Crítica de teatro | El dilema del jamón

Algo así es lo que les ocurre a África y David. Ella, madre de un niño adoptado, soltera y vegana a medias. Él, padre de una niña, practicante de la fe judía, viudo y bastante perdido en la vida. La anécdota que enciende la mecha es que los dos niños, compañeros de colegio y muy amiguitos comparten la merienda. Un problema porque el hijo de África lleva al cole bocadillo de jamón y la hija de David no puede comer tal producto por imperativo religioso. Ya tenemos el puesto de salida para esta comedia que, a ratos, cambia el humor por la acidez.

La función es un continuo escaparate de reproches entre ambos personajes. Una disputa en la que el autor de la obra ha otorgado de mejores armas a ella que a él y por lo tanto la historia está bastante descompensada en buena parte de la función, aunque al final se intente arreglar.

No es una comedia que bucee en los personajes, cosa que le vendría muy bien. Se queda más en la superficie aunque es cierto que contiene el suficiente número de avances en la trama como para mantener la atención. Pero siempre parece un poco a medias, como si tuvieran precaución en no alejarse de la parte más cómica. Lo que ocurre es que tampoco la parte de comedia está especialmente desarrollada, quedando el conjunto un poco deslavazado. Aun así tiene sus momentos divertidos y algunos giros que aportan chispa.