Crítica de 'Tres amigas': Del amor y su fragilidad

En todo caso, Emmanuel Mouret es más que «el Woody Allen francés». Aunque emparente parcialmente con su sensibilidad, tiene un mundo propio y su cine resulta placentero más allá de las comparaciones. Sus tres últimas películas, 'Las cosas que decimos, las cosas que hacemos', 'Crónica de un amor efímero' y la presente, las tres con el estupendo 'hombre normal' Vincent Macaigne en su elenco, son sendas miradas deliciosas al amor y sus fragilidades.

'Tres amigas' se hace acogedora desde sus primeros planos, con una voz en off, la de Macaigne, presentando a los protagonistas («este es un personaje importante, aunque no sea el principal») y los lugares de Lyon en que se desarrollará la película.

Ese punto de juego aparentemente ligero, con elementos de enredo, se combina prodigiosamente con notas más serias y observaciones más adultas sobre el amor y el desamor. A través de las distintas situaciones personales de las tres amigas protagonistas y de los recovecos de sus cambiantes sentimientos, Mouret vuelve a acercarse a la «feliz complejidad» del amor, a la necesidad de asumir que no es eterno y que es posible que a uno le dejen o que haga daño sin quererlo al dejar a otro.

En fin, que no hay otra que hacer lo que se pueda y, mientras tanto, disfrutar de la compañía de esta encantadora película de certeros diálogos, tan suavemente delicada como gozosamente divertida.