Arte en el teclado
En su concierto en el Kursaal no ha ofrecido exhibiciones pirotécnicas, a pesar de mostrarse en perfecto estado de forma técnico
Hay artistas que destacan por su virtuosismo, su personalidad o su sonido y hay otros que son únicos porque reúnen virtudes que es difícil encontrar ... en otros grandes intérpretes. Christian Zacharias es, sin duda, uno de ellos. Humilde, elegante, inteligente. Tanto como para saber escoger repertorios originales y atrayentes en los que combina con sabiduría sus inmensas capacidades y su experiencia, con el conocimiento de sus habilidades en cada momento de su carrera. Este domingo lo demostró con un concierto en el que no ofreció exhibiciones pirotécnicas, a pesar de mostrarse en perfecto estado de forma técnico y seguir manteniendo intactas muchas de sus cualidades, como la pulcritud, la limpieza o el control tímbrico. Optó por regalar lo mejor de él: su arte.
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El pianista alemán ofreció el que según anunció probablemente sea su último recital en una ciudad que lo ama –y así se sintió en los aplausos de bienvenida y, por supuesto, en la ovación final– y dejó claro por qué es un verdadero artista. Lo hizo con un Haydn impecable: claro, nítido, transparente y elocuente. Y lo ejecutó en la primera parte junto a un Schubert absolutamente mágico con una versión respetuosa y austera, tal y como solo él sabe hacerlo.
El concierto
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Intérprete: Christian Zacharias, piano.
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Programa: 'Sonata nº 58 en do mayor HOB XVI: 48' de Haydn y 'Sonata nº 17 en re mayor D 850' de Schubert. Obras de Couperin, Scarlatti y Poulenc.
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Fecha: 28-4-24.
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Lugar: Auditorio Kursaal.
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Asistencia: 1.200.
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Propinas: Variaciones de Beethoven sobre 'God save the King' y 'Comparsa del cubano' de Lecuona.
Sin embargo, si algo fue realmente especial en la velada de este domingo fue una segunda parte diseñada con esmero, coherencia y lógica. Se abrió con 'Les moissonneurs' de Couperin, una pieza rítmica, brillantemente ornamentada en la que no se perdió en ningún momento el necesario pulso. Zacharias la enlazó con el primero de los 'Mouvements perpétuels' de Poulenc, 'Assez modéré', tras el que siguieron otros dos movimientos llenos de elocuencia y cuidado sonido. 'Les charmes' de Couperin volvió a transportarnos al barroco francés y lo enlazó con la deliciosa 'Improvisation nº 13' de Poulenc, tremendamente expresiva. El resto del programa continuó en esta línea dibujada con elegancia, sabiduría y respeto por un enorme artista que volvió a embrujarnos con su nitidez en las piezas barrocas -ese Scarlatti que él tanto admira- o la pegadiza 'Les barycades mystérieuses' de Couperin, pero también por su sensibilidad y sonoridad en obras como la 'Improvisation nº 15, Hommage à Edith Piaf' de Poulenc. Puro arte.
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