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El músico británico recorrió casi dos décadas de su trayectoria. Sara Santos
Jazzaldia

Territorio Cullum, el jazz se desarma

Jamie Cullum puso en pie a los 1.800 asistentes en su primer concierto anoche en el Kursaal, sin bajar el tono y con un jazz que rehúsa ser puro jazz

Elene Arandia

San Sebastián

Miércoles, 23 de julio 2025, 02:00

Todo cabe en el universo Cullum, siempre que sirva para contar algo. El británico desplegó su talento como arreglista y narrador musical en el concierto ... inaugural del Jazzaldia que ofreció en un entregado Kursaal, en su quinto regreso a la ciudad, ante 1.800 asistentes.

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Jamie Cullum entiende el espacio escénico como lugar de exploración donde la estructura es maleable en tiempo real. Su impulso creativo no se detiene aunque el circuito del jazz lo encasille: no necesita justificar su eclecticismo.

Salió cantando a capela aquello de 'I've Got You Under My Skin', micro en mano, pero no necesitaba más volumen que la acústica de la sala. Con un saludo en euskera, encadenó con 'Don't Stop the Music', de Rihanna, mientras golpeaba el piano cual caja de ritmos, como si buscara el pulso exacto del ruido que suena en su cabeza: el de un creador nato en quien aún habita algo del DJ que fue.

Solo él bastaría para llenar las dos horas de concierto en el que una imponente banda respondía en cadena, sin perder el swing. Esculpió un repertorio de un núcleo de canciones 'canon Cullum' que revelan su evolución artística y hacia dónde apunta su propuesta. El repertorio estuvo apoyado en una columna vertebral de temas que han sobrevivido al paso del tiempo sin perder identidad. La selección recorrió con soltura casi dos décadas de carrera: desde las raíces inconfundibles con sus texturas clásicas y sinceras, hasta la energía pop-soul, pasando por la frescura y la experimentación.

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Abrió con 'Taller', constante en esta gira, que se instaló en la atmósfera con un tono góspel. Pronto se lanzó con 'Get Your Way': groove afilado, ritmo cortante y un piano que entraba a codazos, desde donde dio el primer salto. Una mezcla de descaro elegante y control quirúrgico que lo aleja definitivamente del crooner clásico.

Apareció temprano 'These Are the Days', envuelta en esa cadencia R&B que no ha perdido ni una arruga desde 'Twentysomething' y que no se cansa de mimar, mostrando sus habilidades vocales incluso en registro de barítono.

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Cuando llegó el fantástico y juguetón cover 'Everybody Wants to Be a Cat', la cosa cambió de tercio; hubo solos de puro jazz, pero el escenario ya era una fiesta gamberra con acento de Nueva Orleans, una invitación a soltarse sin complejos. Si alguien buscaba ortodoxia, se había equivocado de playa. Y también hubo versiones pasadas por el filtro Cullum: 'Cry Me a River', o un medley entre 'Singin' in the Rain' y 'Everybody Loves the Sunshine' que ya no suena a vodevil ni a soul soleado, sino a jam session.

En 'Mankind' bajó al foso y se lanzó al Kubo, rodeando al público entregado. En la recta final, puso a todos a bailar con 'When I Get Famous' y una 'Sinnerman' de Nina Simone transformada en un torbellino de ritmos africanos, casi ritualística, que puso al Kursaal de pie y en trance. Literal: no dejó que ni el público ni el ritmo volvieran a los asientos. En la recta final del concierto, con dos bises por delante, Cullum ofreció un tramo emocionalmente denso y sofisticado que capturó la esencia de su arte híbrido. Asomó hacia el final 'All at Sea', que marcó un cambio de tono y llevó al público a un espacio más introspectivo antes del cierre. Solo al piano, entregó una versión contenida, tempo pausado y acordes jazzeados. Y llegó el gran final: 'Gran Torino'. En el estreno del Jazzaldia nada sonó como en sus discos y nada pretende hoy sonar igual que la noche anterior.

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