Pero, ¿seguro que esto está bien? ¿De verdad que no está prohibido? Eso parecían preguntarse los músicos del cuarteto de cuerda que acompañó a Hiromi ... Uehara sobre las tablas de la Trinidad. Ataviados con vestido largo, chaqueta con pajarita y rostro circunspecto, interpretaron su solemne papel durante la hora que duró 'Silver Lining Suite', el arreglo que la japonesa había preparado para ellos. Pero luego tocaba improvisar y soltarse la melena. ¿Qué dice la normativa? ¿Acaso se puede adelantar por la derecha? Calma, calma. La policía del jazz se pone en primer tiempo de saludo cuando pasa Hiromi por delante, pero nunca le pide la documentación.
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Ver a cuatro instrumentistas clásicos, con sus violines, su viola y su violoncello, pasárselo tan bien tocando contagió al público de la Trinidad. Atacaron sus cuerdas con violencia y destrozaron sus arcos 'a lo Malikian' mientras sonreían pasándose de uno a otro el turno de solos. «Después de esto no van a querer volver a la orquesta», decía alguno. Y es que cuando se descubre ese sensual atractivo que tiene el lado oscuro luego es muy difícil echarse atrás, más aún, si tras cada improvisación se suscita un aplauso. La pianista japonesa les miraba eufórica, pidiendo más 'rocknroll' y orgullosa de cómo iban pisando el acelerador. Total, la autopista por la que circula Hiromi nunca ha tenido límite de velocidad.
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