Eibar
Fallece el exjugador del Eibar y Sporting Paco SolabarrietaEl ondarrutarra, Paco Solabarrieta, conocido como «el rematador total», dejará una huella imborrable en la historia del fútbol eibarrés y en el corazón de los ... clubes en los que militó.
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Solabarrieta destacó por su instinto goleador en equipos como el Eibar, el Sporting de Gijón, Osasuna, Aurrera y Tudelano. Falleció en Ondarroa, a los 84 años, dejando tras de sí una trayectoria ejemplar dentro y fuera de los terrenos de juego. Tenía una habilidad innata para el remate, que le valió el apodo de el rematador total, y fue uno de los máximos goleadores históricos del club asturiano. Solabarrieta inició su andadura profesional en el Eibar durante la temporada 1961-62, donde sus goles no pasaron desapercibidos. Tal fue su impacto que el Sporting de Gijón no tardó en ficharlo en 1963, dando comienzo a la etapa más brillante de su carrera. Durante seis temporadas (1963-1969), Paco se convirtió en ídolo de El Molinón. En la campaña 1966-67 firmó 24 tantos y se coronó como máximo goleador de Segunda División (Pichichi).
Con 129 goles oficiales entre Liga y Copa, Solabarrieta figura aún como el séptimo máximo goleador histórico del Sporting. Dejó momentos imborrables, como su hat-trick al Oviedo en un memorable 5-4, o los cuatro goles que endosó a la Real Sociedad en un contundente 5-2.
«Jugaba mal», decía con humildad. «Lo mío eran los remates». Ese olfato goleador fue precisamente el que le granjeó respeto y cariño tanto de compañeros como de rivales. Recordaba con admiración a figuras como Di Stéfano, con quien se enfrentó en duelos coperos, y a compañeros como Pocholo, o a Mendiluze de la Real Sociedad.
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Tras su salida del Sporting en 1969, jugó una temporada en Osasuna, y posteriormente en el Aurrera y en el Tudelano, donde llegó a marcar cuatro goles en un partido decisivo ante el Huesca. Tras colgar las botas, regresó a Ondarroa y emprendió una nueva vida como repartidor, una etapa en la que, decía, «me gasté hasta seis furgonetas».
El Eibar le rindió un emotivo homenaje, en 2018, entregándole la insignia de oro del club durante un partido de Copa del Rey contra el Sporting de Gijón. Estuvo acompañado por su familia, y recibió emocionado una camiseta personalizada.
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Un gesto que sellaba el reconocimiento de un club que, aunque le disfrutó brevemente, supo valorar su impacto y legado. Solabarrieta vivió muchos años en Asturias junto a su esposa Arantza Rodríguez, y allí nacieron sus hijos Aitor y Zuriñe. Hoy su figura se recuerda no solo por los goles que marcó, sino por su sencillez, carisma y entrega tanto dentro como fuera del campo. Descanse en paz, Paco Solabarrieta, eterno goleador y símbolo de una generación inolvidable del fútbol vasco.
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