El último de los madrugadores pases que el Jazzaldia había dispuesto en el Museo San Telmo dentro de su ciclo 'Piano Solo' fue el dedicado al donostiarra Mikel Azpiroz: el tercer mosquetero tras Iñaki Salvador y Paul San Martín. Tras el anuncio de los consejos sanitarios por megafonía el líder de Elkano Browning Cream tomó asiento. Frente a él un piano Steinway, colocado en un lateral del claustro y con los espectadores ocupando los pasillos.
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La selección musical fue de menos a más en cuanto a concreción y vivacidad, con muchos momentos para la evocación de imágenes y el disfrute con los ojos cerrados. 'Jolasean', 'Gaur Hemen', 'Eulieta'. Bellos aires marítimos que te transportaban a los pesqueros de Terranova. Pasajes de película muda. Domingos de alboradas radiantes. Teclas románticas pulsadas con suavidad, espaciando con elegancia los espacios entre los golpeos. 'Gaueko Arimak', 'Agur Hank'. Saltos latinos y el blues y la tradición vasca comenzando a inundar el ambiente. Con el mundo exterior (recogida de vidrio para reciclar, peleas de gaviotas) sabiendo colarse entre las melodías como complemento costumbrista. 'Sararen Dantza', 'Horizontera'. Visitas a Iparralde, tonos graves, inspiración sutil y ensoñadora. Un autor que en este punto demostró gran concentración frente a las cercanas instantáneas que le sacaba el fotógrafo oficial. 'Aingeru Saltaria', 'Mari'. Soplos de canción francesa y de amaneceres apasionados. La lista fue cogiendo ímpetu con los minutos más netamente blues de la mañana ('Sugaar') y las gotas de pop ('Zuri'). El aplauso del público le animó a tocar un bis, estrenando una pieza titulada 'Garai Onak'. Esos «buenos tiempos» a los que alude ese título suenan complicados estos días. Pero si hablamos de la expresividad y el arte que Mikel Azpiroz demostró en este Jazzaldia no podemos dudar de que, más que buena, esta época es excelente.
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