Dave Holland
El músico británico Dave Holland repasa su camino, de Miles Davis a Kismet, el último proyecto junto a Chris Potter que presentará esta noche en la Trinidad
Corría 1968, y Dave Holland apenas rozaba los veintiún años cuando, una noche en el club Ronnie Scott's de Londres, mientras tocaba en un ... combo que abría para el trío de Bill Evans, Miles Davis fijó su mirada en aquel joven y vio en él al reemplazo ideal para Ron Carter. Dos semanas después, ese encuentro inesperado lo llevó a Nueva York para grabar tres discos que cambiarían el rumbo del jazz: 'Filles de Kilimanjaro', 'In a Silent Way' y 'Bitches Brew', álbumes que marcaron el inicio de una revolución sonora, rompiendo con el jazz tradicional y abriendo caminos hacia la fusión y la experimentación.
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Más de medio siglo después, el contrabajista británico sigue componiendo su destino a contratiempo, y presenta esta noche en la Plaza de la Trinidad (21.00 horas, como segundo concierto de la noche) Kismet, un nuevo proyecto junto al saxofonista Chris Potter y el baterista Marcus Gilmore que apuesta por la improvisación como forma de destino.
–¿Qué entiende por 'kismet'?
–Cuando trataba de encontrar un buen nombre que represente el proyecto —lo cual siempre es un desafío— empecé a pensar en el destino y en qué papel juega en nuestras vidas, en lo que traemos al nacer, en el camino que se nos presenta y en las decisiones que tomamos como respuesta. Pienso en ello en muchos niveles. Por supuesto, también en lo que respecta a la música, creo que muchos músicos se sienten atraídos por ella desde muy jóvenes. Pero no es solo algo que les interesa; es una pasión, algo inherente a quienes son. En ese sentido, parece que muchos músicos nacen, de alguna forma, con el destino de seguir la música, si tienen la oportunidad. Pero claro, todos también debemos construir nuestro propio destino. Creo que debemos estar activamente involucrados en construir nuestras vidas y decidir el propósito de nuestra existencia, qué podemos aportar al mundo y a la sociedad, y cuál es nuestro destino en ese sentido. Es una misión que creo que tal vez podamos descubrir si la buscamos.
–¿Qué repertorio han escogido para el Jazzaldia?
–Tenemos una variedad de música escrita por los miembros del grupo. Nos gusta tocar música original porque tenemos un enfoque particular hacia la música que queremos explorar. Escribimos composiciones que nos sirvan como vehículo para desarrollar ciertas ideas. Chris Potter y yo decidimos formar este grupo y hemos contribuido con la mayoría de la música. Lo que tocamos en una noche determinada suele decidirse esa misma noche en base a una colección de composiciones que interpretaremos durante la gira. Escogeremos algo especial para Donostia.
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«Lo que tocamos en una noche determinada suele decidirse esa misma noche. Escogeremos algo especial para Donostia»
–La apuesta por música original es firme... ¿Qué buscan explorar con esta formación con enfoque especial en la improvisación?
–Sí. Para mí es una parte muy importante de mi trabajo. Y creo que puedo hablar también por Chris. Crear composiciones que expresen una idea sobre cómo desarrollar la música. Es una relación simbiótica entre tu forma de improvisar, de tocar, y la composición que escribes, que te da el vehículo para explorar esa improvisación.
–Es su primera gira con Kismet. ¿Cómo surge la necesidad de crear este particular proyecto?
–Potter y yo estábamos hablando para crear un proyecto para este verano. Originalmente planeábamos trabajar con uno de los grandes maestros de la tabla india, Zakir Hussain, pero lamentablemente falleció a fines del año pasado. Decidimos continuar y organizar una gira para el verano.
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–¿Qué define el sonido de Kismet en comparación con otros grupos que ha liderado?
–El sonido es una de las primeras cosas que descubres cuando comienzas a tocar un instrumento. Muchos de nosotros tenemos modelos a seguir, personas a las que admiramos y que representan lo que quisiéramos hacer. Todos los músicos que conozco han tenido esa experiencia al principio. Escucharon una grabación que los inspiró, y se convirtió en su modelo para crear su sonido en el instrumento. Cada persona tiene su propia voz, su propia forma de hablar. Y lo mismo pasa con los músicos: puedes tener tres saxofonistas y cada uno sonará diferente por cómo tocan, su embocadura, el control de la respiración... todo influye. Al principio, intentas sonar como esa persona que admiras. Pero con los años te das cuenta de que nunca sonarás como ellos. Solo puedes sonar como tú mismo.
–¿Le resulta complicado describir su propio sonido? ¿Cómo diría que suena?
–Mis modelos fueron Ray Brown, Ron Carter, Paul Chambers, Oscar Pettiford... Charles Mingus también fue una gran influencia. Pero mi sonido es una mezcla de esas influencias y lo que descubrí como propio, lo cual es difícil de describir. Es algo muy personal. Busco claridad y algo que cante. Supongo que esa es la mejor manera de describirlo.
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–Tiene una fuerte conexión con Chris Potter; han trabajado juntos durante muchos años...
–Cierto. Lo escuché por primera vez poco después de que llegara a Nueva York, donde tocaba con algunas bandas. Lo escuché con el trompetista Red Rodney, que tocaba con Charlie Parker. Chris tocaba el saxo alto en ese momento. Debía tener unos 18 o 20 años, muy joven. Unos años después me pidió participar en uno de sus primeros discos, donde estaban John Scofield en la guitarra, Jack DeJohnette en la batería y yo en el contrabajo. En el estudio me impresionó mucho su compostura, cómo se desenvolvía, sus composiciones originales. En 1987 formé un nuevo quinteto e invité a Chris. Estuvo en esa banda unos 15 años. Yo pasé a otros proyectos, pero Chris ha estado en muchos de ellos. Tocamos juntos en una banda llamada Aziza, con Lionel Loueke en guitarra y Eric Harland en batería. Este es uno más en esa larga línea de colaboraciones.
–Volviendo a Kismet, ¿contemplan grabar un álbum de estudio o lanzar grabaciones en directo después de la gira?
–Nos gustaría grabar al grupo. Me gusta darles a los músicos la oportunidad de tocar en vivo primero, el material se vuelve familiar y se desarrolla en concierto, y cuando vamos al estudio, podemos capturarlo en la grabación. Todavía no hemos hecho planes, pero tengo la sensación de que después de la gira diremos: «hay que grabar un disco».
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–Me gustaría hablar sobre los discos 'In A Silent Way' o 'Bitches Brew' de Miles Davis en los que participó. ¿Cómo fue pasar de los clubes de Londres a grabar esos álbumes?
–Fue un viaje increíble. En 1968, llevaba unos cuatro años viviendo en Londres y trabajaba todo el tiempo: tocaba en clubes, hacía sesiones de grabación, música para cine, de todo. Era un músico profesional intentando aprender sobre música, viviendo muchas experiencias distintas. Incluso tocaba música clásica; estudié en un conservatorio en Londres. Pero durante esos años, el jazz se convirtió en mi prioridad y supe que era en lo que quería concentrarme. Supe que tenía que ir a Nueva York. En 1968, estaba planeando mudarme a finales de año, y en verano, Miles Davis vino a un club donde yo tocaba en Londres y me escuchó. Me pidió que me uniera a su banda, algo completamente inesperado y maravilloso. Semanas después, ya estaba tocando con su quinteto en Nueva York. Estuve en la banda un par de años.
«Algunos decían que Miles Davis estaba destruyendo el jazz, pero él solo seguía empujando la música hacia adelante»
–¿Cómo vivió aquellas sesiones con Davis y esa revolución musical que supuso alejarse del jazz tradicional hacia una nueva forma de crear?
–Cuando volvíamos de gira, grabábamos en estudio. A veces, solo una o dos piezas. No era como entrar al estudio por días para hacer un disco completo. Miles grababa cuando tenía ideas y quería hacerlo. Empezó a añadir músicos al quinteto original, ampliando el grupo. Llegábamos al estudio sin saber exactamente qué íbamos a hacer. Nos daba ideas y nos pedía que aportáramos también. Así nacieron esos discos. Proponían una nueva forma de tocar música. A mucha gente le encantó, y a otros no. Algunos decían que Miles estaba destruyendo el jazz. Pero él solo hacía lo que siempre hacía: seguir empujando la música hacia adelante.
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–¿Aún se siente cercano a esa música?
–Fue hace mucho tiempo. Creo que cuando uno mira atrás en la vida, ve distintas etapas. Diferentes momentos donde te enfocas en distintas cosas. Mirar atrás es como leer un diario: representa lo que sentías, pensabas y vivías en ese momento. Así que claro que me siento cercano. Pero al mismo tiempo, estoy lejos de eso en términos de lo que pienso y hago musicalmente hoy. Ha sido un largo viaje. He tenido la suerte de vivir tanto y poder tocar música durante tanto tiempo. Aún sigo aprendiendo, creciendo, y sumando cosas a ese viaje, mientras pueda.
–¿Hay algo que no haya hecho musicalmente?
–Muchas, muchas cosas. Todavía estoy en ello. He hecho muchas cosas que ni sabía que haría. Tuve una experiencia maravillosa con el guitarrista de flamenco Pepe Habichuela. Nos conocimos, empezamos a trabajar juntos e hicimos un disco llamado 'Hands'. Una experiencia que no esperaba, pero cuando se presentó, me lancé. También he tenido otras geniales con Anouar Brahem, el laudista tunecino que graba con ECM. Otro enfoque musical que fue genial e inesperado. Ya hemos hecho tres discos juntos. Ahora mismo estoy concentrado en este año. Hago duetos con Lionel Loueke. Editamos 'United', y acabo de grabar otro disco con John Scofield que saldrá con ECM en noviembre.
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