Las escondidas salinas de Aguilar de Codés, ahora en 'reposo' invernal, de camino a Kanpezu. M.E.

La filosofía es sexy y a ratos sabe a sal

La Agenda Portátil ·

Cómo mezclar las aulas de Mundaiz con el Narru, y cómo reunir a Platón con gentes de acción como Ducasse, Erentxun o Javier Cercas / Visita al Arrea de Edorta Lamo

Mitxel Ezquiaga

San Sebastián

Sábado, 20 de noviembre 2021, 07:55

Durante el bachillerato tuve estupendos profesores de Filosofía que parecían el Robin Williams de 'El club de los poetas muertos' y convertían cada clase en ... un debate sobre la vida. También tuve profesores oscuros que hacían que la hora de Filosofía no se distinguiera de la de Gimnasia o Religión. Pero casi cuarenta años después (bueno, sin casi) uno las clases de Filosofía a mis mejores recuerdos de las aulas de Mundaiz: las discusiones sobre Platón me resultaron más provechosas para la vida que las ecuaciones de segundo grado. Y más libres.

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Ayer era el Día de la Filosofía y los profesores de la materia aprovecharon para reivindicar la utilidad de esa asignatura, que puede perder horas en los nuevos planes de estudio. La filosofía es sexy: no consiste en un señor mayor de barba blanca mirando a una bombilla, sino en una caja de herramientas para enfrentarse a la vida. Y no es una disciplina paralizante: los mejores 'filósofos' que conozco son hombres y mujeres de acción.

Empecé la semana presentando sobre el escenario del Kursaal el homenaje a Alain Ducasse en la inauguración de San Sebastian Gastronomika y la terminé ayer en conversación con el escritor Javier Cercas en Okendo en la clausura del intenso festival Literaktum. Estos días han coincidido en Donostia los mejores cocineros y los mejores escritores, y el conjunto ha sido una declaración de amor a la vida (perdón por ponerme cursi). Hay gente que dice que «todo está mal» pero no mueve un dedo: se sienta en una silla a ver pasar los cadáveres de sus semejantes, aunque el que desfila al final es su propio cadáver. Por contra hay gente que «hace», aun a riesgo de equivocarse. Alguien eligió como epitafio «al menos lo intentó». Esa sí es filosofía de la buena.

Confieso que he comido, confieso que he leído y confieso sobre todo que he escrito. El San Sebastian Gastronomika de los reencuentros ha sido un éxito y en este rincón íntimo anoto con alegría la consagración del Narru ante cocineros y periodistas de todo el mundo. Los locales ya sabemos las virtudes de Iñigo Peña y su equipo, pero el martes lo comprobaron paladares venidos de fuera en una cena para casi cien personas que fue todo un desafío para un restaurante acostumbrado al trato personalizado y feliz. Y también anoto la felicidad de pasar un rato con Julie Andrieu, la encantadora dama de la tele gastronómica.

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Aplaudo al ver hombres de acción (y paisanos) como Iñaki Gabilondo y Mikel Erentxun recogiendo sus premios Ondas (qué bueno el músico cantando en la gala 'Veneno' como homenaje a Berrio), leo el libro de Iñaki Galarraga sobre arquitectura presentado ayer (ya hablaremos del mismo) y me escapo de excursión por la Navarra y Alava profundas en busca de aire tras tres días de ejercicios espirituales (y gustativos). En una salina de Aguilar de Codés rodeada de árboles compruebo que la filosofía puede ser salada. ¿No lo creen? Pasen al párrafo siguiente.

EN VOZ BAJA

Edorta se echa al monte

Es un cocinero inconformista y curioso. Edorta Lamo demostró en A Fuego Negro de la Parte Vieja donostiarra que le gustan los caminos alternativos y hace unos años se volvió al pueblo familiar de Kanpezu para hacer gastronomía de verdad y pegada al territorio, «furtiva» y distinta. El jueces fuimos de excursión para conocer Arrea, su restaurante. Aprovechamos la cita culinaria para vivir una inmersión por esas tierras fronterizas entre Navarra y Álava, con sus extensiones de cereal, ermitas románicas donde menos te lo esperas y hasta un aire a la Toscana, como dice un amigo. Paramos en una salina asombrosa en mitad de un paraíso, en Aguilar de Codés, y disfrutamos con el menú de Edorta, donde las gildas de monte se mezclan con el jabalí, y la paloma con las recreaciones salvajes de los 'vasquitos y nesquitas'. Fue otra clase de filosofía, o de vida: viene a ser lo mismo.

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Subir al Uzturre

Algunos cultivamos la filosofía peripatética: pensar con los pies. O sea, andar. Para mí el Uzturre es más que un paseo: es el monte de Tolosa al que subía mi padre y el monte al que ascendí el otro día con mi hija. Era una mañana clara de sol y el mundo parecía mejor desde ahí arriba. El Uzturre es como Platón, pero en zapatillas.

mezquiaga@diariovasco.com

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