Los gigantes de la sociedad Irungo Atsegiña bailaron dentro de la Sala Capitular
Irun

Los gigantes de la Atsegiña bailan en la Sala Capitular

La Corporación reconoció la comparsa centenaria como Patrimonio Cultural de la Ciudad en un emotivo acto

Sábado, 18 de octubre 2025, 16:41

Discursos muy emotivos vertebraron el acto en el que la Corporación municipal hizo oficial la decisión adoptada por unanimidad en el Pleno de la Corporación ... para nombrar a la Comparsa de Gigantes de Irungo Atsegiña Patrimonio Cultural de Irun.

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En las intervenciones de la alcaldesa, Cristina Laborda; la delegada de Cultura, Nuria Alzaga, y el presidente de la Sociedad Irungo Atsegiña, Jesús Rubio, no faltaron menciones a sus cien años acompañando a la Corporación el día de San Pedro, a cómo han visto crecer a generaciones de irundarras o cómo han sido testigos de las sucesivas transformaciones de la ciudad. Como dijo la alcaldesa, los gigantes no sólo han sido testigos de esos cambios, «incluso de la destrucción de la ciudad y su reconstrucción; de la gente que ha llegado y de la que se ha ido. Son sobre todo testigos de como ante esos cambios, hemos sido capaces de mantener nuestra identidad, nuestro ADN irundarra».

Lo más impactante de la jornada, han sido, sin embargo, los textos de un joven comparsero y del padre una niña irunesa que leyó Alzaga conteniendo a duras penas su propia emoción.

El baile que los ocho gigantes realizaron dentro de la Sala Capitular fue, además de un alarde técnico, el final emotivo que el acto merecía.

Las cartas

En su misiva, un joven comparsero cuenta que par él «salir con los gigantes o con los cabezudos es algo especial. No es solo ponerse bajo una figura o llevar una máscara: es sentir que das vida a algo que lleva en Irun más de cien años. Cuando me toca llevar un gigante y siento el peso en los hombros, pienso en toda la gente que lo ha hecho antes que yo. A veces se nos acercan personas mayores, muy mayores, y nos dicen: 'yo bailaba este gigante' o 'yo era tal cabezudo'. Ahí entiendes que lo que haces no es solo tuyo, que formas parte de una cadena muy larga, de una historia que ni empezó contigo y ni acabará contigo»

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El Ayuntamiento entrego a Irungo Atsegiña una ilustración del Día de San Pedro. durante un acto en el que comparseros y gigantes llenaron la sala capitular

El joven asegura que «los que salimos con los cabezudos lo vivimos de otra manera. Estás más cerca de la gente, sobre todo de los niños, que se mueren de nervios y de risa corriendo delante. Ves sus caras y sabes que para ellos ese momento queda grabado. Te emociona pensar que, dentro de muchos años, alguno de esos niños puede ser el que esté en tu lugar, llevando un gigante o persiguiendo con un cabezudo. Todos los comparseros sentimos lo mismo: que no salimos por nosotros, salimos por la ciudad. Porque los gigantes y cabezudos no son nuestros: son de todos. Nosotros solo prestamos nuestro cuerpo y nuestra energía para que sigan vivos en las calles, para que la tradición no se corte».

Por eso, dice, «cuando llegas a casa, cansado pero feliz, piensas: he hecho algo importante. He hecho que los gigantes sigan bailando, que los cabezudos sigan corriendo, y que la gente de Irun, de todas las edades, siga sintiendo lo mismo que sintieron nuestros abuelos y nuestros padres»

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La carta del padre decía que para su hija «los Gigantes y Cabezudos son una de las mayores ilusiones de su vida. No los ve como figuras. Para ella son seres vivos, amigos inmensos que irrumpen en las calles con alegría y misterio. Los gigantes la deslumbran por su tamaño, por la solemnidad con la que bailan y avanzan; los cabezudos, en cambio, la hacen reír, correr, esconderse y volver a salir. Entre unos y otros le regalan una mezcla de emoción y juego que la llena de felicidad».

«Cada vez que los ve, sus ojos brillan con una intensidad que me devuelve a mi propia infancia, cuando yo también esperaba impaciente su llegada y me dejaba llevar por ese mundo mágico que parecía abrirse con ellos. Hay algo en sus nervios, en la manera en que me aprieta la mano antes de que aparezcan en la esquina, que me recuerda a mí mismo siendo niño, aguardando ese mismo instante. Ella quiere ponerse continuamente la camiseta de 'los erraldoias', pregunta por ellos cuando no los ve, insiste en ir a visitarlos como quien visita a unos viejos amigos. Y cada día de fiestas, no falta a su cita con la puerta del Ayuntamiento: se asoma para asegurarse de que los gigantes están ahí, esperándola. Esa insistencia inocente es, en realidad, un reflejo del lugar profundo que ocupan en su corazón».

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«Lo que transmiten los Gigantes y Cabezudos trasciende lo material. Son patrimonio vivo, no solo porque desfilan cada año, sino porque laten en la memoria de quienes los hemos conocido desde pequeños y ahora los compartimos con nuestros hijos. Son un puente entre generaciones: los vimos con nuestros padres y madres, los vemos ahora con nuestros hijos, y ellos los verán un día con los suyos. Nos enseñan que las tradiciones no son un peso del pasado, sino un regalo que se renueva cada vez que un niño abre los ojos de asombro al verlos pasar, o cada vez que corre delante de un cabezudo, entre risas y nervios».

«Ese instante en que ella los mira, sonríe y casi tiembla de emoción es mucho más que una anécdota familiar. Es la prueba de que este patrimonio nos une y nos conmueve, de que despierta recuerdos y, al mismo tiempo, crea otros nuevos. Los Gigantes y Cabezudos no son solo figuras: son memoria encarnada, emoción compartida, identidad hecha fiesta. Por eso, cuando veo la ilusión de mi hija, siento que todo este esfuerzo merece la pena. Porque no se trata solo de conservar unas figuras antiguas, sino de mantener viva una llama que ilumina la infancia, acompaña a la juventud y nos reconcilia a los adultos con nuestros propios recuerdos. Un patrimonio que, en su sencillez, sigue siendo capaz de emocionarnos, de unirnos como pueblo y de recordarnos que lo que hoy vive mi hija en sus ojos pertenece a todas las generaciones que vendrán».

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