El futuro está delante
Piñón fijo ·
El ciclismo vasco necesita una renovación y un nuevo impulso para no acomodarse en su glorioso pasado y abrirse a nuevas ambicionesVídeo de presentación de la salida del Tour de Euskadi en 2023. Primera imagen: Roberto Laiseka gana en Luz Ardiden. Es 2001. Uno de los ... grandes momentos de la historia del ciclismo vasco, por su simbolismo y todo lo que generó en torno a aquel irrepetible equipo Euskaltel y su marea naranja. Imagen poco menos que ineludible, pero que pide refresco.
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El ciclismo vasco, una de las principales tradiciones a nivel mundial, necesita una renovación, un nuevo impulso que le permita no conformarse con admirar su glorioso pasado y acomodarse en esa grandeza. Los tres ciclistas que ayer por la tarde conversaban con Christian Prudhomme en Vitoria eran Mikel Landa, Ion Izagirre y Pello Bilbao, todos excorredores de aquel Euskaltel. El primerísimo nivel del ciclismo vasco sigue copado por las figuras surgidas de aquel proyecto, que desapareció en 2012. El regreso del Tour debería servir para que esa situación se corrija. Si no, su presencia en Euskadi sería un acontecimiento incompleto.
Desde el punto de vista de las instituciones, el Tour se amortiza solo. Es uno de los pocos acontecimientos de repercusión mundial verdadera. No es necesario exagerar su importancia. Pero Euskadi es un país donde el deporte se rige por una filosofía muy arraigada, compartida casi de forma unánime y que se sustancia en la idea de promover el talento propio. El deporte espectáculo interesa mucho, pero lo que más gusta es presentarse en los grandes escenarios con deportistas de casa. Por eso el Tour se llenaba de camisetas naranjas. Ese orgullo de pertenencia, por encima de sensibilidades políticas, es una de las fortalezas del deporte vasco. Seguir potenciando el trabajo de base y sostener una red de organizaciones, federaciones y voluntarios de la asombrosa densidad de la vasca es lo que permite pensar en el futuro deportivo de un país pequeño de por sí y con unas tasas de natalidad récord, por reducidas.
El orgullo de pertenencia, sin matices políticos, es una de las fortalezas del deporte vasco
El Tour es un gran espectáculo y un negocio, aquí y en cualquier parte, pero aquí es algo más. Debe venir acompañado por una labor de impulso a la estructura ciclista local. Si no, se queda corto. Los doce millones de euros que invierten las instituciones en este evento no son si muchos ni pocos. Es el precio habitual, el que este año pagará Copenhague.
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Euskadi sigue teniendo un calendario aficionado fuerte, pero no es la referencia indiscutible que era. Fuera, el campo sub-23 avanza a otra marcha, aunque aquí hay un concepto de formación integral de los jóvenes deportistas que no se da en otras partes. Esa dimensión social y educativa del hecho deportivo es otro valor muy propio. A proteger.
Por todo eso –y más razones– el ciclismo vasco necesita un impulso. Si el regreso del Tour a esta casa ayuda a dar ese empujón, será perfecto. El deporte de élite es espectáculo y es referente. Hay que aprovechar esa doble vertiente.
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