Pepe Mujica es fotografiado por su mujer, Lucía Topolansky, en Astigarreta, el caserío de sus ancestros, hace diez años. Lobo Altuna
La Agenda Portátil

Pepe Mujica en Beasain y otros tipos de interés

La última lección del uruguayo fue cómo decir adiós; lo peor, sus aduladores / El rocker Loquillo / Mendoza como felicidad / 'Misters' educados en el banquillo

Mitxel Ezquiaga

San Sebastián

Sábado, 17 de mayo 2025, 00:04

1. Mujica. Yo también tengo mi anécdota, txikita, con Pepe Mujica. Hace diez años fui como reportero a su visita al caserío Astigarreta de Beasain, de donde procede su familia. Con su aire apacible nos atendió a mi compañero Lobo Altuna y a mí con esa simpatía a cámara lenta que transmite por la tele, pero venía 'protegido' por unos acompañantes locales que se lo llevaron en volandas. «Déjenme hablar con estos muchachos», decía el expresidente mientras se lo llevaban. Él quiso que ese viaje a sus orígenes junto a su mujer, Lucia Topolansky, hubiese sido íntimo, en busca de sus raíces vascas, pero le apretaron con una agenda de citas institucionales.

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Mujica caía bien a todos por su cercanía, por su filosofía de andar por casa. Al final este «Quijote en cuerpo de Sancho Panza», como lo definió alguien, nos enseñó al «buen morir». El último tramo de su vida, con sus diferencias sobre el ser y el tener, la felicidad de lo pequeño, conectaba con la gente. Pero como ocurre casi siempre con los personajes interesantes, lo peor de Pepe eran algunos de los aduladores que le rodeaban. Allí y aquí.

2. Loquillo. Representa una imagen bien distinta a la de Mujica, desde lo físico hasta la actitud. Loquillo es un rocker (así se define él, sin la o final de rockero, para resumir una forma de estar en el mundo) que pisa fuerte en escena aunque luego duda ante la vida cuando escribe. Vive en Donostia desde hace más de veinte años pero Barcelona sigue siendo uno de sus 'leit motiv'. En 'Paseo de gracia', su nuevo libro, viaja a tiempos pasados de su ciudad, sin nostalgia, porque comparte aquello de que la nostalgia es un error. Con una mirada cinematográfica critica la Barcelona de hoy, y emociona cuando habla de su madre y su padre. El miércoles presentó el libro en el Aula DV en el Aquarium y nos regaló una deliciosa charla sobre el rock y la vida. Hay quien no traga su aire rotundo de 'star', pero cuando se relaja uno descubre bajo el tupé a un sentimental. En la firma de libros pude ver en primera fila la diversidad de estilos y generaciones de sus seguidores, y la cantidad de recuerdos que comparten. Nos gusta el rocker que canta 'Cadillac solitario', un hit de mi generación, pero también el Loquillo que canta a poetas como Gil de Biedma. Está bien que en esta ciudad mestiza 'el Loco' sea un vecino.

3. Mendoza. De la mejor Barcelona salió Eduardo Mendoza. Cuando le dan el Princesa de Asturias a un escritor que nos ha acompañado toda la vida sus lectores también nos sentimos premiados. En bachiller leí 'La verdad sobre el caso Savolta' y me marcó, como a tantos. Con motivo de una de sus visitas a Donostia («siempre me gusta visitar esta ciudad, donde tengo buenos recuerdos y amigos), se lo dije. «Muchos periodistas de tu edad me lo decís, pero uno no escribe pensando en los alumos de bachiller», contó con su ironía de fábrica. El jurado lo definió como «proveedor de felicidad»: no se me ocurre mejor elogio.

4. Imanol. Mañana Anoeta rinde merecido homenaje a Imanol. Lo merece. Ha firmado una página brillante en la Real, en el banquillo y fuera del campo: es una muestra de ese nueva generación de entrenadores discretos, educados y eficaces, lejos de los nefastos tiempos del mourinhismo. Qué bien que ahora triunfen los Flick, los Valverde o los Arteta. Y así se adivina a Sergio Francisco, nuestro nuevo 'mister'.

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La rotonda que ya no lo es junto al estadio: ¿una explicación?

Soy un firme partidario de peatonalizar los centros de las ciudades. También de la mía. Lo soy desde que empezaron las primeras pruebas, hace ya años, cuando los comerciantes decían que el cierre al tráfico les iba a arruinar. Ahora lo celebran.

En Donostia llevamos una mala racha de obras. Lo del Metro-Topo se ha unido a un sinfín de cambios y vivimos con paciencia pensando que el resultado merecerá la pena. Pero hay otras reformas que no acabamos de entender. La penúltima polémica ciudadana es por los cambios en la plaza Aita Donostia, junto al estadio de Anoeta, ese cruce de caminos que usan también tantos guipuzcoanos. Era una rotonda-o-así que ha dejado de serlo y que genera a diario atascos y colapsos.

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Como soy un optimista de nacimiento no pienso que el Ayuntamiento haya acometido ese cambio para fastidiar al ciudadano: seguro que hay un plan que lo explica. Pero no se dice. Y ahí radica uno de los problemas.

Las actuaciones públicas necesitan pedagogía, y más en materias que afectan a lo cotidiano, como el tráfico. El alcalde, la concejala de Tráfico o alguno de los técnicos que ha ideado el cambio que satura Amara y obliga a dar vueltas a los conductores podría contar los motivos. E igual entonces lo comprendemos.

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Y lo digo yo, peatón vocacional, feliz usuario de dbizi y del transporte público... y del coche cuando no queda más remedio. Porque en eso del transporte también cabrían aún muchas mejoras en la ampliación de combinaciones y horarios.

mezquiaga@diariovasco.com

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