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Mañanitas. La Diosa Momo y su séquito saludando desde el balcón del hotel Londres. :: J.M. LÓPEZ
INAUTERIAK

Hasta Don Quijote llegó en patines...

Donostiroller realizó una marcha con 200 personas que rodaron disfrazadas por la ciudad

AINGERU MUNGUÍA

Domingo, 19 de febrero 2012, 10:49

«Yo quiero marcha, marcha... yo quiero marcha, marcha». La canción que bailaban los componentes del safari de Alaia en el desfile de comparsas del Carnaval se escuchó desde primera hora de la mañana, cuando la asociación Donostiroller puso a los donostiarras a patinar disfrazados por diferentes barrios de la ciudad. Y en 'patines' llegó también a la plaza Cervantes el personaje más famoso de su célebre novela, Don Quijote, con su molino móvil sobre cuatro ruedas. Si hay que colgar este año una medalla a algún disfraz habría que entregársela a Javier Arrieta, un carpintero de 58 años que ayer dio la campanada con su disfraz.

Si la lluvia y el frío condicionó el Día de San Sebastián, el buen tiempo ha sido el compañero de los Carnavales. El cielo estuvo despejado durante todo el sábado lo que permitió que se desarrollase todo el programa festivo sin contratiempos. Las Mañanitas llegaron puntuales a su cita con la Diosa Momo, quien esperó con su séquito en el balcón del hotel Londres. Unas trescientas personas con todo tipo de disfraces acompañaron a Momo junto al zampanzar de Zubieta y la txaranga los Pasai hasta el Ayuntamiento, donde se efectuó el traspaso de poderes.

Para entonces ya se preparaban los dos centenares de donostiarras que se sumaron a la marcha musical en bici o patines organizada por la asociación Donostiroller, que partió desde Alderdi Eder y circuló por las calles del Antiguo, Amara, Centro, y Gros, para terminar en la plaza Zuloaga. Rodaron en esta alegre movilización familias enteras con sus niños en remolques, patinetes o en bicis. Su sumaron a la iniciativa también grandes patinadores como Julián de Frutos o Enrique Martínez. La colorista cadena fue alegrando la mañana de los diferentes barrios. Sus organizadores estaban satisfechos pese a la premura con la que se ha tenido que organizar todo. «El año que viene saldrá mejor».

Para el mediodía, Javier Arrieta ya tenía montada su parodia quijotesca. Quien fuera Dios Momo en 1995 tenía desde hace tiempo una espina clavada. Él ya se había disfrazado dos veces de Don Quijote. Pero hace un año decidió completar el disfraz con un molino. Arrieta es carpintero de profesión y en sus horas libres se puso a construir, desde el pasado mes de junio, el molino. El resultado fue espectacular. «Javier, la que has liado...» le decían sus amigos. La gente le hacía fotos y le felicitaba por el conjunto. «Lo he hecho con material de reciclaje. La gente está disfrutando y yo estoy feliz». Javier piensa utilizar la estructura del molino para dar el año que viene otra campanada.

El tradicional desfile de comparsas tardó más tiempo del debido en realizar todo el recorrido por las calles del centro de la ciudad. A las siete de la tarde, ya casi a oscuras, las comparsas trataban de completar el circuito y llegar cada una hasta su sitio de partida. Bailarinas de todo tipo (vampiresas, hawaianas, brasileñas, arlequines, venecianas, salvajes, 'marilines', caperucitas, cenicientas...) mostraron a los cientos de donostiarras que se apostaron en el recorrido las coreografías que han ensayado desde hace meses. Hoy más y mejor. «Marcha, marcha, yo quiero marcha, marcha...»

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