El 'show business' es así: estamos habituados a ver viejas glorias vagar por los escenarios en busca de un último aplauso y el último caché. ... Anunció el Jazzaldia que venía Iggy Pop y fuimos al Kursaal pensando que sería un 'revival' para nostálgicos protagonizado por un punk que acabó anunciando tónicas en la tele. Pero se obró el prodigio: el músico salió con la energía de un adolescente primerizo y se produjo una descarga generalizada de adrenalina, en las butacas y en el escenario, que aún debe flotar en el auditorio.
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Para la segunda canción ya se había quitado la americana y saltaba con el torno desnudo. Ni nos fijamos en su inestabilidad física hasta que tropezó y cayó de bruces. Temimos lo peor. Los músicos seguían tocando, como rockeros del Titanic, y un asistente salió a ayudar a Iggy. El artista se tocaba la nariz, como si hubiese sangrado. Y de pronto volvió a saltar, cantar y bajar entre los espectadores. Siguió 'in crescendo' hasta los bises. Quién iba a decir que una 'vieja gloria' iba a protagonizar uno de los mayores entusiasmos juveniles del festival. Aunque añadamos, para no ser tachados de nostálgicos, y salvando todas las distancias, que músicos más cercanos, como Carolina Durante y León Benavante, también unieron con brío talento y adrenalina en la playa. En el caso de Benavente, con homenaje a Rafael Berrio; otro que hubiese sido feliz con Iggy.
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