Rafael Berrio, escoltado por el ingeniero de sonido Víctor Sánchez y el pianista Paul San Martín, el 21 de diciembre de 2019, día de Santo Tomás, en el exterior de los estudios Elkar. Cedida por PaUl San Martín

Así se grabó el último vals de Rafael Berrio

Hoy se publica el disco póstumo del músico donostiarra, terminado #un mes antes de su fallecimiento con un «entusiasmo contagioso»

Viernes, 30 de octubre 2020, 06:19

En una suerte de carrera contrarreloj, entre diciembre de 2019 y febrero de 2020, y con un «entusiasmo contagioso» en alguien que sabía ... que el tiempo se le agotaba. Así terminó de grabarse el último trabajo de Rafael Berrio, un EP que hoy ve la luz de modo póstumo e incluye dos valses inéditos, 'Insulsa' y 'Violetas', así como una revisión de 'Al viento', un viejo tema de los 90.

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«En el estudio se le quitaban todos los males», asegura Gema Amiama, compañera de vida de Berrio desde 2001. Según recuerda, dentro de su «notoria debilidad» -pues alternó alguna sesión de grabación con tratamiento de radioterapia-, mantenía «el talante entusiasta de siempre». Eso sí, «sin perdonar la siesta, al estilo de su admirado Napoleón».

El reto, además, no era baladí. Al estudio fue varias veces, pero sólo para supervisar el registro de los instrumentos. Cuando Berrio llegó allí había perdido una de sus cuerdas vocales y ya no podía cantar. Por fortuna, en su grabadora Olympus conservaba la voz de tres canciones grabadas por él mismo en la soledad de un sótano del barrio de Gros -«la bodega», lo llamaba- que perteneció a su padre. Era lo que en el argot se conoce como 'guía', una especie de maqueta casera que, sin embargo, estaba «realmente bien», según reconoce Víctor Sánchez, ingeniero de sonido del estudio Elkar.

El técnico tuvo que emplearse a fondo para dar brillo a esa grabación y ensamblarla a los instrumentos grabados a posteriori por Paul San Martín (piano), Iñigo Diéguez (acordeón), Carlos Taroncher (clarinete bajo) y Karlos Aranzegi (batería), con el bajista 'Lutxo' Neira como asistente de producción. Tras un disco rockero como 'Paradoja' (2015) y otro más pop como 'Niño futuro' (2019), sorprende que Berrio prescindiera de las guitarras y regresara a un sonido más afrancesado, similar al de los discos que dieron más visibilidad a su música: '1971' (2010) y 'Diarios' (2013). Aunque quizá no sea tan extraño viniendo de alguien que vivió en constante reinvención y hasta montó junto a Joserra Senperena una zarzuela con música de Sorozabal y libreto de Baroja: 'Adiós a la bohemia' (2017).

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Gema Amiama encontró hace poco una libreta con los versos de 'Insulsa', escritos hace unos años. «Cada canción tiene su recorrido, su momento y vida propia, y a esta le había llegado el instante de despertar», dice de una melodía enmarcada en la vertiente más humorística de Berrio, quien califica de «filfa» su vida por no haber vestido jamás un frac. También en clave de vals, pero más solemne, la segunda pieza reza: «Violetas que yacéis / en este libro de lance, / ahora sólo importa que el tiempo os afiance, / y que quieran los dioses / que otro futuro yo / vuelva a abrir el libro / por donde hoy se os cerró». Aunque estos versos pueden sugerir un cierto aroma a despedida, su pareja defiende otra tesis: «Yo percibo ese tema como una loa a la literatura, independientemente del sujeto que lo lee. Lo importante es la literatura por siempre y para siempre».

Y la tercera canción no es un vals, pues avanza entre aires de bossa nova, ni es inédita, pues es una versión de 'Al viento', incluida en 'Una canción de mala muerte' (1996), el segundo y último disco de su grupo Amor a Traición. Seguramente, eligió regrabar esa pieza de entre toda su discografía porque «podría brillar más» en un concepto sonoro que descansa, sobre todo, en el piano y el acordeón, con apuntes de clarinete bajo y ocasionales escobillas.

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«Pasión ejemplar»

San Martín participó en la primera sesión, que coincidió con el día de Santo Tomás. La experiencia fue «muy exigente» porque había urgencia por «dejarlo todo terminado», pero Berrio «se volcó con una pasión ejemplar y cero dramatismo». A partir de la «leve melodía de guitarra» de su autor, el pianista realizó los arreglos. «A él le gustaron y me fue dando pautas. Vimos que funcionaba, pero fue un trabajo muy de estudio. No le gustaba llevar las cosas muy atadas», comenta sobre un artista que le impresionó, «más que por su obra -que es genial, sobre todo en lo literario-, por su personalidad y su energía». «Fue pintor de brocha gorda, ¿no? Yo lo veo como un artesano, alguien empeñado obsesivamente en buscar la canción perfecta», añade Paul.

La grabación de los instrumentos Sánchez la vivió «entre el pánico y el disfrute» porque fueron sesiones «muy creativas y abiertas», como las de 'Niño futuro'. El ingeniero de sonido se adaptó al artista y le reservó el estudio siempre que éste podía reunir fuerzas para desplazarse allí. Parte de las mezclas las realizaron de modo presencial, pero la última fase Berrio la supervisó ya por e-mail y pudo dar el visto bueno definitivo al máster tan sólo un mes antes de fallecer el 31 de marzo, en pleno confinamiento, a los 56 años de edad: «No habría podido terminarlo sin su aprobación final ni sin estar seguro de que sonaba como él quería».

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Convertida en albacea, Gema Amiama advierte de que «lamentablemente» no saldrán a flote más grabaciones inéditas de Berrio al margen de esta «gemita» de EP: «Si hubiera habido más, estarían incluidas en el maxi single». Ahora se enfrenta a la «tarea pendiente» de escudriñar el material de sus cuadernos, libretas y grabadora e ir viendo «qué guardaba en ellos». «Seguro que encuentro un tesoro», concluye, esperanzada.

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