El último escalón de Oskorri
La formación se despide tras una carrera de más de 40 años, que va desde los poemas de Gabriel Aresti a la fiesta popular del 'Pub ibiltaria'
IÑAKI ESTEBAN
Domingo, 22 de noviembre 2015, 12:36
Franco aún no había muerto y la situación era tensa pero también estaba abierta. Podía suceder una cosa y, aparentemente, la contraria. Como que una multinacional discográfica, la CBS, fichase a un grupo de estudiantes que cantaba en euskera y que tuviera un enorme eco. Fue el caso del primer single de Oskorri, 'Aita semeak', que salió en 1975 y se escuchó en las radiofórmulas y en las gramolas de los bares más variados.
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Aquel sonido y su inmediato desarrollo presagiaba algo distinto a lo que ofrecían los cantantes encuadrados en el movimiento 'Ez dok amairu', como Benito Lertxundi, Xabier Lete y Mikel Laboa. Fueron también años turbulentos, en los que grabar con la CBS y ser muy populares no impedía que en los conciertos del grupo apareciera la Policía o la Guardia Civil para disolver al respetable entre gritos, consignas y porrazos.
Cuarenta años después de aquellas actuaciones sobre escenarios de mecanotubo en barrios y pueblos, Oskorri dice adiós el próximo domingo en el Teatro Arriaga. Será su último concierto de los más de 3.000 que ha ofrecido desde que en 1971 se subiera a las tablas del paraninfo de la Universidad de Deusto para cantar por primera vez. Una trayectoria en la que han combinado la experimentación musical y el acervo popular, y que ha ido de los pequeños recitales en salones de actos de algunas iglesias con curas que lo permitían a los populares conciertos de Santo Tomás en la Plaza Nueva de Bilbao con su 'pub ibiltaria'.
«El mejor letrista»
Álvaro 'Polin' Gurrea estuvo en la formación de Oskorri que grabó el 'Aita semeak' y el primer disco de larga duración, 'Gabriel Aresti oroimenez', un homenaje al mayor poeta moderno en lengua vasca fallecido el 5 de junio de 1975, padrino del grupo y amigo de su fundador, Natxo de Felipe. «Fue el mejor letrista que pudimos tener», dice Gurrea, flautista y saxofonista del grupo, en el que estuvo ocho años desde que llegó de estudiar en Madrid en 1973.
La grabación también salió con el logo de la CBS, la gran multinacional americana de la música. No obstante, los poemas elegidos de Aresti cantados por De Felipe no dejaban dudas de la militancia comunista de ambos. El mismo nombre de Oskorri viene de un verso del poeta bilbaíno muy claro a este respecto, también cantado por Imanol: «Oskorria zabaltzen da/ euskaldunen lurrean» (se abre el cielo rojo en la tierra de los vascos).
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Aquel primer disco tenía influencias del jazz y sonaban los instrumentos eléctricos, pero también había un intento de hacer música popular. «Éramos modernos. 'Aita semeak' siempre me pareció que estaba basado en el 'Blowin' in the Wind' de Dylan. Creo que aquella modernidad se fue diluyendo al abrirse a públicos más amplios», resalta Gurrea.
El instrumentista -«no muy bueno», en su opinión autocrítica- y exprofesor de la UPV recuerda el olfato de De Felipe para sacar tesoros del cancionero popular, prácticamente olvidados, y lo «fascinante» que era pertenecer a la banda. «Bueno, a veces no iba ni dios a los conciertos y también sufríamos la presión de la gente afín a los milis (de ETA), que saboteaba nuestras actuaciones porque nosotros éramos del EMK (Movimiento Comunista de Euskadi, de tendencia maoísta). Hoy me siento orgulloso de haber pertenecido a la época más heterodoxa de Oskorri».
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Sonido folk
Después del homenaje a Aresti, llegó el disco con los poemas de Bernart Etxepare, el clérigo que dio a la imprenta el primer libro publicado en euskera, 'Linguae Vasconum Primitiae', noticias de la lengua de los vascones, con algunos poemas de amor muy subidos de tono. En el siguiente, titulado 'Oskorri', se vuelve a Aresti y para 'Plazarik plaza' ya está definido un sonido folk equiparable en complejidad e intensidad al de otros grupos internacionales del mismo estilo. En esa época se configura la columna vertebral del grupo, que permanece hasta hoy, con Natxo de Felipe, vocalista que empezó a la guitarra, continuó con el acordeón y también con distintos instrumentos percusión; Anton Latxa, sobre todo guitarra acústica, trompeta y voz inconfundible de 'Gaztelugatxe'; y Bixente Martínez, guitarra eléctrica y mandolina.
Pero Oskorri ha servido además para que los músicos jóvenes aprendieran el oficio, como muestra la edad de la actual formación. Kepa Junkera lo sabe bien. «Estaba ensayando en el local del grupo de danzas Beti Jai Alai, en un cine antiguo de Basurto, cuando Natxo oyó lo que tocaba y se interesó por mí. Empecé a colaborar con ellos. A veces él venía a mi casa de Rekalde y le enseñaba alguna cosa de la trikitixa. Aquella experiencia fue muy importante para un músico autodidacta como yo. Eran muy buenos en el aspecto creativo y también muy exigentes en el trabajo. Sabían sacarle chispas incluso a las portadas de los discos. Entonces supe lo que era pasar un día tras otro ensayando mañana y tarde».
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Era 1983 y el trikitilari tenía 18 años. Un año antes, ya con la discográfica Elkar, había sacado el disco 'Adio Kattalin', en el que se incluía el tema 'Euskal Herrian euskaraz', con letra del bertsolari Xabier Amuriza, un 'hit' que colocaba a Oskorri en el centro del movimiento de las ikastolas y le acercaba a un público más amplio y familiar del que tenía hasta entonces. Pero el grupo también daba una considerable cantidad de conciertos fuera del País Vasco. «Un día tocaba con ellos en la Plaza Mayor de Madrid y al día siguiente yo solo o con el grupo de trikitixa en una boda o en una romería», recuerda Junkera, que en 2000 coproduciría el disco de Oskorri 'Ura'.
El músico acompañó a la banda en su gira por Alemania, de la que salió en 1984 el álbum 'Alemanian euskaraz', lo mismo que el violinista eibartarra Fran Lasuen. «Tenía entonces 22 años. Era como una esponja, fue una escuela constante y conocí músicos y lugares estupendos e interesantes. Como la Alemania del Este, el Telón de Acero, todo aquello. Estar allí te ayudaba a desmitificar lo que habías oído». Lasuen procedía de Izukaitz, un grupo de folk progresivo no muy lejano a lo que hacía Gwendal, cuando le llamaron para integrarse en el grupo. «Hacíamos un trabajo serio pero con sentido lúdico, sin complejos, sin autocensuras, cada uno traía lo que le gustaba, lo que escuchaba, y de todo aquel laboratorio salía un sonido muy especial».
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En la década de los ochenta la etiqueta 'folk' estaba como de capa caída -«'touché'», según Lasuen- y empezaba a surgir la de 'world music'. Oskorri combinaba una parte más experimental en lo que a música se refiere con la investigación en el patrimonio de la cultura popular vasca. Álbumes como 'In fraganti', de 1986, surgen de esa combinación, lo mismo que 'Landalan', de 1992. Al uso de los instrumentos del folclore vasco, desde la txirula a la alboka, se unen los específicos del folk moderno como el violín y los procedentes de otras culturas más exóticas, sobre todo en la percusión, lo que aporta ese marchamo 'world music'.
«Parranda musical»
En 1996 celebran su 25 aniversario con un doble disco en directo en el que participan Juan Carlos Pérez (de Itoiz), Ruper Ordorika, Fermin Muguruza, Mikel Laboa, Anton Reixa, miembros de Gwendal y también de los irlandeses The Chieftains. Y un año después publican la primera entrega del 'Pub Ibilitaria', un espectáculo que cada año alcanzaba un marcado protagonismo en Bilbao el día de Santo Tomás, el 21 de diciembre. Al modo de los pubs irlandeses, trataban de que los asistentes cantasen -se repartían previamente las letras- y participaran en lo que quería ser una obra colectiva.
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La serie tuvo 13 entregas, en las que se registraron 226 canciones del repertorio popular vasco, rejuvenecidas en tono de «parranda musical», como le gustaba decir a Natxo de Felipe. Fue también una regular fuente de ingresos en un contexto en que los conciertos en teatros y escenarios similares iban escaseando.
Se pone punto final a uno de los capítulos más fructíferos de la cultura vasca desde la Transición. La modernidad y el compromiso político de Aresti, el sonido contemporáneo del folk, la investigación del cancionero vasco y la apertura a la participación del público confluyen en esa leyenda que se llama Oskorri.
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