Sokolov, el pianista que llegó a ser estrella sin desearlo
El músico ruso interpretará hoy en el Kursaal un programa con piezas de Brahms, Mozart o Rameu
MARÍA JOSÉ CANO
Jueves, 16 de febrero 2012, 03:25
Generalmente, el que decide consagrar su vida a la música y lo consigue es por una mezcla de amor por ella, talento y disciplina, pero también por concesiones al mundo del espectáculo. Es muy difícil triunfar si no se desea hacerlo y más si no se dedica un tiempo a alimentar una imagen que, a poder ser, tiene que diferenciar a un artista de otro. Así, están los que atienden con enorme paciencia y amabilidad a los medios, los que van más allá procurando alimentarlos con noticias sobre otras actividades que realizan -y que no tienen por qué ser necesariamente musicales, pero que harán que hablen de ellos-, o los que se ganan la fama de especiales, raros o exóticos. A este último grupo pertenecen todos aquellos que no conceden una entrevista, o que cuando lo hacen dejan muy clara su condición de 'especiales'. Pero hay aún otro tipo de artista que quizá sea el menos numeroso y que adquiere ese calificativo de 'distinto' porque lo único que le preocupa es la música.
No hay ninguna duda de que Grigory Sokolov, que actúa esta tarde para Fundación Kursaal después de cinco años, pertenece a este último colectivo. El pianista ruso, (San Petersburgo, 1950), conjuga toda la herencia de la escuela pianística rusa, con todas sus virtudes, pero siempre ha demostrado su deseo de huir de ese cliché. Lejos de querer ser clasificado como uno de los últimos eslabones de una cadena que ha dado nombres como los de Heinrich Neuhaus y su discípulo Sviatoslav Richter -algo de lo que cualquier otro estaría muy orgulloso-, Sokolov afirma que «hay que tener valentía y coraje para ser siempre uno mismo e imponerse sobre tanta tradición, tantas escuelas y tantos aspectos castradores. Es preciso huir de los estereotipos. Todo lo demás no es arte: es simplemente escuela». Por si fuera poco, ha añadido en otras declaraciones: «Son los grandes artistas los que crean sus propias escuelas, los que son capaces de independizarse de ellas y trascenderlas. El mundo interior es infinitamente más grande que un país, que una tradición, que un planeta».
Obras para descubrir
Lo más curioso del pianista es que demuestra su enorme mundo interior, transformado en arte, cada vez que se sube a un escenario. Las versiones de las obras que interpreta son tan personales como geniales, convirtiendo la escucha de cada una de ellas en un descubrimiento absoluto. Lo ha dejado claro en sus anteriores visitas a San Sebastián, la primera de ellas el 18 de agosto de 2005, dentro de la Quincena Musical y también dos años después, hace casi exactamente cinco años, el 13 de febrero de 2007. En esta última visita se centró en Schubert y Scriabin en un recital que culminó con cinco bises a pesar de su poco mediática presencia en el escenario.
Y es que Sokolov no busca el aplauso. Éste surge del alma tras compartir con él su amor por la música. Resulta curioso que sea capaz de decir tantas cosas desde su piano con una presencia tan poco comunicativa. Sale como hipnotizado al escenario, no sonríe, y por supuesto, no hace ningún tipo de concesión al público intentando conquistarlo con una manera de estar concreta. Todo lo contrario. Triunfa dando música. Se concentra, toca y apasiona. Es, en realidad, un verdadero puente de comunicación entre el compositor y el público.
Las expectativas ante el concierto que ofrece hoy son realmente importantes. Su capacidad de conjugar la ya citada herencia de la escuela rusa con su personal manera de entender cada obra hace prever un encuentro inolvidable. Quizá las cualidades que le ha atribuido la crítica especializada, que le ha tachado de «volcánico, maravilloso y versátil» se queden cortas ante la experiencia de compartir con él ese momento único en el que crea la música desde su teclado.
El repertorio que interpretará hoy permitirá descubrir su personal visión de la evolución del repertorio pianístico, puesto que parte de un compositor barroco, Rameau, para llegar a un romántico, Brahms, pasando por un clásico, Mozart. Este recorrido se inicia con la 'Suite en re' de Jean-Philippe Rameau (1683-1764), continuará con la 'Sonata en la menor, KV 310' de Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791) y culminará con las 'Variaciones sobre un tema de Haendel, op. 24' y 'Tres Intermezzos, op 117' de Johannes Brahms (1833-1897).