Abraham Olano, a su llegada a meta en el Mundial de Duitama en 1995. REUTERS
Ciclismo

Abraham Olano, campeón del mundo en Duitama con una rueda pinchada y la ayuda de Induráin

Un 8 de octubre de hace 25 años el ciclista de Anoeta se coronó campeón del mundo en ruta tras doblegar a sus rivales en un escenario de extrema dureza

Iñigo Galparsoro

San Sebastián

Jueves, 8 de octubre 2020

Sobre el papel, aquel trazado del mundial de ciclismo de 1995 de Duitama, en Colombia, parecía hecho a la medida de los 'escarabajos': un total de 15 vueltas a un circuito de 17,7 km. esperaban a los ciclistas en un recorrido tan atractivo como exigente. En el libro de ruta sobresalía, por encima de todo, el Alto de El Cogollo, una subida de apenas cuatro kilómetros pero con una pendiente media cercana al 7% y con rampas que superaban el 10%. El escenario era ideal para que el ciclismo local- el colombiano-, con 'Cacaíto' Rodríguez, Óscar de Jesús Vargas y Oliverio Rincón a la cabeza, reverdeciera los éxitos cosechados en la década de los 80 por dos de sus grandes referencias históricas: Lucho Herrera y Fabio Parra.

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La empresa no se antojaba sencilla para los locales, y eso que la prueba partía de inicio con sonadas ausencias como las de Zulle, Rominger, Berzin, Armstrong, Jalabert o Rijs, por citar algunos. Eso sí, la presencia de escuadras tan potentes como la española (Miguel Induráin, Abraham Olano, 'Chava' Jiménez) y la italiana (Pantani, Casagrande) auguraban batalla, mucha emoción y una lucha sin cuartel entre los favoritos en un escenario propicio para los escaladores y que, además, en sus 265,5 km. contaba con un condicionante tan poco habitual como determinante: los más de 2.500 metros de altitud en los que se iba a disputar la prueba. Palabras mayores.

En un trazado tan marcado por la dureza, los ataques e intentos de fuga no se hicieron esperar desde el inicio, pero los más firmes candidatos al triunfo (es decir, españoles, italianos, colombianos y el suizo Richard) controlaron la carrera en todo momento y se encargaron de echar por tierra todos los intentos de aventura en solitario. 'Cacaíto' quería ser profeta en su tierra; el 'Pirata' quería un Mundial que se ajustaba a su ciclismo a las mil maravillas; e Indurain -el gran favorito- aspiraba a añadir a su excelso palmarés uno de los pocos títulos que se le resistían hasta el momento (Vuelta a España incluida). Nadie quería sorpresas. Todos ambicionaban el maillot arcoíris.

Recorrido exigente

Conforme transcurrían las vueltas, la exigencia del recorrido comenzó a hacer mella en los corredores y muchos optaron por poner pie a tierra en un escenario al que se unió un invitado de excepción: la lluvia. Y es que el frío y el agua añadieron un punto extra de dureza al recorrido y llegar a meta se convirtió en un ejercicio de supervivencia, sobre todo visto el delicado estado del descenso que esperaba a los ciclistas al final de cada giro. La exigencia fue tal que de los 98 corredores que tomaron la salida únicamente finalizaron 20.

A pocas vueltas del final, la selección en el grupo de los favoritos estaba hecha y todos aguardaban al primer valiente que rompiera la unidad del grupo para buscar la heroica bajo aquel aguacero. Pantani, un alma inquieta cuando veía que la carretera se empinaba hacia arriba, no cesó en su empeño, pero sin éxito. Idéntico resultado tuvo Miguel Indurain quien, tras reponerse de un inoportuno pinchazo, en el penúltimo descenso tomó la cabeza y aceleró su pedalada para buscar la sorpresa. Fue en vano. El navarro, todo un pentacampeón del Tour, estaba estrechamente vigilado por sus compañeros de fuga y Konyshev le dio caza de inmediato. Pantani respiró aliviado. El suizo Mauro Gianetti, también. Aunque por poco tiempo.

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Ataque de Abraham Olano a falta de 20 km.

Tal era el marcaje entre los grandes favoritos que Abraham Olano lo vio claro. A apenas 20 kilómetros para el final, poco antes de comenzar la última vuelta, el de Anoeta se fue hacia la derecha, se agarró fuerte al manillar, demarró y se lanzó a por la victoria. Era un ahora o nunca. Era un salto al vacío. Era la oportunidad de su vida.

Así lo entendió Miguel Indurain. El navarro no vaciló y aceptó de inmediato el cambio de papel que debía jugar. Esta vez le tocaba a él ser un secundario de lujo, un gregario imprescindible. Y cumplió. Como el gran campeón que era. Induráin controló al resto de favoritos a su antojo, ralentizó el ritmo del grupo perseguidor y permitió a Abraham Olano abrir hueco.

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El de Anoeta supo administrar a la perfección sus fuerzas e inició una lucha contra el reloj, contra sus rivales, contra el mundo. Alcanzó el alto de El Cogollo con una renta de poco más de 15 segundos y se lanzó a tumba abierta en un peligroso descenso en busca de la victoria por un asfalto muy resbaladizo en el que la lluvia había hecho de las suyas. Por detrás, Pantani -un genio tanto para arriba como para abajo- hizo lo propio en el descenso, pero no pudo recuperar terreno. La suerte estaba echada... O no.

Porque a dos kilómetros de meta, a dos kilómetros de la gloria, Abraham Olano se encontró con un imprevisto. Algo no iba bien, su rueda trasera no avanzaba todo lo que debía... ¡había pinchado! En el peor momento posible, en el peor escenario imaginable. El guipuzcoano no se arredró, sacó fuerzas de flaqueza, se agarró a su manillar y se sobrepuso. «Ahora no paro por nada del mundo. Apreté a fondo, me olvidé del pinchazo y busqué la línea de meta con toda la fuerza que me quedaba», llegó a reconocer después. Abraham Olano, con apenas 25 años y contra todo pronóstico, se convertía en el nuevo campeón del mundo de ciclismo en ruta. ¡Vaya machada!

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Miguel Indurain y Abraham Olano, en el podio. EFE

Eso sí, el guipuzcoano tuvo tiempo para agradecer a Indurain - segundo en meta, por delante de Pantani- su decisivo papel en el triunfo. «Miguel ha demostrado qué tipo de líder es, qué capacidad tiene para moverse en carrera. Sin él, la victoria hubiera sido imposible». Palabras de campeón.

Un palmarés al alcance de muy pocos

El oro obtenido en la prueba de ciclismo en ruta no fue el único botín que se trajo el corredor de Anoeta de su participación en los mundiales de Colombia de 1995. Y es que Abraham Olano era un especialista contra el reloj, algo que le permitió hacerse aquel mismo año con la medalla de plata de la modalidad, por detrás -cómo no- de Miguel Indurain.

El de 1995 fue uno de los mejores años de la trayectoria del ciclista guipuzcoano, ya que a este doble éxito añadió un segundo puesto en el Giro de Italia. Posteriormente, sumaría una Vuelta a España (1998) y un tercer puesto en el Giro (1996), además de un nuevo oro en los Mundiales de contrarreloj (1998). Todo ello, sin olvidar la victoria en los campeonatos de España en ruta de 1994 y contra el crono (1994 y 1998). Un palmarés solo al alcance de muy pocos.

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