Roxana Velásquez
La responsable del centro californiano, que dedica una exposición al artista donostiarra, cree que su obra encarna lo opuesto al de otros creadores más livianos
Con quince años de experiencia al frente del californiano Museo de Arte de San Diego, Roxana Velásquez (México D. F., 1966) ha apostado por una ... exposición retrospectiva de Eduardo Chillida. Todavía dentro del programa por el centenario del escultor donostiarra y en vísperas del propio centro californiano, 'Eduardo Chillida-Convergence' reúne más de ochenta obras en distintos formatos y materiales que permiten recorrer las distintas etapas de la trayectoria del artista y reivindicar su figura en unos Estados Unidos más centrados en los últimos años en otro tipo de creadores.
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– ¿Por qué ha considerado interesante justo ahora una exposición sobre Eduardo Chillida?
– Aún tengo la emoción de todo el público que acudió a la inauguración, junto con Mikel Chillida. Eduardo es uno de los grandes artistas internacionales, pero había que comunicarlo con mucha más claridad en Estados Unidos. Tiene muchísimas características que me atraparon desde que lo conocí: ideas, pensamientos y análisis. Su excelencia en el manejo de materiales es evidente, pero la forma en la que presenta los interrogantes me parece que hoy es más relevante que nunca.
– ¿En qué sentido?
– Está muy claro que habla de analizar con calma el espacio. En sus obras las situaciones se producen en un contexto, recurriendo a su reflexión y sin producir en masa. Si me guío por sus comentarios, debo mencionar su deseo de solidez.
– Aunque en Estados Unidos tiene tanto obra pública como presencia en los fondos de numerosos museos, ¿por qué han transcurrido casi cincuenta años sin que se organizara allí una gran exposición en torno a su figura?
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– Es muy curioso porque efectivamente, no tengo una respuesta concreta. Llevo quince años en Estados Unidos y no me había tocado ver obra de Chillida, como sí lo había hecho en otros sitios. Es una cuestión que tiene muchísimas explicaciones. Quizás las obras tienen que tomarse su tiempo antes de ser revaloradas. Puede que también las cuestiones logísticas hayan tenido que ver o el hecho de que su obra no abunde. Esta parte ha podido jugar un papel, pero también le hablaría de las modas. Y es muy interesante porque en los últimos veinticinco años hemos visto cuáles han sido las piezas que han ocupado la escena artística. Si compara la producción escultórica que ha ocupado todos los espacios, no sólo en EE UU, verá que tienen otro tipo de connotaciones: cuestionamientos de la vida diaria, con artistas que todos conocemos, como Jeff Koons. Los suyos son asuntos que no son exactamente los mismos que los de Eduardo Chillida o más bien, hay también temas comunes, pero con otro tipo de resultados. Chillida es hoy más relevante que nunca porque nos redescubre a un hombre de una gran profundidad cuyas obras se coleccionaron en los años sesenta y setenta en Chicago, Houston o Washington. En este artista aparecen estas obras pesadas, creadas en hierro, y sin embargo, con esa proyección de ligereza. Aparentemente, hay una simpleza innata en obras de los sesenta que tenemos a la entrada de la exposición que, sin embargo, producen intriga.
«Eduardo Chillida es uno de los grandes artistas internacionales, pero había que comunicarlo con mucha más claridad en Estados Unidos»
– ¿Cree que hay en EE UU una recuperación de los artistas europeos de Postguerra, respecto a esta época reciente en la que han primado artistas de minorías, fueran de etnia o de género?
– Sí, siempre hay un regreso y una comparación, y éste es un momento muy importante de redescubrimiento. Hablar de que Chillida no es conocido en EE UU es una contradicción, pero sí era muy importante para estas generaciones mirar, comparar y poner en valor a este gran artista. Es importante algo que para ustedes será obvio y es el gran conocimiento de Chillida, su apertura a la hora de entender el mundo desde distintas disciplinas: su admiración por Bach, sus estudios filosóficos, sus libros de artista con Heidegger... Es decir, en las últimas décadas se percibía un facilismo y con Chillida vuelve la seriedad.
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«Los asuntos que aborda Jeff Koons no son los mismos que los de Chillida o más bien, hay temas comunes, pero con otro tipo de resultados»
– Supongo que el conocimiento de su obra en EE UU dependerá de las generaciones: menos, entre los más jóvenes.
– Depende las generaciones, efectivamente. En San Diego hay un galerista vasco, José Tasende, que trajo a Chillida hace por lo menos treinta años o más, y ahí encontramos obra gráfica y en pequeña escala, pero hacía muchísima falta regresar a las esculturas grandes y a las exposiciones retrospectivas. Además, el deleite y el goce de los distintos materiales es muy interesante. Hay que mirar las fechas para darse cuenta del tiempo en el que Chillida ya estaba experimentando.
– Usted conoce Chillida Leku. ¿Qué le parece?
– Personalmente, es uno de mis espacios favoritos porque denota toda la seriedad y serenidad del artista. He hecho tres visitas a lo largo de los años y en dos de ellas llevé al patronato del Museo de San Diego porque había mucha emoción por conocer el espacio.
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«Es difícil encontrar un conjunto escultórico que provoque esa magia en el espectador. Lo natural y lo artificial se unen a un nivel de gran perfección»
– ¿Y 'El Peine del Viento'?
– Es difícil encontrar un conjunto escultórico que provoque esa magia en el espectador. El espacio físico que te permite caminarlo y verte inmerso en la obra es magia, pero lo que llama la atención es esa intervención en la que lo natural y lo artificial se unen a un nivel de gran perfección.
– Una realidad virtual reproduce ese espacio en su exposición...
– Así es. Está para abrir el apetito de muchos visitantes y que descubran una de las mejores regiones del mundo, en mi opinión.
– En su museo hay una gran colección de arte español, pero ¿es conocido el arte vasco a través de otras figuras como Oteiza?
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– No a gran escala. Chillida podría ser el más reconocido. El Museo de San Diego alberga quizás la más importante colección de arte español del Siglo de Oro básicamente, junto a la Hispanic Society de Nueva York, aunque también tenemos obras de Picasso y de Miró. Tenemos Grecos, Zurbarán, Riberas o Pedro de Mena... es una colección muy sólida que ya estaba ahí desde que se fundó el museo.
– Comentaba usted en la inauguración que encontraba paralelismos entre esa San Diego californiana y San Sebastián, quizás por su condición de ciudades fronterizas, como apuntó Mikel Chillida.
– Así es. Son unos paralelismos muy evidentes. Somos frontera, hay un intercambio inmediato de distintas culturas. San Diego es una ciudad multicultural y ser la puerta exacta con México y Latinoamérica le permite tener una riqueza en la diversidad de la población. Pero además, el Pacífico, que es muy frío en esta parte de California y tiene muchas olas, no diré que es igual al Atlántico de ustedes, con ese mar tan bravo, pero hay un espacio similar en algunas zonas. San Diego es si usted quiere un desierto, estamos secos, pero hay esa correlación de libertad, de espacios abiertos, de cielos impresionantemente azules. Chillida nos invita a pensar en su espacio. Y los 'Peines del Viento' es uno de mis espacios favoritos desde hace décadas, pero había que compartirlo a gran escala con las audiencias del museo, que vienen de Los Ángeles, San Francisco o México. Recibimos más de medio millón de visitantes cada año, pero el parque en el que se ubica el centro tiene catorce millones de visitantes anuales.
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–En febrero del próximo año el Museo cumple cien años.
– Estamos celebrando el centenario de Chillida y también lo haremos con el del Museo el próximo año.
– Y usted lleva quince al frente.
– Lo estoy celebrando, así es. Vine del Palacio del Bellas Artes de México.
– Es el cuarto museo que dirige. ¿Está pensando ya en cambiar?
– De ninguna manera. Estamos llenos de proyectos y de entusiasmo. Ahora tenemos un proyecto de maquetas de Norman Foster, gran amigo de Eduardo Chillida y que se está ocupando de la ampliación del Museo.
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