Ver 27 fotos
Jamie Cullum se baja a la arena del Jazzaldia
Primera fiesta de la playa. El músico británico ofreció anoche más suelto y explosivo su segundo y último concierto en la ciudad, en el escenario más informal del festival
Improvisación y carisma dialogaron anoche con el público, con la playa como testigo y el cielo que solo se mantuvo encapotado tras un día gris. ... Jamie Cullum y su banda subieron al escenario puntuales, como si no hubiera un segundo que perder. Nada en su música suena ajeno al contexto: lee el espacio con acierto y afina el directo sobre la marcha.
Publicidad
Regresó a la Zurriola con su segundo y último espectáculo en la ciudad y, lejos de repetir la fórmula del Kursaal, se sacó de la manga un plan B que no tenía nada de secundario. Cambió de escenario y cambió de registro. La apuesta era otra: distinto concepto y energía. El británico ofreció un concierto menos introspectivo y abiertamente desatado. Se lanzó a tumba abierta a por el entusiasmo colectivo, decidido a conquistar la noche de verano y convertirla en un auténtico happening de ritmo, carisma y cero contención.
Su encanto no es casual: es técnica bien enmascarada. La puesta en escena conectó con ese Cullum que disfruta rompiendo estructuras y tensando los límites del repertorio sin perder ni un gramo de sofisticación y un sentido del humor contagioso. El setlist fue un cóctel de temas propios conocidos –ese 'canon Cullum' que arrastra siempre consigo–, pero reordenados con otro espíritu: más directo, más bailable y menos jazz de club.
En mitad del concierto, Jamie Cullum bajó al foso y sorprendentemente saltó a la arena en un gesto cercano al público
El carisma salta del escenario, aunque esta vez no hizo falta lanzarse al público, tenía la playa entera a sus pies, y Cullum se divirtió como si estuviera en el salón de su casa. Apareció con gafas de sol, arrancó fuerte y sin rodeos con 'Get Your Way'. Tras insistir en que Donostia era uno de los lugares más bellos para hacer música, aseguró al público que había elegido el lugar adecuado para estar esa noche.
Publicidad
Para el cuarto tema ya estaba encaramado al piano, en modo percusión, golpeándolo con puño y manos, sacándole cuerpo, mientras su voz saltaba del crooner elegante al MC sin previo aviso. Era 'Singin' in the Rain' fusionado con 'Everybody Loves the Sunshine', una de las versiones marca de la casa que terminó en jam funk y beatbox del autor.
'Mankind' lo bajó al foso y, sorprendentemente, también a la arena, donde se abrió camino sin soltar el micrófono, y el público reaccionó con un caluroso abrazo y selfies a lo largo de su recorrido. Uno de los momentos más aclamados fue 'Killing in the Name', de Rage Against the Machine, y el clímax llegó de nuevo con 'Sinnerman', transformada en un mantra tribal. Tras testearla en el Kursaal, volvió a lanzarla ayer para hacer bailar a la multitud, llevando el concierto al borde del trance colectivo.
Publicidad
El micro es un instrumento más en su paleta creativa, y parte de su discurso musical pasa también por hacer de ese juego un espectáculo en sí mismo. Es ya característico el uso del delay; aleja y acerca el micrófono como si estuviera sampleando su propia voz, jugando con el volumen, los ecos y la atmósfera. Pero no se quedó ahí. También se acercó a un pequeño sintetizador convertido en una mesa de mezclas con pedales y un looper, desde donde siguió estirando sonidos y sacando texturas con una nueva tanda de efectos.
Otra noche. Otra película. Y aún quedaba metraje: el góspel y el country del dúo de Michigan The War and Treaty recogieron el testigo con un directo incendiario, que cambió el decorado sin bajar ni un grado la temperatura emocional de la noche.
Suscríbete los 2 primeros meses gratis
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión