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Sara Santos
Jazzaldia

Y de postre… un trago con Ms. Krall

Carlos Rodríguez Vidondo

San Sebastián

Lunes, 25 de julio 2022

La fina lluvia que había caído en el intermedio cesó y la plaza guardó silencio minutos antes, incluso, de su salida al escenario. Lakecia Benjamin había dado todo un espectáculo de vitalidad, energía y vigor, pero el público que llenó la Trinidad anoche esperaba a alguien más. «Diana, I Love You», gritaba una voz desde lo alto de un balcón y, en el backstage, se formaba un respetuoso pasillo que iba a elevarla hacia el escenario.

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Diana Krall era uno de los grandes nombres de la 57 edición del Jazzaldia y así correspondieron los espectadores al agotar sus entradas con premura. No era la primera vez que visitaba San Sebastián, ni mucho menos, pero la sensación en la grada era similar. Toda conversación giraba en torno a ella, los nervios fluían entre la línea de sillas y los aplausos se conservaban como un bien escaso hasta que, de pronto, todo se calmó.

Su cálida, sexy y susurrada voz bañó de reposo la atmósfera y sus dedos sobre el teclado pulsaban con tal sutileza que, por momentos, resultaba inaudible. La rojiza y tenue luz creaba un ambiente intimista que, con todo lo anterior, generaba un cóctel que seducía desde el primer trago. Ese sabor que se paladeaba con la balada 'I've Got You Under My Skin', primero a piano y voz, y luego acompañada por las escobillas de Karriem Riggins y el leve rasguido de la guitarra de Wilson.

Con 'Jockey Full of Bourbon' de Tom Waits sacó genio y la banda subió la temperatura con un arreglo alejado de ese swing que hasta el momento había predominado. Una risa nerviosa y coqueta antes de bromear con la 'Trini' a la que conoce de memoria. «¿Está lloviendo o no? No puede existir un San Sebastián sin lluvia», dijo antes de un solo bluesero sobre 'L.O.V.E.' de Nat King Cole. Demuestra Krall que no son necesarios fraseos demasiado largos, tirabuzones de escalas, ni virguerías rítmicas para transmitir algo durante una improvisación. Menos aún si luego murmura que «el amor fue hecho para ti y para mí».

Wilson eligió, entre su colección de guitarras, una Telecaster blanca para dar color folk al siguiente 'set', otra de los rostros que ofrece Ms. Krall al piano. Aplaudido cada solo por su cautivadora áurea, por fin, la plaza de la Trinidad pareció disfrutar de un programa hecho para la Trinidad: monótono y romántico. El dulce postre prometido tras la obligación de acabarse el plato de verduras. Sin embargo, no está de más recordar lo saludable que resulta incluir vegetales en cada comida, aunque al principio cueste. Y que me perdonen los Lamar Gay y los Cole por la metáfora gastronómica.

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