Rafael Moneo posa tras la entrevista en el Paseo de la Concha, «un ejemplo maravilloso de cómo hacer ciudad en un entorno natural». IÑIGO ROYO

Rafael Moneo

Arquitecto
«San Sebastián es especial: aquí están tres de mis obras que me hicieron más feliz»

El 'maestro', que a sus 88 años sigue trabajando, vuelve a Donostia para recibir el homenaje del Orfeón. «Con más dinero quizás el Kursaal hubiese sido un edificio peor»

Mitxel Ezquiaga

San Sebastián

Domingo, 12 de octubre 2025, 00:14

Tiene 88 años, pero sigue transmitiendo pasión y curiosidad por su trabajo y por la vida. Mantiene una memoria prodigiosa: mientras pasea por La Concha ... te señala «este edificio tan bueno que hizo Pedro Muguruza» o recuerda a los amigos de Eibar o Tolosa que estudiaban en su Tudela natal en la infancia. Rafael Moneo vueve a Donostia, ciudad tan imbricada en su carrera y en sus vivencias personales. Aquí vio el mar por primera vez y aquí están tres de sus obras que considera fundamentales, de épocas bien distintas: el edificio Urumea, el Kursaal y la iglesia Iesu. «Las tres me hicieron feliz», resume.

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Esta vez ha venido a recoger el reconocimiento del Orfeón Donostiarra, que ha cantado ya más de doscientas veces en el auditorio en los 26 años de historia del edificio. Moneo viene con su esposa, hija y nietos para otra inmersión en la ciudad. Con su amabilidad habitual repasa la historia del Kursaal, edificio del que hoy está tan satisfecho pese al largo proceso previo y las dificultades de un presupuesto tan ajustado. Con un punto de provocación dice ahora que quizás con más dinero el Kursaal hubiese sido peor: «Las circunstancias marcaron que fuera así: la arquitectura debe ser justa, sin añadidos innecesarios».

– Sigue trabajando: ¿los arquitectos no se jubilan?

– Sigo trabajando en mi estudio, en el que ahora estamos menos profesionales que antes, pero seguimos haciendo proyectos en diferentes lugares. Ahora estamos ocupados con un trabajo en Seúl, entre otros.

– Volver a San Sebastián es regresar a casa.

– Sin duda. Aún recuerdo cuando venía de niño con un abuelo mío que vivió exiliado en Bayona tras la Guerra Civil. Yo creo que aquí fue la primera vez que aquel niño de Tudela que yo era vio el mar. Aquí he tenido y tengo grandes amigos. Y aquí veo con placer tres de mis obras fundamentales. Es un tópico decirlo, pero es una ciudad extremadamente humana: el Paseo de la Concha es un ejemplo maravilloso de cómo hacer ciudad en un espacio natural y cómo aprovecharlo. La gente que viene de fuera pasea por La Concha y se sienta ya parte de esta ciudad.

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– Habla de tres proyectos: para muchos su nombre está asociado al Kursaal pero hay una primera obra, el edificio Urumea, que le trajo profesionalmente a San Sebastián veinte años antes.

– Los arquitectos Javier Marquet, Xabier Unzurrunzaga y Luis Zulaica fueron valientes al pedirme a finales de los 60 que les ayudara para resolver ese proyecto en un solar tan singular, junto al río, frente al María Cristina, en Ramón María de Lilí. Un colectivo de 120 cooperativistas se había embarcado en ese proyecto para vivir ahí y se trataba no solo de hacer unas viviendas confortables, sino un edificio con carácter. El resultado creo que merece la pena, sin falsa humildad. Me gusta verlo cuando paseo por San Sebastián. Es un ejemplo de manzana residencial.

Edificio Urumea.

Construcción de viviendas junto a Javier Marquet, Xabier Unzurrunzaga y Luis Zulaica (terminado en 1973).

Kursaal.

Inaugurado en 1999, recibió el premio Mies van der Rohe como edificio europeo del año «por su innovación conceptual y estética».

Iglesia Iesu.

Inaugurada en 2011, la iglesia de Riberas de Loiola fue una propuesta de «edificio diferente» en un nuevo barrio de viviendas.

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– Mucho más tarde llegó el Kursaal, que tanto trabajo dio en el proceso y tantas satisfacciones después.

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– Como es bien sabido fue un proceso larguísimo porque los concursos de ideas y de proyectos arrancaron en los años 60, incluso antes del derribo del viejo Kursaal. Nosotros participamos en el convocado por el Ayuntamiento a mediados de los 90. Creo que era el mejor proyecto para la ciudad, porque planteábamos un edificio singular que contrastara de manera clara con lo ya construido pero a la vez se integrara bien en el paisaje y la trama urbana. El otro día entraba a San Sebastián por el río y lo veía ahí, tan bien conectado como si hubiese estado siempre. Y con su singularidad: nadie confunde ese edificio con un bloque de viviendas.

EL EDIFICIO

«Me gusta mucho la idea del Kursaal como espacio de concelebración ciudadana: la gente ha hecho suyo el edificio»

BALANCE

«El museo de Mérida es el que más gusta; el Kursaal, el que más sirve, con Atocha: una estación donde la gente pueda decirse adiós»

Los 'cubos' en una servilleta

– Dice una leyenda que el primer borrador de 'los cubos' lo dibujó en una servilleta de papel en un bar.

– Pues yo creo que es eso, leyenda... Quizás en algún momento hice un dibujo así, porque desde el principio tenía clara esa idea de los cubos, como las rocas vecinas de la desembocadura del Urumea.

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– Ganó el concurso, pero no fue fácil arrancar la obra.

– No. Y me gustaría decir algunos nombres fundamentales, aunque sea con el riesgo de olvidar otros. Xabier Albistur, que puso las bases de aquello; Odón Elorza, que lo impulsó decisivamente; el entonces concejal Martin Elizasu que también fue clave, y Javier Mainar... El presupuesto era muy ajustado, sí, pero lo hicimos. Había como una secuencia histórica que venía de los anteriores concursos de ideas y otras iniciativas fallidas y pienso que fue largo porque debía ser así, porque había que esperar el momento y el proyecto adecuado y nos tocó a nosotros.

LA IGLESIA DE RIBERAS

«Fue maravilloso proyectar Iesu, tan humana, después del gigantismo de la catedral de Los Ángeles»

TERRITORIO

«Conozco bien Gipuzkoa. Hay pueblos con muchísimo carácter y personalidad, como Tolosa, Bergara u Oñati»

– También hubo campaña ciudadana en contra de quienes decían que era un edificio «demasiado moderno».

– Creo que fue una contestación minoritaria, y el paso del tiempo ha resuelto la polémica. Pero sí, recuerdo aquellos carteles en la Avenida de la Libertad con frases de Oteiza en contra del proyecto. ¡Mi amigo Oteiza! Luego he sido patrono de su fundación.Después de aquello seguimos siendo amigos: recuerdo la última vez que fui a visitarlo a su piso de Zarautz.

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– Quienes seguimos de cerca el proceso sabemos que se miraba cada peseta porque el presupuesto estaba muy limitado. ¿Qué habría hecho de contar con más dinero?

– Quizás con más presupuesto el edificio habría sido peor (ríe). En Bilbao estaban con el Guggenheim y más medios. Aquí se apostó por la sobriedad y salió el Kursaal, que se ajustaba a la personalidad de la ciudad. ¿Quizás con más dinero podríamos haber investigado otros vidrios para la fachada? Yo creo que los que usamos se han asentando bien.

– Hubo un momento especialmente difícil, cuando se cayó la gran escalera del foyer en pleno proceso de construcción.

– Lo fue. Por fortuna ocurrió de noche, en fin de semana, sin daños personales. Lo superamos. Esa gran escalera actual da también carácter al edificio: es como la plaza donde se unen y celebran quienes van a acudir a un espectáculo cultural. Me gusta mucho la idea del Kursaal como un lugar de concelebración ciudadana, y que ocurran tantas cosas ahí dentro.

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– ¿Qué cree, 26 años después de la inauguración, que podría haberse hecho mejor? Las salidas del auditorio, por ejemplo, a menudo se 'atascan' al término de los actos.

– Porque la gente sale con prisa, sin esperar a que terminen las actividades (sonríe). Creo que hay suficientes salidas y bien articuladas.

– Se ha hablado varias veces de la ampliación. ¿Tendría que ser subterránea? ¿Es viable?

– No creo que haya una buena fórmula para ampliar. No tendría por qué ser junto a los cubos. Quizás en otro solar de Gros... aunque sé que apenas hay. Tendría que reflexionar sobre ello.

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– ¿Cuál es su perspectiva favorita para descubrir el edificio?

– Me gusta cruzar el puente y verlo desde ese ángulo.

– Tras el Kursaal volvió a Donostia con un proyecto teóricamente de menor escala pero por el que usted tiene un afecto especial, la iglesia Iesu de Riberas de Loiola.

– Sí, fue una estupenda iniciativa del párroco, el gran Jesús Mari Zabaleta, que salió adelante con el empuje de gentes como Imanol Goicoechea. También se buscaba una iglesia diferente en un barrio nuevo lleno de viviendas. Se optó por una fórmula atrevida para hacer viable la construcción: destinar el sótano a supermercado. Yo venía de hacer la catedral de Los Ángeles, que era un proyecto enorme y ambicioso por el propio lugar, la ciudad y la diócesis, y enfrentarme a Iesu fue una maravilla, con gente cercana, presencia de la cultura vasca contemporánea...

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– La fachada no ha envejecido tan bien.

– Creo que podrá recuperar un aspecto más claro, y estamos trabajando en ello, pero tampoco me parece mal que tenga un aire de edificio en pleno uso. También es una señal de que la diócesis se mantiene con presupuestos ajustados y debe dar prioridades a otras actividades. Trabajamos para solucionar ese tema.

– Tiene obra por todo el mundo y muchos años de carrera. ¿Cuál de sus proyectos considera más representativo?

– Es una pregunta recurrente. El Museo de Arte Romano de Mérida es probablemente el que más gusta a la gente. El Kursaal es quizás el que más aporta a la gente, como centro de tanta actividad y remate urbano, aunque en esa línea de servicio la estación de Atocha es crucial: hicimos una estación donde las personas pudiesen despedirse. Y la catedral de Los Ángeles es seguramente la que más esfuerzo me supuso.

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– Disfrute del territorio guipuzcoano, que conoce tan bien.

– Hablamos de San Sebastián, pero hay pueblos bellísimos , como Tolosa o Bergara. Y Oñati: siempre recomiendo a quien va a Arantzazu que se detenga.

«Sé muy bien lo que significa el Orféon:es un orgullo recibir su reconocimiento»

El Orfeón Donostiarra reconoció el viernes la aportación de Rafael Moneo a la cultura guipuzcoana con ese Kursaal que es el lugar donde más veces actúa la coral: son ya 206 los conciertos del coro en los 26 años de historia del auditorio.

El presidente del Orfeón, Antxon Elósegui, insiste en su agradecimiento a Moneo, y el arquitecto se siente «muy feliz» con esa distinción «porque conozco bien lo que supone este coro en la cultura vasca y como embajadora de San Sebastián».

Moneo, melómano consumado, pidió al Orfeón que en el concierto del viernes sonara alguna pieza del compositor navarro Agustín González Acilu, fallecido en 2023, «amigo y paisano, autor de vanguardia pero con obras accesibles para todos los públicos». No pudo ser esta vez, porque el Orfeón y la Euskadiko Orkestra programaron el siempre eficaz 'Carmina Burana', pero Elósegui promete que «habrá ocasión» de rendir tributo al músico».

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