Homenaje a Alberto Schommer en el aniversario de Teledonosti, en noviembre del año pasado.

El fotógrafo Alberto Schommer fallece en Donostia a los 87 años de edad

El artista que retrató con su cámara la transición aún acariciaba proyectos pese a sus problemas de salud

Mitxel Ezquiaga

Jueves, 10 de septiembre 2015, 18:02

El fotógrafo Alberto Schommer (Vitoria, 1928) ha fallecido esta tarde en su casa de San Sebastián a los 87 años de edad. Los problemas de salud que atravesaba en los últimos tiempos se habían agravado en las últimas horas con una insuficiencia respiratoria y el artista ha muerto en su residencia de Miraconcha, donde estaba pasando el verano. Considerado como uno de los grandes fotógrafos de la historia, y bautizado como 'el retratrista de la transición' por sus imágenes de las últimas décadas, Schommer seguía acariciando proyectos, tal como contó hace solo unos meses a este periódico, cuando vino a Donostia para recibir el premio de aniversario de los 20 años de Teledonosti.

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"Estoy mayor y torpe por una lesión de rodilla, pero cargado de ideas", decia entonces. "Si prospera el proyecto que estoy preparando, una idea casi imposible, será un golpe rotundo a todo mi trabajo anterior, con una visión totalmente innovadora de la política española de hoy», apuntaba el eterno renovador del arte fotográfico.

Schommer, nacido en Vitoria y asentado en Madrid, mantuvo siempre una intensa vinculación con San Sebastián, ciudad donde había nacido su esposa, Mercedes Casla, compañera de vida durante décadas. Precisamente el fallecimiento de Mercedes Casla en agosto de 2013 supuso un mazado en la ilusión vital de Schommer. "Cuando murió mi mujer me derrumbé: ella era todo para mí, y lo sigue siendo todavía", decía el fotógrafo hace un año. Luego recibió el Premio Nacional de Fotografía y cumplió su sueño de exponer en el Museo del Prado, en una ambiciosa muestra que enfrentaba las fotografías con obras de la colección del museo.

La biografía oficial de su página web recuerda cómo Schommer vió desde niño cómo su padre, el fotógrafo alemán Albrecht Schommer Koch, aunque médico de profesión, "retrataba con la cámara la vida de la ciudad y se convertía en uno de los mejores fotógrafos de la España de los años 40 y 50". Después de terminar sus estudios se dedicó a la pintura que alternó con el interés por el cine y la fotografía.

Retos formales y conceptuales

Próximo a los renovadores de la fotografía española en los años sesenta, Schommer protagonizó una carrera plagada de retos formales y conceptuales bajo la benefactora influencia de maestros como Irving Penn y William Klein. En 1967 representó a España en la Expo de Montreal, en 1979 era elegido fotógrafo del año y en 1989 el Metropolitan Museum of Photography adquiría algunos de sus 'Retratos psicológicos'. Los realizó entre 1969 y 1973 y se confirmó a través de ellos como uno de los fotógrafos más destacados de la segunda mitad del siglo XX, inmortalizando a personajes tan dispares como el cardenal Tarancón, el banquero Mario Conde, el torero Espartaco, el escultor Eduardo Chillida o el ministro franquista Gregorio López Rodó. «Retrataba a los políticos de una manera irónica para que no se dieran cuenta de que estaba criticando al régimen con las fotos», señalaba en aquella entrevista. «No hubo nadie que se negara. Todos vinieron como ovejitas. Algunos se postulaban, pero la lista la hacía yo. Nunca nadie me ha impuesto un personaje».

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Retrató también a grandes intelectuales y creadores estadounidenses como Andy Warhol, Roy Lichtenstein o Susan Sontag. Los retratos eran lo más conocido y apreciado de su labor. «El retrato, como el paisaje, es crucial, tiene una potencia extraordinaria y ha atrapado a todo los grandes maestros», subraya. Sigue siendo fiel a la fotografía analógica y a sus equipos Nikon, aunque admite que «recurro a lo digital cuando lo necesito». A su formidable serie de 'Retratos psicológicos' siguieron otras como 'Máscaras' y 'Paisajes negros', cuya espectacular factura denota su creatividad y dominio técnico.

Curioso e innovador, inventó las 'cascografías', fotografías transformadas en esculturas, que tienen volumen y que además se aprecian también por el tacto, mediante baños químico al papel, previamente arrugado, para que al tacto se parezca a la piel.

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