El centro cultural Ernest Lluch cuando se reinauguró tras la obra de Anoeta Morquecho
La Agenda Portátil

Ernest Lluch fue (y se convirtió en) una casa de cultura

El barcelonés que fue donostiarra: son días de 'anatomía de instantes', como la estupenda serie basada en Cercas, otro catalán que corre por La Concha / Las quinielas de la Michelin

Mitxel Ezquiaga

San Sebastián

Sábado, 22 de noviembre 2025, 00:06

Nos hemos acostumbrado a que Pío Baroja suene ya a nombre de calle o de instituto, aunque Félix Maraña se siga revolviendo cuando escucha que ... la ciudad natal del escritor bautizó así a un polideportivo en vez de a una biblioteca. Más raro es ver a gente que hemos conocido dar nombre a sitios: aún siento un escalofrío cuando alguien dice que vive en la calle Gregorio Ordóñez. Y sorprende que muchos jóvenes usuarios del centro Ernest Lluch de Anoeta disfruten de sus libros y sus cursos sin saber quién fue.

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Se cumplen 25 años del asesinato del político catalán que fue mucho más que un político y casi tan vasco como catalán. A Lluch le gustaría que su nombre fuese para un lugar cultural situado además en un campo de fútbol, pero hubiese preferido que fuera dentro de muchos años y tras una muerte natural, no por disparos de ETA.

Quienes tuvimos la suerte de conocer a Lluch disfrutamos de su cultura, su curiosidad y su ironía. Aún recuerdo el día que Odón Elorza nos juntó en el sótano de Avenida XXI, lugar entonces con aire clandestino, para comer pescado y oír hablar a Ernest de historia, de ópera y del alma de sus dos ciudades, Barcelona y Donostia. Era muy culé, pero también txuri urdin. Te lo encontrabas en la Quincena a la salida de un concierto y podía debatir acaloradamente con Javier Elzo sobre si el director había llevado la sinfonía demasiado rápido o demasiado lenta. Por La Concha se paraba con todos. De su aportación política a los puentes entre distintos no escribo porque ya es bien sabido y porque este rincón del periódico se dedica a las minúsculas, que son con las que se escribe la vida.

Lo mataron hace 25 años y hay que recordar al político y al hombre, como se hizo ayer en La Consti. Vivimos fechas de aniversarios, con el 20-N como epicentro. Pero también vuelve el 23-F de la mano de 'Anatomía de un instante', la excelente serie de Alberto Rodríguez en Movistar basada en el no menos extraordinario libro de Javier Cercas. En el estreno de la serie en el pasado Zinemaldia quedamos sorprendidos por la garra de una producción que, además de contar un intenso momento histórico, atrapa como thriller.

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Cercas es otro catalán que disfruta de Donostia. El otro día me contaba que correr al amanecer por La Concha es uno de los mayores placeres que conoce: yo me lo he cruzado más de una vez a la carrera por la bahía durante alguna de sus visitas. El suplemento Babelia hizo la semana pasada una gran encuesta sobre los mejores libros españoles del último medio siglo: la hipnótica 'Corazón tan blanco' de Javier Marías salía el primero, pero 'Anatomía de un instante' y 'Soldados de Salamina' quedaban también ahí arriba. Me quedo con una reflexión de Cercas en la entrevista que publicamos antes de que viniera el martes a Literaktum: le gusta la diversión en la vida y en la literatura, pero en política prefiere el aburrimiento. En el País Vasco, por fortuna, la política empieza a parecer suiza, mientras España vive a golpe de sobresalto, como vemos estos días.

Vayamos a Ernest Lluch (la biblioteca) y cojamos un libro, cualquier libro, en préstamo. Ese sí es un pedazo de homenaje a Ernest Lluch (el hombre) aquel catalán socarrón asesinado hace 25 años.

En voz baja

Llega la Michelin con rumores de buenas noticias para Gipuzkoa

Más ritos: la gala anual de la Guía Michelin. El martes se desvela en Málaga la nueva cosecha y en el mundo de la gastronomía se disparan los rumores, las especulaciones sobre nuevos 'tres estrellas' y otras altas y bajas. También en Gipuzkoa se acelera la rumorología, aunque la Michelin es cada vez más cauta y el secreto se mantiene hasta el mismo momento de la gala.

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Se dice que puede haber buenas noticias para el interior guipuzcoano, en forma de estrellas rojas o verdes. Serán pocos, pero se habla de reconocimietos para el Hika de Roberto Ruiz en Amasa-Villabona o del Ama de Tolosa, que ya tiene la suya, y del Bailara de Enrique Fleischmann en el hotel Iriarte de Bidania. O el Itzuli de Iñigo Lavado en el hotel Luze de Igeldo, que ha entrado en tiempo récord en los recomendados de la Guía, o el Laia de Hondarribia.

El Amelia de Paulo Airaudo, con dos estrellas, siempre suena como candidato para la tercera. Esta semana se ha confirmado, precisamente, su traslado al María Cristina, donde quiere abrir en marzo: es uno de los 'bombazos' informativos en el pequeño mundo de la gastronomía donostiarra, del que desaparecerá a final de año La Jarana de Ander Gonzalez porque el hotel Lasala quiere dedicar más espacio a sus huéspedes. Qué pena para quienes tanto hemos disfrutado ahí de su pastel de pescado y su ropa vieja, que Ander mantendrá en su casa madre del Astelena. El hotel Palacio Bellas Artes, que abre el próximo año, también ultima fichaje para su parte gastronómica.

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mezquiaga@diariovasco.com

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