Wellens llega primero a meta tras una cabalgada en solitario. EP
Tour de Francia

Wellens y una broma con Pogacar

El campeón de Bélgica le da el quinto triunfo al UAE en Carcassone, en vísperas de la jornada de descanso antes del Mont Ventoux

Jon Rivas

Lunes, 21 de julio 2025, 02:00

Cada día se desplaza el Tour de ciudad en ciudad, un circo ambulante que obliga a alojar a miles de personas en todos los ... hoteles que se puedan encontrar en los alrededores de la siguiente visita. No todos lo necesitan, claro, porque hay alguno como Patrick, que trabaja para la carrera como borrador de penes y que duerme en un autocar, «superautobús», le llama él, con todas las comodidades, hasta cocinero, así que vuelve a casa cada año con algún kilo de más.

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Sí, en el Tour hay muchos trabajos diferentes y, efectivamente, Patrick se dedica a borrar penes en la carretera. Con su rodillo y su bote de pintura, elimina dibujos obscenos en el asfalto para no dar una mala imagen cuando las cámaras de los helicópteros emiten en directo. Se convierten por el arte de Patrick en búhos, conejos o mariposas. También borra palabrotas, insultos y mensajes publicitarios y políticos, y deja los ánimos a los ciclistas, las declaraciones de amor y las propuestas de matrimonio. «Las vemos de vez en cuando, y es muy bonito».

Y como duerme en el superautobús, Patrick no tiene que alojarse en algunos hoteles infectos que todavía perduran en las rutas francesas, con moqueta hasta en el baño -imagínense-, incomodísimas almohadas de rulo, cortinas pegajosas de ducha, y hasta con una recepcionista oriental acariciando un gato en el mostrador que al día siguiente se cuela entre las piernas de los clientes durante el desayuno, si es que quedan ánimos para comer allí, como en uno de Carcasona, que mejor no nombrar, donde Tim Wellens consiguió otra victoria para el UAE.

Ha cambiado mucho el Tour con estas cosas en los últimos años, pero todavía quedan excepciones para ir apuntando en la lista negra. Ya no son los tiempos en los que alojaban a los equipos en conventos o en barracones, Pedro Delgado cuenta alguna experiencia donde servían pasta cocida muchas horas antes, y la organización trata a todos por igual para que al llegar a París todos los equipos sumen, más o menos, las mismas estrellas. Eso, claro está, no lo puede garantizar en otras cuestiones, porque no todos los corredores son iguales ni tienen las mismas fuerzas, y muchos, la mayoría, se quedará sin el premio de alguna victoria de etapa. Porque hay equipos y equipos, y el UAE se está mostrando como el más poderoso hasta ahora de la carrera. Y si tiene a un líder, Tadej Pogacar, capaz de ganar cuatro etapas, y las que pueden venir, el resto del grupo, pese a la baja de Almeida, está sobradamente preparado para casi cualquier cosa.

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Junto a un buen grupo de corredores, se fugó Wellens, que también cumplió órdenes en la primera semana para vestirse con el jersey de la montaña y quitarle la carga del podio a su jefe, después de un comienzo de carrera caótico en el que Vingegaard y Lipowitz se vieron afectados por una caída y llegaron a estar a más de un minuto de Pogacar, que por lógica, esperó a sus rivales como hicieron con él en Toulouse.

Por los árboles que daban una sombra que agradecían los corredores, figuraban algunos ciclistas con posibles, a la caza de ese premio tan prestigioso, que se celebra con champán en la cena, aunque el nutricionista tuerza el morro.

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Entre los aspirantes a esa gloria que no es efímera estaba Carlos Rodríguez, el español mejor clasificado, aunque no haya resistido como otros años el empuje de los monstruos.

Pero antes había llegado Campenaerts, segundo, y por delante de él Tim Wellens, majestuoso con el jersey de campeón de Bélgica, que con un ataque brutal distanció a los siete que le acompañaban en la última ascensión del día, sin que nadie pudiera responder, para regocijo de su equipo y de su jefe. «¡Me alegro muchísimo por él! Se esfuerza muchísimo para que conservemos el maillot amarillo. Se sacrificó por mí, incluso durante los entrenamientos. Me alegro aún más por él que si fuera yo quien ganara la etapa», dice Pogacar, que recibe en Carcasona a su pareja, Urska Zigart, y se tomará el día de descanso con relajación. En un hotel decente, se supone. «¿El Mont Ventoux? Es el martes. Intentaré no pensar en ello».

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