Txupinazo de Azpeitia
«Ya era hora de que se nos reconociera»Cuatro cuidadoras de personas mayores serán las responsables de prender mañana la mecha de las fiestas de San Ignacio
Azpeitia
Sábado, 29 de julio 2023, 07:14
La cuenta atrás para la celebración de las fiestas patronales de San Ignacio en Azpeitia está a punto de finalizar. Los azpeitiarras ultiman los preparativos ... para la gran fiesta de la localidad. El txupinazo dará inicio a tres días de diversión y jolgorio en el que el municipio se llenará de colorido y alegría. Uno de los actos más esperados es el txupin de salida. Mañana, a las doce en punto, serán las cuidadoras de personas mayores las que tendrán el honor de lanzar el cohete que dé comienzo a las celebraciones. La atención a los mayores, hoy por hoy , tiene cara de mujer. Por este motivo, cuatro mujeres dedicadas al cuidado de nuestros abuelos y abuelas tendrán la oportunidad de acompañar a la alcaldesa Nagore Alkorta en el balcón consistorial.
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Se trata de Mailu Etxeberria Sudupe (1966, Azpeitia), Eider Irureta Uribesalgo (1994, Azpeitia). Laia Juez Mancebo (1958, Guareña, Badajoz) y Maryuri Ninoska Díaz (1977, Nicaragua). Las cuatro trabajan en el mismo ámbito: son cuidadoras, aunque en distintas ramas. Juez lleva 41 años en el servicio a domicilio, «desde que se puso en marcha en Azpeitia»; Etxeberria es trabajadora del Centro de Día desde hace 25 años; Ninoska, como tantas otras migrantes, está interna en un domicilio particular cuidando de una señora mayor mientras que Irureta forma parte de la plantilla de la Residencia San Martín.
Cada una de ellas trabaja desde su propio espacio en la mejora de la calidad de vida de las personas mayores y sus familias. De ahí el agradecimiento que este año el Ayuntamiento quiere dedicar a todas las cuidadoras, representadas en estas cuatro mujeres.
Todas ellas recibieron con entusiasmo la decisión del consistorio azpeitiarra de invitarlas y valorar su labor en el inicio de las fiestas locales, aunque «ya era hora de que se nos reconociera algo», dice Laia. «Llevo 41 años y jamás se nos ha reconocido absolutamente nada. Hemos estado en pandemia y ha sido duro tanto para mí como para todas las cuidadoras y sobre todo para los ancianos», subraya.
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Punto y aparte tras el Covid
Pandemia. Es la palabra más utilizada al hablar de su trabajo con estas cuatro mujeres. «Ha sido un antes y un después», coinciden. La nuestra es una profesión «feminizada» e «invisible», asegura Mailu. «Parece que después de la pandemia se está hablando de los cuidados porque mucha gente lo ha pasado mal». En el caso del Centro de Día donde trabaja Mailu, durante la pandemia tuvieron que cerrar el local y «hubo muchas familias que lo pasaron muy mal» con la consecuencia de que «muchos mayores se han deteriorado», afirma.
Eider también recuerda con resignación aquellos momentos. «Nuestros ancianos se pasaron la pandemia sin salir de sus habitaciones en la residencia. Luego nos dieron permiso para sacarlos a los pasillos y, más tarde, a los balcones».
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Tuvieron que hacer frente tanto al desconocimiento como a la falta de material, «sin mascarillas, sin EPI, con turnos de 12 horas...» y también «con mucho miedo a contagiarles a ellos», recuerda Mailu. Sin embargo, parece que ha valido para algo y que su labor es ahora más reconocida que antes de la llegada del temido virus.
Han oído muchas veces, de forma despectiva, dirigirse a ellas como «limpiaculos», pero nada más lejos de la realidad. Les gusta lo que hacen y pese a la sensación que puedan tener muchas personas de que el suyo es un mundo triste, «todo lo contrario», aseguran, «es incluso divertido», valora Mailu.
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«Después de la pandemia se está hablando de los cuidados porque mucha gente lo ha pasado mal»
En el caso de la más joven, Eider, por ejemplo, realizó un módulo de enfermería para «dar el salto a laboratorio», explica, pero «cuando hice las prácticas en la residencia, vi la realidad de trabajar en el laboratorio y me quedé con esto, con el trato con la gente», aunque «te tiene que gustar». «Convivir con ellos es lo mejor», apostilla Maryuri.
La labor que realizan tiene su contrapartida. Están acostumbradas a mirar a la muerte de cerca. Lo más duro de la profesión para Laia es «ver cómo la gente se va deteriorando» aunque, a su lado, «es igualmente duro como bonito», afirma Mailu.
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Valoran mucho su trabajo. «Es una relación estrecha y al final los abuelos te lo cuentan todo». Además, «cuando has estado cuidando a la abuela durante años, sigues teniendo contacto con los hijos de los que has cuidado y con el entorno». Ahora, será toda Azpeitia la que les dedique ese merecido homenaje.
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