Iñaki Salvador: «No he vivido mi versatilidad como una condena, sino como una suerte»
El músico recibirá uno de los tres premios Donostiako Jazzaldia y actuará junto a los otros galardonados: Jorge Pardo y Chano Domínguez
En cuarenta años de carrera, ha participado en el Jazzaldia en una veintena larga de ocasiones. «Miguel Martín dice siempre que soy el músico que ... más veces ha tocado en el festival y así será», dice entre risas Iñaki Salvador (Donostia, 1962), que recibirá la máxima distinción del certamen junto al saxofonista Jorge Pardo y el pianista Chano Domínguez. Entre los galardonados anteriores figuran el cineasta Fernando Trueba y el periodista Juan Claudio Cifuentes, pero Pardo, Domínguez y Salvador son los primeros músicos de jazz del Estado en obtener el galardón.
Publicidad
- ¿Le ha faltado audacia al Jazzaldia?
- ¿Audacia? No sé. Igual que ocurre con el Premio Donostia del Zinemaldia, el Jazzaldia ha procurado reconocer carreras muy colosales de artistas internacionales que, lo queramos o no, son quienes atesoran las trayectorias más legendarias.
- Pero algunos pensarán que ha tenido que ocurrir una pandemia para que el jazz más cercano sea reconocido…
- Sería una forma de verlo: ha tenido que venir la pandemia para que al PNV le vaya todavía mejor y reciban el premio tres músicos nacionales, pero bueno, nunca es tarde si el virus no nos mata. (Risas) Es broma. Creo que la pandemia va a cambiar nuestros usos y costumbres y va a provocar situaciones inéditas, diferentes miradas sobre la realidad. Yo, por ejemplo, me he pasado el confinamiento dando clases a través de una webcam, el público se verá obligado a disfrutar de artistas que en otras circunstancias igual no iría a ver, quizá se revise el modo de entregar premios…
«Hay un agravio comparativo en los protocolos que nos exigen a los músicos y los que rigen en bares y aviones»
Pandemia
«Como un bertsolari, el improvisador debe estar entrenado para responder a lo inesperado porque es ahí donde brota el arte»
JAZZ
«Detecto cansancio y desesperanza en compañeros que no pueden dar continuidad a sus proyectos»
MÚSICOS VASCOS VETERANOS
- ¿Y el jazz, habituado a lidiar con la adversidad, lo tendrá más fácil en la nueva normalidad?
Publicidad
- Bueno, hay aspectos que son casi humorísticos. Con la reducción de aforos, ahora es muy fácil que tanto Alejandro Sanz como yo vendamos todas las entradas… (Risas) ¿Nos vamos a recuperar antes? No lo sé, pero la pandemia nos ha pillado mejor preparados a quienes por nuestro estilo o circuito no podemos vivir al cien por cien de los conciertos y teníamos un plan B, ya sea dar clases, tocar en bodas o trabajar en una empresa familiar. Igual lo tendrán peor los de las grandes giras o los macroespectáculos que los formatos más pequeños o adaptables, algo que se da mucho en el jazz, donde un músico puede ir con una gran banda, en trío, solo…
- Rebrotes, recortes en los presupuestos de cultura, medidas de seguridad excesivamente duras para la música en vivo… La situación no invita al optimismo.
- Es extraño actuar en esas condiciones pero hay ilusión por seguir adelante: el público está con ganas y los músicos quieren retomar su actividad. Creo fervientemente que la cultura es fundamental en tiempos de crisis. Como sociedad, hemos funcionado con valores muy equivocados y agresivos en lo económico, en lo medioambiental… Y la cultura es un antídoto que nos hace pensar y cuestionarnos, revisar nuestras inercias, nuestros hábitos de consumo, la relación con el mundo… Por eso me pone contento que la gente vuelva a los conciertos.
Publicidad
- Aunque en los teatros y auditorios haya más restricciones que en los bares, donde en las últimas semanas se ha funcionado casi con normalidad…
- Es muy poco coherente y en el mundo de la música estamos muy enfadados con ese tema. Apostamos por la solidaridad y el cuidado para que la gente no se contagie. No pretendemos trabajar igual que en febrero porque ha muerto mucha gente y hay que tomar medidas de seguridad, pero entendemos que son desproporcionadas y que el agravio comparativo es brutal. Los protocolos que nos exigen no son comparables a los que rigen para entrar en bares o aviones, que van a tope. Una vez más, nos sentimos mirados con lupa, hay un doble rasero.
- Hagamos balance de su carrera. ¿Cómo la definiría?
- He tenido mucha suerte de poder vivir de la música desde joven en mi doble faceta de intérprete y docente. Lo puede atestiguar mi madre, que todavía vive y que dejó de darme la paga a los 17 años. Y si tuviera que usar una sola palabra sería versátil. A veces parece que los músicos de jazz no pueden hacer nada más que jazz por una cosa pasional o romántica, pero el hecho de vivir en este país me ha llevado a acompañar a cantautores como Mikel Laboa o Imanol, a hacer música para teatro, cine, series… La versatilidad no la he vivido como una condena, sino como una suerte porque los músicos que más admiro son los que mezclan un montón de cosas, sin complejos ni purismo.
Publicidad
- ¿Diría que Laboa ha sido una de sus mayores influencias?
- No sé si tanto, porque aunque lo amé y lo amó, me reconozco en muchas otras influencias. Empecé a tocar con él a los 22 o 23 años y nos tiramos 25 años. Lo que sí que me influenció fue su eclecticismo porque era un ser libre y difícil de clasificar: lo mismo citaba a John Cage, músico de vanguardia, que a Billie Holiday, Bach, Violeta Parra, Atahualpa Yupanqui, los cantautores catalanes o Camarón de la Isla. Seguro que Mikel descolocó a más de uno cuando cantaba por bulerías en los frontones, pero así era su falta de complejos: homenajeaba a Camarón pero era él, nunca perdía su sello personal.
- A veces ha defendido el oficio frente al arte. ¿Se considera más profesional que artista?
- Suelo decir eso con cierto afán de provocación. (Risas) No niego mi parte de artista, pero le doy mucha importancia al oficio, a ser profesional. A mis alumnos siempre les transmito la importancia de ser capaces de salir bien de diferentes situaciones. Es como un entrenamiento. Un improvisador debe estar entrenado para las situaciones inesperadas porque si no, estaríamos engañando a alguien. Debes tener oficio y mil respuestas posibles a una situación como un bombero al que llaman y no sabe si tiene que apagar un fuego, acudir a un accidente de tráfico o rescatar a un gatito de un árbol. Yo soy muy hormiguita, establezco rutinas y estudio mucho para responder mejor a esas situaciones inesperadas porque en ellas brota el arte que luego se ve en el concierto. Es como un bertsolari que no lleva el bertso preparado porque el tema se lo dan en el momento: ese tío está entrenadísimo, ha leído mucho, domina el idioma, sabe qué se cuece en la calle… Yo lo vivo así, como un deportista que entrena mucho porque no sabe por dónde van a ir los tiros.
Publicidad
- ¿Cómo ve la escena vasca?
- Creo que nuestro jazz ha vivido tiempos mejores. Al margen de esa generación de gente joven que intenta sacar adelante proyectos propios -algunos bajo el paraguas de Musikene-, detecto cierto agotamiento en figuras importantes. No daré nombres, pero hablo de gente más veterana, artistas vascos de mi generación que tienen cierta desesperanza y cansancio porque resulta difícil dar continuidad a los proyectos, algo que se nota en la producción discográfica. Tienen cierta pereza por editar discos. Antes, publicabas un álbum y te podía salir una pequeña gira, pero hoy es muy difícil. Es un momento muy complicado comercialmente. Creatividad ha habido siempre y la sigue habiendo, igual que ganas de hacer cosas, pero el mercado se encarga de enterrar la energía y la ilusión.
- ¿Ayudaría un apoyo mayor de entidades públicas y festivales?
- Siempre se puede hacer más por apoyar lo local, y en eso, por ejemplo, el Jazzaldia ha sido modélico, porque se ha preocupado de cuidar a los músicos nacionales y a los locales. En este último caso, los alumnos de Musikene han pasado por los distintos escenarios y han disfrutado de buenas condiciones para tocar. Ojalá eso no se pierda porque es un compromiso exigible desde lo público. Cuando los festivales surgen de la iniciativa pública, estoy a favor de fijar ciertas cuotas de músicos nacionales.
Noticia Patrocinada
Casi cuatro décadas de premios propios y ajenos
En su debut en el Jazzaldia, Salvador y su grupo Kursaal conquistaron el concurso de aficionados de 1982.
- ¿Cómo lo recuerda?
- Como un hito en mi carrera. El reconocimiento fue doble porque ganó el grupo y a mí me dieron el premio al mejor solista. El jurado lo presidía el mismísimo Tete Montoliu, que por aquel tiempo me volvía loco: no paraba de escucharle. Fue él mismo quien me entregó un galardón que recogí con cara de susto y lechuguino. Imagínate mi impresión. (Risas)
- Años después fue usted quien entregó el Premio Donostiako Jazzaldia a un gran pianista...
- Sí, a Chick Corea. Se lo entregué en 1998 gracias a una bonita encerrona que me tendió unas horas antes Miguel (Martín, director del Jazzaldia). Ahora debería dármelo él a mí, para cerrar el círculo… (Risas)
- Porque 38 años después es usted quien recibe la máxima distinción del festival…
- Aunque un premio así lo merecen miles de músicos de jazz -los hay excelentes en todo el mundo- me hace tremenda ilusión este reconocimiento de mi ciudad y de un festival que siempre me ha tratado con un cariño especial. El Jazzaldia ha sido importantísimo en mi carrera, porque me han invitado con propuestas que yo ya tenía o me han hecho encargos que luego se han convertido en proyectos estables. También me hace mucha ilusión ser premiado junto a amigos como Jorge Pardo, una caja de sorpresas permanente, y Chano Domínguez, que desde joven me impactó porque ya tenía un lenguaje propio.
Suscríbete los 2 primeros meses gratis
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión