Las partituras desaparecidas de Ricardo Sabadie suenan por primera vez
Una canción de amor del compositor de 'Txuri urdin' ve la luz 70 años después de componerse. Se la dedicó a María Luisa Galilea y fueron sus hijas quienes la encontraron
CARLOS R. VIDONDO
Domingo, 16 de octubre 2022, 07:14
Tras la muerte de su madre el pasado 11 de marzo, las tres hermanas Myriam, Ana y Jone se dispusieron a recoger sus pertenencias guardadas ... en el hogar familiar. No eran demasiadas, pero se habían ido desordenando a lo largo de cuatro mudanzas y aquel día se distribuían por los suelos antes de darles un veredicto final: «esto se tira, esto se dona, esto se guarda». Fue al vaciar la cómoda cuando, en uno de los cajones, apareció una vieja carpeta entre labores de punto de cruz y revistas con patrones de costura. «María Luisa... Sabadie... pero ¿y esto?», dijo Ana al desempolvar los papeles. Myriam se lo arrancó de las manos. «¡La canción!».
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Cuatro páginas de una partitura encuadernada con portada y contraportada unidas por tres pequeñas grapas. Las hojas amarillentas y algunas manchas de humedad eran las únicas huellas que había dejado el tiempo, en concreto, setenta años. En una de las esquinas aparece un título manuscrito con plumilla en unas estilizadas mayúsculas: '—MARÍA LUISA—'. Bajo el cual reza: '(Melodía en forma de fox lento), Ricardo Sabadie'.
«Mi madre siempre decía que el compositor del himno de la Real le había escrito una canción, pero no le dábamos mayor importancia», recuerda Myriam, hija menor de la familia. María Luisa lo contaba presumida, como exhibiendo uno de los triunfos que le dejó la juventud en aquellos tiempos de posguerra. «Nos imaginábamos que se la habría cantado un día, no que existiera una partitura tan elaborada».
Nada extraño hasta que se confirmaron sus sospechas con la firma de la contraportada: 'A mi queridísima María Luisa, Ricardo. San Sebastián, verano de 1952'. «La letra de la canción es preciosa, esas cosas ya no pasan ahora. ¡Pero qué enamoradísimo estaba de mi madre!».
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La incógnita del cómo
María Luisa Galilea Bisbal nació en Lugo un 6 de diciembre de 1932 y este año habría soplado noventa velas. Fue la única hija de una señora de Valdemoro y un señor de Granada que se conocieron en la provincia gallega, donde él tenía una tienda de aperos de labranza. A los dos años de nacer, y viendo que su padre republicano iba a ser llamado a filas, la familia huyó en un tren a San Sebastián.
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Se escondieron en una villa en Ategorrieta hasta que terminó la guerra y fue después cuando se asentaron definitivamente en la calle Peña y Goñi. Allí, en el barrio de Gros, creció e hizo su vida como reflejan la mayoría de fotografías en las que una veinteañera María Luisa posa con la Zurriola de fondo. Cómo se conocieron Ricardo y ella continúa siendo una incógnita rodeada de múltiples hipótesis.
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«Él era algo más mayor (seis años), así que quizá no fueran de la misma cuadrilla. A esas edades se nota mucho la diferencia», imagina Jone, primogénita de la familia Miner Galilea. Aunque, probablemente, fuera en el barrio, donde Ricardo daba clases de Armonía y Composición con Fracisco Escudero. O quizá jugando en la torre del campanario del Buen Pastor, donde nació el músico y donde María Luisa se retrató en ocasiones con su cámara.
«Mi padre era un enamorado de San Sebastián y muy aficionado al fútbol. Siempre iba al estadio», cuenta Iñigo Sabadie, hijo mayor del compositor. «¡No me digas! Pues encontré esta foto de mi madre con sus amigas en un partido...», contesta una de las hermanas Miner. Por ahí podría resolverse la duda.
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Un amor no correspondido
Sin embargo, «mi madre decía que, aunque Sabadie le rondaba, a ella no le gustaba y que no le hacía demasiado caso», relata Myriam. Aquellos versos románticos quedaron en un cajón y bajo llave se cerró también cualquier esperanza para el amor. María Luisa nunca supo más de Ricardo, no tuvieron relación, ni se conoce si existe alguna foto juntos. Tampoco cómo Ricardo llegó a enamorarse de ella ni si alguna vez pudo escuchar la canción. «Mi madre debió de ser un amor platónico». Quizá fuera quien inspirara unos versos que firmó tiempo más tarde el compositor donostiarra: 'Después de su silencio, mucho después. ¿Para siempre?'. Una pregunta para la que acaso encontrara respuesta. «Era muy reservado con sus cosas, no nos habló nunca de María Luisa», explica Iñigo, «de hecho, hasta hace poco tampoco sabía la historia de cómo conoció a mi madre».
Tan solo el nexo txuri urdin
Como vendedor de seguros, Sabadie continuó su afición por la música hasta conseguir gestar a finales de los años 60 el nuevo himno de la Real Sociedad. Como él mismo contó a este periódico en los años previos a su muerte en 2009, antes de 'Txuri urdin' la afición entonaba la rumba 'Isabelita' y el 'Yellow Submarine'de los Beatles en el calentamiento de los partidos y tras las victorias. Hasta que un día, el presidente José Luis Orbegozo escuchó la canción que había estrenado en el piano del bar Antonio y la convirtió en emblema del club.
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María Luisa, por su parte, se casó en 1960 con Francisco 'Paco' Miner —hijo de José Luis, fundador de la popular tienda de bicis Miner—, y tuvieron siete hijos, cuatro chicas y tres chicos: Jone, Ana, Elena, Javier, Myriam, Ander y Rafa.
Francisco fue director del Puerto de Pasajes durante 30 años y, para mayor coincidencia, compaginaba su puesto como directivo de la Real Sociedad durante la presidencia de Iñaki Alkiza. «Era un puesto honorario no remunerado, pero iba a las reuniones y a las convocatorias del equipo y eso le encantaba», dice Jone. «De pequeña iba con él al fútbol y a todos mis hermanos les hizo socios de la Real».
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Cada domingo en Atocha, Francisco escuchaba el himno compuesto por Sabadie y cualquiera podría imaginar la pequeña punzada en la boca del estómago. «Nooo...», corean las hermanas Miner Galilea al unísono. «Era tan forofo de la Real que no hacía mucho caso. De hecho acabó por quitarse de socio porque lo pasaba fatal con los partidos, y si perdía, se estaba enfadado toda la semana», relata Ana. «Además, Sabadie y mi madre nunca llegaron a salir. En aquella época en Gros se conocían todos pero esto fue mucho antes de casarse».
Sea como fuere, la historia detrás de aquella canción fue la mejor excusa para recordar viejos tiempos, recuperar anécdotas entre fotografías y poner en contacto a dos familias hermanadas por la música. También para reivindicar a «un donostiarra que amaba su ciudad para que, de una santa vez, sea su ciudad quien le dedique una calle. Se la merece», reclama su hijo Iñigo.
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