El actor argentino Luis Brandoni en el rodaje de 'Nada', con sus gafas naranjas; a él no se le perdieron.

La agenda portátil

Unas gafas naranjas para ver nada (y ver 'Nada')

Cómo unir en una crónica unos anteojos perdidos, un paseo en DBizi, una deliciosa serie argentina y la visita frustrada de Robert de Niro a Donostia

Mitxel Ezquiaga

San Sebastián

Sábado, 28 de octubre 2023, 02:00

Esta crónica terminará a la vez en la sección de objetos perdidos, en una serie argentina de televisión y en la visita frustrada de Robert ... de Niro a Donostia el pasado septiembre. Pero será mejor empezar por el principio.

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Los miopes sabemos bien de la importancia de contar con una óptica de cabecera. Desde hace más de 25 años dejo mi mirada en manos de María Aranguren y su óptica Carlos I de Amara (si yo fuera 'inlfuencer' esto sería publicidad; como solo soy joven promesa del periodismo, es información). En el último cambio, hace ya unos añitos, María me recomendó una montura naranja que recordaba mucho a la sempiterna de Fernando Colomo o a la que llevó mucho tiempo Juan Mari Arzak. Empecé a usarla aunque mi hijo decía que eran «gafas de txotxolo» y aunque Borja Luna, realizador de Keridos Monstruos, aseguraba que no daban bien en pantalla. Como siempre ocurre con los cambios de gafas, a los dos días todo el mundo pensaba ya que eran las mismas que había llevado toda la vida.

En el pasado Zinemaldia vivimos el estreno mundial de 'Nada', una deliciosa serie argentina protagonizada por Luis Brandoni y dirigida por Mariano Cohn y Gastón Duprat, autores también de películas como 'Ciudadano ilustre' y otras series estupendas como 'El encargado'. Tuve la suerte de asistir a la cena posterior al estreno en el Basque Culinary Center. Ahora la serie está ya en Movistar y es una más que recomendable carta de amor a Buenos Aires protagonizada por un crítico gastronómico insoportable.

Luis Brandoni hace el papel de ese crítico. Y sale con unas marcadas gafas naranjas similares a las de Colomo, Arzak y servidor. Las gafas de 'Nada' son mis gafas, y pensaba que ahí tenía 'tema' para unos párrafos hoy. Pero aquí llega el giro de guion: ayer al mediodía volvía feliz de comprar mi merluza rebozada en la imprescindible La Perola (si fuese 'influencer' esto sería publicidad, pero etc etc) en una bici de DBizi (qué bueno es ese servicio municipal) cuando la funda con las gafas naranjas se debió caer por el camino. Pedaleaba con las gafas de sol y llevaba las otras en su funda marrón en la chaqueta. Fue entre La Concha y el Antiguo.

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Lo descubrí al llegar a casa. Retrocedí por el mismo camino pero no las encontré. Y llegamos a la parte práctica: si alguien sabe algo de esas gafas, me tiene en el mail de debajo. Se gratificará. Con una botella de Remelluri, por ejemplo.

Así que me quedé sin las gafas de 'Nada', a la espera de un final feliz. Pero añadamos información para justificar el sueldo: en esa serie tiene un curioso papel especial Robert de Niro, amigo de Brandoni en la vida real. El actor norteamericano iba a venir a Donostia a participar en el estreno de 'Nada' y visitar el nuevo hotel Nobu, del que es accionista, pero la muerte de su nieto frustró el viaje. Me cuentan que el actor tiene previsto venir a su Nobu en los próximos meses: conoce San Sebastián (tuvo su Donostia) y quiere volver. Pero esa es otra historia. Yo busco mis gafas naranjas. Razón, en este mail:

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En voz baja

Zugasti, Cabestany y una escultura del Tourmalet en Eibar

Los amigos y seguidores de Peio Ruiz Cabestany recordamos aquella etapa del Tour de 1985 con más fuerza que si hubiese ganado. Es uno de esos momentos ciclistas que más literatura ha generado entre nosotros. Cabestany coronó el primero el Tourmalet en la gran carrera de su vida pero su director, Txomin Perurena, le hizo parar y esperar a Perico Delgado por tácticas de equipo («poco antes de morir Txomin me confesó que me hizo parar a mí porque tenía más confianza conmigo», reveló Peio hace poco).

Aquella gesta no solo inspiró a los poetas del ciclismo: también a los artistas plásticos. El eibarrés José Zugasti creó una escultura, 'El ciclista', con sus espirales de metal, inspirada en lo vivido ese día. Forma parte de los fondos de la Diputación y estaba en Gordailu, el almacén de los tesoros forales en Irun. En una visita descubrí la obra por casualidad y una tarde de 2021, en plena pandemia, junté a Zugasti y Cabestany con la escultura para un reportaje. Fue una maravilla sumar los recuerdos de un ciclista ilsutrado y un artista txirrindulari.

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Ahora esa obra se traslada al Eibar natal de Zugasti («de niño vi ahí a las grandes figuras ciclistas») y estará al menos diez años en el Museo de la Industria Armera. El escultor y el deportista volvieron a juntarse hace días en la presentación de la obra. Aquella etapa del 85 sigue dando guerra: más que si Peio hubiese ganado.

mezquiaga@diariovasco.com

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