Una hazaña inolvidable
El 22 de abril de 1995 el Elgorriaga Bidasoa se proclamó campeón de Europa tras defender una ventaja de diez goles ante el Badel Zagreb en Croacia
Era el 22 de abril de hace 30 años. Elgorriaga Bidasoa defendía en la cancha del Badel Zagreb la renta de diez goles (30-20) que había conseguido en Artaleku. Aquella final arrancó el 17 de abril de 1995. Artaleku estaba lleno hasta la bandera y el Bidasoa consiguió una renta de diez goles de cara al partido de vuelta que le acercó de manera casi definitiva al título. Faltaba rematar.
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Tras el 12-12 con el que acabó el primer tiempo, y tras una segunda mitad en la que los irundarras rozaron la perfección, el partido finalizó con el 30-20 en el marcador. La barrera psicológica de los diez tantos estaba fijada, pero tocaba viajar al infierno croata. Tocaba visitar el impresionante Dom Sportova de Zagreb. «Es una mezcla de expectación, incertidumbre e ilusión pero todo desde una óptica muy positiva. Estamos a punto de conseguir algo grandioso». Este era el sentir del entrenador Juantxo Villareal, horas antes de aquel partido que iba a cambiar la historia del deporte vasco.
En las cuatro tentativas anteriores que habían tenido equipos vascos se había patinado. Ni el Athletic en la final de la UEFA de 1977 ante la Juventus; ni el Baskonia, en dos ocasiones (Recopa, 1992 y 1993) y, ni el propio Elgorriaga, al caer en la final de la Recope en mayo de 1991 ante el Milbertshofen lograron levantar el título.
Hasta la final Elgorriaga eliminó primero al SKA Kiev ucraniano, después al Iskra Kielce polaco y entró en la fase de grupos, en la que derrotó al Kiel alemán, al Dukla de Praga austríaco y al Vitrolles francés dos veces, ambas por la mínima, y, con el primer puesto asegurado, perdió ante Kiel y Dukla de Praga. Quedaba poner la guinda al pastel, ganar la final. Seis rivales, doce partidos, con un balance de nueve victorias y solo tres derrotas.
En Irun el miedo solo lo provocaba el recuerdo de lo que había pasado en Augsburgo cuatro años atrás. El Milbertshofen, ayudado por los colegiados yugoslavos Jug y Jeglic, arrebató la Recopa de Europa al equipo bidasotarra en uno de los robos más flagrantes de la historia del balonmano.
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Nada de eso pasó en Zagreb. El Elgorriaba Bidasoa, a pesar de ir durante muchos minutos por detrás, mantuvo la calma que le proporcionaban los diez goles de renta de la ida y se llevó la Copa de Europa a pesar de perder 27-26.
Los incidentes provocados por la hinchada local obligaron a desalojar el Dom Sportova, pero nada de eso importó. Svensson pudo levantar la copa. El Bidasoa era el campeón de Europa. Lo que paso después es un sol y sombra. La apoteosis bidasotarra y la lluvia de sillas y objetos que obligó a retrasar la entrega de la Copa soñada.
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Aquel histórico equipo lo formaban: Tomas Svensson, Javier Barreto, David Rodríguez, Vicky de la Haza (1 gol en la final), Ángel Fernández (2), Fernando Fernández, Nenad Perunicic (14), Armand Rubiño (4), Fernando Bolea (8), Iñaki Ordoñez (9), Oleg Kisselev (10), Aitor Etxaburu (8), Nacho Pujol, Jorge Cortés, Raúl Bartolomé y Ricardo Zárate. Entrenados por Juantxo Villarreal e Ivan Sopalovic.
Si la fiesta fue apoteósica en Zagreb, no menos lo fue en Irun, en Artaleku, donde se ofreció el partido en pantalla gigante y donde la afición que llenó las gradas y la pista animó como si el equipo jugara en casa. Más de 3.000 personas llenaron el pabellón.
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Tres extranjeros
Sin embargo, esta historia había empezado meses antes, cuando la directiva presidida por Luis Cuñado –que cedió su cargo a Beñardo García en diciembre– confeccionó el que pocos dudan en catalogar como «el mejor equipo que ha habido en la historia del Bidasoa».
No se había inventando aún la Ley Bosman y el cupo se refería a extranjeros, tres por equipo. Ahí se sustentó gran parte del éxito irundarra, con el portero sueco Thomas Svensson, el cañonero montenegrino Nenad Perunicic y el rocoso central ruso Oleg Kisselev. A diestra de los dos últimos se colocaba el navarro Iñaki Ordóñez y la segunda línea arrojaba un nivel impresionante, con el pivote eibartarra Aitor Etxaburu y los extremos Fernando Bolea, y Armand Rubiño, uno maño y el otro, catalán.
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Ese siete de auténtico lujo fue el que llevó al Bidasoa al histórico doblete Liga-Copa de Europa, con la ayuda del pivote Natxo Pujol, el central Fernando Fernández, el portero Ritxi Zarate y un pelotón de canteranos que empezaban a llamar a las puertas de la élite, como Javi Barreto, David Rodríguez, Angel Fernández, Jorge Cortés o Raúl Bartolomé, que tenían entre 18 y 21 años, por 23 de Viki De la Haza.
Lo llamativo de aquel Bidasoa no es que casi todo el peso recayera sobre siete hombres, sino que apenas sufrieron lesiones en una temporada con más de cuarenta partidos, muchos de ellos finales virtuales, lo que permitió a Juantxo Villarreal disponer de ellos en todos los momentos clave.
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Recibimiento apoteósico
«La celebración allí en el vestuario fue maravillosa. Perdimos completamente el decoro y lo mismo nos tirábamos una botella que un calzoncillo», desvela Juantxo Villareal. Se cuenta que Fernando Bolea y Kisselev ganaron 80.000 pesetas en el casino.
El menú de la cena consistió en un caldo con tropiezos de carne y verdura, segundo de un solomillo de cerdo asado con patatas panadera y ensalada. Todo ello regado con cerveza, agua y vino del país, pero no con cava. Los jugadores reclamaron el espumoso tanto en el vestuario como en la cena pero no lo bebieron porque no lo había. A los postres, el director gerente del Badel Zagreb apareció con el comedor chocolatero con una tarta de tres pisos, estilo boda, y un cuchillo de considerables dimensiones, modelo sable. La ofreció al equipo campeón, cuyo capitán, Svensson, cortó el primer trozo y se lo ofreció a su presidente Beñardo García, mientras el resto entonaba aquello de «'ya se han casado'».
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Tres horas fue todo lo que durmieron los jugadores. A su regreso a casa, un día después, antes de llegar a Irun, el club solicitó tres horas de «intimidad» para celebrar el título. Técnicos, jugadores y directivos se reunieron en el Kai-pe de Getaria. Entonces sí, los jugadores brindaron con champán francés que invitó el propio restaurante. Quedaba lo mejor.
El recibimiento en Irun fue apoteósico. «Todo Irun abrazó la Copa», titulaba este periódico. Cientos de personas se agolpaban en las aceras para recibir a los campeones en su camino hasta el balcón del Ayuntamiento desde el que saludaron. Villarreal se destapó como bertsolari, Svensson se emocionó en su despedida de Irun y tres ciudadanos fueron hospitalizados por las heridas causadas por los cohetes lanzados desde los balcones del Ayuntamiento. Son recuerdos de una hazaña inolvidable.
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Créditos
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Fotografía Lusa y Usoz
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