Una cuestión referida a Chillida que me llama la atención es la falta de una completa y penetrante biografía suya. Aún hoy se carece de un relato que recorra la existencia del escultor, paso a paso, año a año, acontecimiento tras acontecimiento, un relato que sitúe a su alrededor las personas, los hechos, las circunstancias, los retos y las dificultades, los viajes y los contactos, las lecturas y las músicas, las alegrías y las decepciones, los éxitos logrados y los empeños que no lo fueron…, articulados todos ellos en un desarrollo narrativo vertebrador, un texto con todas aquellas vicisitudes, grandes y pequeñas, que hicieron posible que Chillida se convirtiese en el Chillida que conocimos y en el artista cuyas obras nos hacen hablar con nosotros mismos.
Sin ser un recopilador compulsivo de publicaciones sobre él, miré en mi biblioteca personal y contabilicé cerca de cincuenta libros sobre el escultor, pero ninguno es biográfico. Pregunté en Chillida Leku cuántas monografías se le han dedicado desde principios de los años 50 hasta hoy y me dijeron que varios centenares. Interesado por saber si entre ellas existe alguna biografía me dijeron que, estrictamente biografías, no hay.
Sin embargo, repartidos entre las páginas de numerosas publicaciones, ensayos y tesis doctorales sobre Chillida -y sobre personajes próximos a él-, incluida correspondencia epistolar privada y pública, expedientes administrativos, corporativos y comerciales, existen miles de datos biográficos dispersos, no conectados entre sí, que arrojan y arrojarían luces fragmentarias sobre momentos, situaciones, hechos y personas concretas. Son notas que esclarecen -o podrían hacerlo- algo en relación con un momento puntual, sea una escultura, el logro de algún reconocimiento, el encargo específico de una obra pública, la toma de contacto con cierta persona influyente en tal o cual cuestión…
La biografía es un territorio conflictivo donde se funden la tercera persona del singular y del plural, el texto y el contexto, el individuo y la historia. Una biografía de Chillida no estaría construida sólo por sus esculturas, hubo mucho más y, precisamente, ese mucho más es lo que, en buena medida, dio como resultado que sus esculturas fueran lo que son. El problema suele ser que a veces se quiere que el personaje biografiado sea puro, perfecto y angélico, no un individuo con todos sus problemas, depresiones, errores e inseguridades, los que todo ser humano tiene. La biografía que incluya eso es la que aún le falta a Eduardo Chillida.
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