso entre los juristas en cuanto a los delitos de odio en el deporte», advierte.
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– ¿Es usted futbolero?
– En su momento fui muy futbolero, muy de seguir a los equipos. Soy seguidor del Athletic, nadie es perfecto, (risas) pero tengo que reconocer que a partir de mis veintipico años el fútbol cambió tanto que me sigue gustando el deporte como tal pero no me gusta la dinámica tan agresiva que se ve en algunos estadios. El fútbol, entendido como asistir a los grandes campos no me va demasiado, pero como deporte, como espectáculo o juego es precioso. Mis hijos han jugado y he disfrutado con ellos.
– ¿Hay delitos de odio en el fútbol?
– Sí. Aunque los delitos de odio están un poco desmadrados porque no hay todavía un consenso entre los juristas sobre qué es y qué no es delito de odio; y a veces por exceso parece que todo es delito y otras por defecto no es nada. Pues ni lo uno ni lo otro. Creo que hay comportamientos de incitación al odio muy graves que podrían ser relevantes jurídico-penalmente. Y a veces algunos desordenes públicos o delitos de daños o lesiones en el contexto de algunos episodios de violencia, bien podrían considerarse como delitos de odio porque vienen de una motivación de lanzar un mensaje contra determinados colectivos por la forma de llevarlos adelante. No es lo mismo una pelea entre aficiones que cuando se focaliza una violencia contra determinados colectivos y además eso se hace ver de manera objetiva. Por lo tanto sí los hay.
– ¿Considera que se persiguen debidamente?
– Esa sería mi duda. Pongamos los ejemplos de futbolistas más relevantes. Desde aquel lanzarle la banana a Alves o hacer los gritos de un orangután o los insultos a Iñaki Williams en Cornellá, el caso Vinicius... Con esos casos se pone en marcha la maquinaria más administrativa y parecía que le costaba arrancar a la propia fiscalía. Y a veces aunque la fiscalía ha sido dirigente y activa, particularmente en Barcelona, habría que ver cuál es el resultado final en la vía penal. Entonces aunque es algo que a todos nos escandaliza y parece grave, sin embargo parece que tiene dificultades para llevarlo adelante, parece que no está la maquinaria engrasada. Creo que hay mucho por hacer y no es que todo tenga que ir a la maquinaria penal pero lo poco que tiene que ir, debería de estar bien delimitado.
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– ¿Cuál es el error a su juicio?
– Considero que ahí hay un poco de cacofonía, por así decirlo, entre lo que ven los policías, los fiscales o lo que ven los jueces. No hay una coordinación adecuada, estamos en un momento de cierto desbarajuste y eso permite cierta impunidad.
– ¿Cree que se sancionan debidamente los actos violentos, racistas o xenófobos que tanta crítica reciben por parte de la opinión pública?
– Yo soy más partidario de que todas estas conductas antinormativas o graves, primero tengan un primer filtro en la responsabilidad disciplinaria. Y después los que están participando, la violencia más exógena, desde el filtro de las infracciones administrativas, sin abusar de ellas, pero usándolas y que todos nos empoderemos dando noticia de esas infracciones, como por ejemplo a través de las actas. Que todo el aparato que rodea la organización del fútbol tenga un ojo para que, vistos determinados comportamientos, haya una multa que puede ser ejemplarizante y otros casos más graves haya la vía penal y no al revés. Tampoco hay que meter en el fútbol todo lo que es el aparataje de los delitos de odio sin un criterio claro de ir un poco con el bisturí, ¿no? Casi todos los excesos son verbales, que pueden generar incendios, eso se puede canalizar mejor, en mi opinión por la vía administrativa y solo en casos muy ejemplarizantes. Luego, reservar para casos muy graves la vía penal.
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– A eso que se refiere ¿son casi todos en el ámbito del racismo?
– Habría muchos campos. Uno es el que tiene que ver con las minorías étnicas, toda esa carga de odio, las historias de nuestro país, la manera que tenemos de insultar a las personas que son negras o latinas, hay toda una sociología del odio. Luego también está el odio que tiene que ver con la violencia de las mujeres, el 'vete a fregar' por ejemplo. Hay bolsas muy identificables que tienen que ver con cualquier colectivo vulnerable que se convierte en una diana sencilla en el que se desbarra.
– ¿Cree que ha desaparecido aquella 'moda' de quedar entre aficiones para pegarse?
– Ha habido esa evolución, en los setenta u ochenta es cuando en Europa se toma la conciencia de atajar la violencia en el deporte. Se genera una convención en el ámbito del Consejo de Europa y después llega otra en 2016, más novedosa, donde no solo es violencia sino que es una visión más amplia. Se empiezan a identificar conductas que tienen que ver con el machismo, racismo y conductas discriminatorias que tienen una plataforma de enorme daño. También hemos de hablar del reverso en el deporte, que tiene otros valores, una cultura inclusiva, de generar educación, del cuidado de la infancia. Tenemos esa ambivalencia, la que me toca a mí hablar de esa parte más oscura.
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– ¿Es imposible erradicar delitos de odio o violencia en el mundo del deporte?
– Si me permites daría la vuelta a la pregunta. Es fácil ir progresando a mejor y no me pondría metas imposibles. Vamos a mejorar y activemos los instrumentos administrativos para que esa madre, ese padre o ese espectador que se cree que lo que se hace dentro del campo no tiene ninguna reprimenda, le demos un pequeño escarmiento. Hay personas muy tóxicas que necesitan un toque pero este no tiene por qué ser un toque penal. Y luego ya veremos si hay conductas con relevancia penal aunque eso ya son palabras mayores.
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