Fernando Ballano | Historiador
«En la Guerra, las venéreas causaron tantas bajas como las balas»La entrevista ·
En un libro sobre sexo en la contienda civil cuenta que «las extranjeras se sorprendían de lo pudorosas que eran las españolas»Durante la Guerra Civil española, los mandos de los dos ejércitos compartían un temor: que sus fuerzas se vieran mermadas no solo por las balas ... y los obuses del enemigo, y el frío terrible de algunas comarcas en invierno. Existía otro peligro en la retaguardia que se multiplicaba a gran velocidad y actuaba sin violencia. Según numerosos testimonios de la época, las enfermedades venéreas diezmaron las divisiones como si fueran un quintacolumnista más. Un enemigo invisible surgido a consecuencia de la proliferación del sexo de pago -y no solo- que se dio durante el conflicto. Lo cuenta el historiador Fernando Ballano (Utrilla, Soria, 1956), que ha sido profesor en Nueva York y Madrid, funcionario del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo en Burundi y que ha publicado libros sobre la presencia española en Guinea y la Guerra Civil. El último es 'Amor y sexo en la Guerra Civil' (Ed. Arzalia).
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- Hay una cosa que se repite varias veces en el libro y que tiene aspecto de verosimilitud: las enfermedades venéreas causaron más bajas en la Guerra Civil que las balas. ¿Fue así?
- El 60% de las bajas por enfermedad -es decir, las no debidas al combate- se debió a las venéreas, según los estudios más fiables. Además, esa cifra estaba repartida de manera desigual. En los frentes 'dormidos', aquellos en los que había poca actividad, las bajas eran muchas más. Tenga en cuenta que cada cierto tiempo los soldados eran enviados a la retaguardia para darles un descanso, y en esos días se multiplicaban los encuentros sexuales y por tanto se disparaba el riesgo de contagio.
- En la Guerra Civil parece haber habido mucho más sexo del que había antes de julio de 1936. ¿La presencia de soldados y voluntarios extranjeros, que venían de países más liberales en ese sentido, influyó mucho?
- Influyó, pero no fue solo eso. En realidad, el número de extranjeros en los frentes no era alto respecto del total. Los integrantes de las Brigadas Internacionales fueron pocos más de 40.000 a lo largo de toda la guerra, y los italianos, alemanes y africanos en el ejército de Franco, pasaron algo de 100.000.
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- Así que hubo otras razones.
- Lo decía Arturo Barea: en una circunstancia así, la vida se convierte en algo simple y quieres disfrutar como si no hubiera un mañana. Había otros factores: muchos soldados eran muchachos que no habían salido de su pueblo y que tenían así la oportunidad de 'estrenarse', normalmente con las prostitutas que había en la retaguardia.
- ¿Qué diferencias se pudieron observar en los dos bandos? Porque a priori en el republicano había más tolerancia al sexo no matrimonial.
- Lo del amor libre era algo que circulaba sobre todo entre los anarquistas y se refería a que no era preciso que ningún cura o ninguna autoridad civil sancionara el matrimonio para que una pareja estable pudiera tener sexo. Pero eso no significaba que se aceptara el poliamor ni nada por el estilo. Las españolas fueron reacias a la promiscuidad, y eso incluye también a las anarquistas, y las madres presionaban mucho. No podemos olvidar tampoco que si un soldado y su novia tenían una convivencia estable pero sin casarse y él moría en combate ella no cobraba pensión. Ese era un argumento poderoso para que se animaran a casarse.
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- Estamos hablando de parejas más o menos estables. Pero, ¿y la prostitución? ¿Funcionaba de manera diferente en uno y otro lado?
- Entre los nacionales se cuidaban más las formas, pero solo eso. Los requetés iban a prostíbulos como todos, pero con un factor peculiar. Como con ellos iba un capellán, primero pecaban en la retaguardia y luego se confesaban y comulgaban antes de volver al frente. Hay muchas anécdotas al respecto, como la de un soldado que en un combate no parecía muy activo y procuraba mantenerse a salvo de los tiros porque, según dijo luego, había estado con una prostituta y no le había dado tiempo a confesarse.
«Cuando los soldados iban a la retaguardia se multiplicaban los encuentros sexuales»
- ¿Y en el bando republicano? Allí había más mujeres en el frente o cerca de él.
- Tampoco eran muchas. Se sabe de episodios como que unas extranjeras que hacían de enfermeras se bañaron desnudas en un río y los soldados que las vieron estaban alucinados porque no podían imaginar que las españolas hicieran algo así. Las extranjeras se sorprendían de los pudorosas que eran las nativas. Y algunas de estas dejaron testimonio escrito de que en los bailes habían rechazado a los soldados extranjeros porque si las veía alguien de su pueblo temían no poder tener luego un novio formal. En uno y otro lado, todo el mundo intentaba hacer lo que podía en materia de sexo, pero en muchos casos no se pasaba de simples escarceos.
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Prostitución
- Hablemos de la prostitución. Los soldados, unos más que otros, cobraban por día de lucha y gastaban su dinero en beber, dormir de vez en cuando en algún lugar más cómodo… y en prostitutas.
- Al principio, en el bando republicano, muchas prostitutas se juntaron con los soldados. Eso ocasionaba tantos problemas que algunos mandos, como Durruti, hicieron que aquellas mujeres, que en ese caso habían ido de Barcelona hasta Aragón con los soldados, volvieran a Barcelona. Los soldados tenían dinero y pocas oportunidades de gastarlo hasta que les concedían unos días de descanso. Para entonces habían ahorrado bastante. Hubo incluso soldados del bando nacional que se pasaron al republicano porque les pagaban mejor, aunque solo se dio al comienzo del conflicto. Así que había dinero circulando.
- Una novela de Doctorow, 'La gran marcha', detalla cómo tras el ejército del general Sherman, en la Guerra de Secesión, viajaba un enorme contingente de personas: carpinteros, cocineros, mecánicos… y prostitutas. ¿Pasó también aquí?
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- A los pueblos que ocupaban los dos ejércitos llegaban enseguida prostitutas de otras comarcas porque se enteraban de inmediato de cuáles eran los lugares de descanso. También se daban episodios de otro tipo. Por ejemplo, la Legión tenía sus propias putas, que vinieron desde África. Sus integrantes ganaban más y esas mujeres los acompañaban y con frecuencia tenían relaciones fijas con los soldados. Algunas llegaron a situarse en la primera fila del frente y cuando se movían los cuerpos de ejército ellas iban detrás.
- ¿Los oficiales tenían más sexo que los soldados?
- Los oficiales ligaban mucho más. Pasa siempre. Las enfermeras, por ejemplo, se enamoraban de los oficiales. Y en cuanto a la prostitución, había diferencias. Los alemanes, que eran en su mayoría pilotos, tenían sus propios prostíbulos. Los brigadistas, en cambio, iban a cualquier lado. Y entre los españoles, la diferencia la hacía el precio del servicio. Los oficiales podían permitirse prostíbulos mejores.
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«Cuando un ejército ocupaba un pueblo llegaban prostitutas de otras comarcas»
- Volvamos un momento a las enfermedades. En el libro cuenta casos de soldados que buscaban contagiarse para evitar ir al frente. Parece más placentero que darse un tiro, cosa que además estaba penada.
- Más placentero, seguro, pero no exento de riesgos. La sífilis daba entonces muchos problemas y una vez que alguien la contraía no sabía muy bien cómo acabaría. Aún así, fueron tantos los soldados que intentaron infectarse para retirarse de la primera línea de combate que llegó a establecerse que quien contrajera una enfermedad venérea podría ir a un consejo de guerra, como quien se disparaba a sí mismo con idéntico fin.
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- ¿Eso redujo los contactos sexuales?
- Parece que el efecto de la medida fue escaso. Se sabe que hubo casos de soldados que se automedicaban para no tener que ir al médico y correr el riesgo de que sus superiores supieran que se habían contagiado. Tomaban permanganato y algunos sufrieron verdaderas intoxicaciones por consumirlo sin el menor control. Los contagios fueron muchos, tantos que en ocasiones se vio afectado un grupo completo porque todos habían pasado por el mismo burdel.
- Luego está el asunto de la homosexualidad. ¿También había prostitución o eran contactos de otro tipo?
- No se sabe con certeza. Ese era un asunto que en aquellos años se ocultaba porque no estaba aceptado como ahora. Parece que en Barcelona había una prostitución homosexual pero mucho más velada. Todo se hacía más en secreto, en el frente y en la retaguardia. Decían que entre los marroquíes había casos y que a veces, cuando participaban chicos jóvenes, les pagaban con regalos.
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- ¿Y los rumores que corrían en cada bando sobre la homosexualidad de Franco y Azaña?
- Siempre se dijo eso de Franco, incluso antes de la guerra, porque no se le habían conocido novias ni mujeres que le interesaran. Respecto de Azaña, está ahí la hipótesis de que se casó con Dolores Rivas Cherif porque era la hermana de su amante y eso les permitía estar juntos de manera más fácil y natural. Se sabe que iban muchas veces los tres de viaje. En ambos casos hubo muchos comentarios entre los suyos.
Tras la Guerra
- En el libro aparecen personajes que luego fueron famosos, de José Luis de Vilallonga al padre de Julio Iglesias. ¿Ha recibido comentarios por parte de sus descendientes o allegados?
- No. Cuando cuento episodios suyos relacionados con el sexo durante la guerra me baso en lo que contaron ellos en sus memorias o personas que estaban muy próximas. No descarto, de todas maneras, que exageraran o inventaran algunos episodios.
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«La sífilis daba entonces muchos problemas»
- Eso es una consecuencia de su propia decisión de contar lo que sucedía en cada bando solo a partir de testimonios de ellos mismos, y no de sus enemigos.
- Claro, porque todos sabemos que hablar mal del enemigo es lo habitual. También he renunciado a la parte más autocomplaciente.
- Se sabe por crónicas, libros de Historia y películas que muchas veces las mujeres que se habían prostituido con el enemigo eran vejadas al final de los conflictos. ¿Sucedió también aquí?
- Aquí hubo más bien vejaciones hacia esposas de presos o de hombres que se pasaron al otro bando. Más por eso que por haber tenido relaciones con el enemigo. En los pueblos, además, las chicas se habían cuidado mucho de tenerlas. Así que no sucedió como en Francia cuando los alemanes se retiraron.
- ¿Y las prostitutas?
- Siguieron siéndolo. Al final de la guerra, las de Barcelona pasaron a Francia y siguieron ejerciendo en los campamentos de refugiados. Algún tiempo después fueron volviendo y no les pasó nada.
- Una pregunta sobre la postguerra. ¿Qué pasó con esa especie de furor sexual cuando la contienda acabó? Los extranjeros se fueron, ciertamente, pero ¿y los nacionales?
- Se volvió a las costumbres previas a la guerra. Durante la República se habían liberalizado algo las costumbres, pero poco. Los chicos de los pueblos volvieron a acudir a los prostíbulos para 'estrenarse' durante la mili o hacían escapadas a la capital para eso mismo, y ya está. Las cosas apenas cambiaron.
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