Irun
Horas y horas para rendir culto al CarnavalMeses de preparativos culminan la semana que viene para decenas de personas que vienen dedicando su tiempo de ocio a sacar adelante algunas de las comparsas que desfilarán el sábado y domingo próximos
Sábado, 3 de febrero 2024
El Carnaval irunés lo sostienen, en parte, muchas manos voluntarias que se vuelcan en la preparación de algunas de las comparsas que conforman el desfile. ... Para que en el fin de semana carnavalero todo vaya como tiene que ir, hay personas que empiezan a trabajar muchísimos meses antes.
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«Te diría que cuando has terminado de pagar las facturas de un año, ya estás en la organización del próximo. Incluso antes, porque lo que ves un día de Carnaval ya te está dando ideas para el siguiente», comenta Aitor Otxoa, uno de los miembros de un equipo con más de una década de trabajo a su espaldas en la intendencia de la comparsa de San Vicente de Paúl. Comparte mesa para la ocasión con otras dos veteranas carnavaleras, Dori Francho, que después de más de diez años impulsando el grupo de la AMPA de La Salle está integrada ahora en el equipo de trabajo de Trikuharri, y Edurne Ogallar, que participó de forma activa «cuando tenía 20 años» en la creación de la comparsa de Gazte Landetxa, hace ya 16 inviernos.
Son tres buenos ejemplos del voluntariado que hay detrás del Carnaval irunés. Los tres llevan muchos años dedicando mucho tiempo a la preparación de esta fiesta, «sobre todo a partir de septiembre-octubre, cuando se cierran las inscripciones». Apunta Otxoa. Dori Francho advierte que para ese momento «ya ha habido mucho trabajo previo de llevar las ideas que han ido surgiendo a algo concreto, a unos diseños de trajes y para esas fechas ya tienes los modelos para enseñar». A partir de ahí y sabiendo cuántos saldrán en cada grupo, empieza a trabajar la maquinara a todo gas, a veces de forma más artesanal, a veces comprando cosas que luego se retocan, pero siempre con ayuda profesional, siguiendo un modelo u otro, porque los tres coinciden, «sin modistas sería imposible». El ritmo de trabajo «depende mucho de cada traje», asegura Ogallar. «Nosotros entregamos el disfraz completo. En noviembre empezamos a dar los primeros y para la semana pasada ya habíamos repartido los últimos».
En San Vicente de Paúl y Trikuharri el modelo es distinto. «Entregamos las telas y los patrones y cada uno se hace el traje», dice Francho. La manera es algo que varía. «En nuestro caso hay muchas amonas y alguna ama que vienen al local para ver lo que hay que hacer y cómo y lo cosen ellas. Otros prefieren llevarlo a alguna de las modistas del barrio», explica Otxoa.
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Pero los trajes son sólo una parte de la preparación. Las coreografías y las carrozas se llevan otro buen puñado de horas cada año. San Vicente de Paúl y Gazte Landetxa arrancan los ensayos en octubre o noviembre con una cita semanal, sábados por la tarde y domingos por la mañana, respectivamente. Trikuharri tiene un modelo más intensivo, con doble sesión cada fin de semana desde primeros de enero.
La gasolina del voluntariado
«Para nosotros esta parte es importantísima, porque el desfile es guay, pero los ensayos es donde más tiempo pasas y más relación haces. No pretendemos que la gente baile súper bien, sino que se lo pase súper bien», dice la representante Gazte Landetxa. En San Vicente hay algo más de exigencia técnica, «pero no mucha tampoco». En lo que sí coincide Otxoa con Edurne Ogallar es en que «en esas horas se crean vínculos. En los ensayos, en las horas que pasamos en el local con los preparativos, en el montaje de la carroza...».
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La carroza es un elemento clave «pero aquí se puede adelantar relativamente el trabajo. Hemos estado muchas tardes en el local cortando goma eva, pero no hemos podido empezar a montar la estructura hasta que el Ayuntamiento puso a nuestra disposición el pabellón», cuenta Ogallar. En San Vicente, donde desde hace años el esfuerzo en el vehículo es muy notable, «sí hemos adelantado mucho trabajo, aunque es verdad que la cosa se pone más serie aún a partir de disponer del pabellón». Esto suele ser «como mes y medio o dos meses antes» del desfile, cuenta Aitor Otxoa.
En su caso, «del trabajo en la carroza se encarga una docena de personas. Para lo demás, el grupo es de 8-10, algunas repiten y otras no». En Trikuharri el núcleo duro de la comparsa lo forman siete personas y en Gazte Landetxa, hay «10-12 metidas a tope y luego un número variable, entre 5 y 10, que se suelen encargar de la carroza».
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Las dinámicas que se crean «cuando pasas tantas horas en un proyecto compartido y luego ves el resultado y ves un montón de gente disfrutando, es lo que sirve de motor para seguir haciendo esto año tras año», valora Otxoa. «Durante varios meses renuncias a otras cosas y dedicas a esto tus horas de ocio, pero eso hace que se generen relaciones bonitas y situaciones muy guays», cuenta Ogallar. «Como la gente sabe que estamos en local preparando los trajes y la carroza viene y nos traen bizcochos y otras cosas, algunos se pasan un rato a echar una mano... Y sobre todo ensayando conoces mucho a la gente y creas relación». En cualquier caso, y más allá de esas «bonitas relaciones que surgen durante todo el proceso, te tiene que gustar mucho el Carnaval. Hay a la que le gustan unas cosas y otros a los que les gustan otras. Para hacer esto sin querer sacar nada a cambio, está claro que te tiene que gustar mucho el Carnaval», defiende Dori Francho.
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