«Al escribir siento que estoy acompañado de quien me va a a leer»
El segundo libro del autor donostiarra, 'La ruta del Quijote. Siguiendo las huellas de Azorín', es un cuaderno de bitácora a través de la España vaciada
Cada paso en el camino lo anota en su libreta, sin trampa ni cartón, y eso es lo que luego refleja en sus libros. Un ... autor al natural, cuya infancia está marcada por la vida en el pueblo de su padre a siete kilómetros de Palencia. El escritor donostiarra Ignacio Villameriel dedica sus veranos a recorrer los caminos que transitaron sus referentes literatos, para luego describirles cómo ha cambiado el mundo desde entonces.
Publicidad
– Después de 'Tras la flecha naranja' parece que ha encontrado su sitio en las 'road movies' literarias.
– Así es, el primero trata sobre el Camino Ignaciano que es algo que siempre me ha interesado, parece que gustó y eso me animó a emprender nuevos proyectos editoriales. Empecé a buscar y un día en una agencia de viajes vi anunciado 'La ruta del Quijote'. Tras investigar descubrí un libro de Azorín que narraba su experiencia recorriendo ese camino. Y eso decidí hacer yo. Lo que hizo Azorín pero cien años después.
– ¿Siempre le han inspirado Cervantes y el Quijote?
– El Quijote siempre me ha gustado desde pequeño. Es un libro agradable para coger cualquier noche y leer un par de capítulos sueltos.
– Primero siguió las flechas de San Ignacio de Loyola y ahora las huellas de Azorín. ¿Cuál es el siguiente paso en su camino literario?
– Me gustaría seguir la Ruta del Castellano y conocer cómo empezó la lengua, porque soy un enamorado de Castilla y de la literatura del 98. También tengo en mente hacer el viaje por Las Hurdes cacereñas. Además tengo un libro que me marcó mucho que es 'Viaje a la Alcarria' de Cela y me gustaría cerrar esta etapa de los libros de viaje siguiendo sus pasos.
Publicidad
– César Coca en el prólogo lo define como literatura casticista, una reacción castiza hacia lo afrancesado y lo ilustrado.
– Es el espejo en el que me miro, si consigo acercarme o no ya es otra cosa. Me inspiran los libros viajeros de Goytisolo y Cela, con los paisanajes y paisajes castellanos de hace cien años. Me gusta reflejar las conversaciones tal cual han ocurrido, la inmediatez de la forma más natural. Mis libros están escritos para pasar un buen rato y leerlos de una sentada.
«Me gustaría seguir la Ruta del Castellano. Soy un enamorado de Castilla y de la literatura del 98»
– Es como una carta a Azorín en la que le cuenta cómo está el mundo de Cervantes que él recorrió. ¿Tanto ha cambiado?
– Leyendo ambos libros me encuentro con la curiosidad de que no ha cambiado tanto. La esencia y muchos de los personajes siguen ahí. Entrar a un bar es como viajar al pasado y eso es algo que me encanta, porque es como volver a mi infancia y parar el tiempo.
Publicidad
– También es un paseo por la España vaciada, ¿cree que la pandemia hará regresar a la gente a los pueblos?
– Yo creo que en los sitios más cercanos a las grandes ciudades, sin duda. E incluso creo que en muchos pueblos se están dando facilidades a la gente joven para que puedan adquirir un negocio y trasladarse allí. Si la pandemia ha servido para animar a dar ese paso, me parece uno de los pocos puntos positivos que podemos extraer.
– Quizá sus libros sirvan para encontrarle ese atractivo a la vida rural.
– Desde luego que en un pueblo la vida es más tranquila y no eres tan dependiente del reloj, pero no sé si todo el mundo está hecho para eso. Yo, en este momento, no podría irme a vivir a una zona rural, pero sí me gusta disfrutar de mis vacaciones allí y olvidarme del teléfono y de las horas. Me da la sensación de que la gente allí es más feliz.
Publicidad
– ¿Pasó algún momento complicado que le planteara darse la vuelta?
– Me encontraba con gente que me preguntaba mucho y me ponía cara rara por ser un forastero. Recuerdo que me perdí buscando la Cueva de Medrano y entonces me vi en mitad de La Mancha con cuarenta grados a la sombra... ¿Qué sentido tenía estar ahí en vez de en la playa tomando un mojito? Pero, curiosamente, cuando vas solo, es cuando más gente amable te cruzas.
– Parece que disfruta de la soledad y la introspección.
– Hay gente que ve raro que dedique parte de mis vacaciones a esto, pero sí me gusta estar solo. Aunque, a decir verdad, rara vez estoy solo porque siempre voy con la oreja pendiente de todo lo que ocurre. Además, cuando me siento a escribir, siento que estoy acompañado de quien me va a leer. De hecho, aunque está escrito en primera persona, en ocasiones me dirijo al lector y le planteo cuestiones que le incluyan en mis reflexiones.
Publicidad
– «No hay pueblo, chico o grande, que no encierre una enseñanza». ¿Qué ha aprendido usted en este viaje literario?
– He aprendido que hay que ir con los oídos bien abiertos y tener receptividad con la gente. Cualquier parroquiano de cualquier taberna al que le preguntes se va a desvivir por contarte sobre su historia. Esa hospitalidad es difícil encontrarla en otros lugares. Me acuerdo de Pura Arca, una gallega de El Toboso, que me abrió las puertas de su casa y me dijo: «Te voy a contar toda mi historia pero tienes que dejar de apuntar en esa libreta y me miras a los ojos».
Suscríbete los 2 primeros meses gratis
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión