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Tom Brady grita en un momento de la final. :: MATT SULLIVAN/REUTERS
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Gigantes de la Super Bowl

Tom Brady y Eli Manning. Estos dos hombres sirven para resumir la gran final del fútbol americano, que también tuvo una reina: Madonna

CARLOS BENITO

Martes, 7 de febrero 2012, 09:32

La popularidad de los grandes jugadores de fútbol americano, que a este lado del Atlántico nos llega muy amortiguada o simplemente no nos llega, puede alcanzar extremos casi disparatados. Tanto como para que, en las jornadas previas a la Super Bowl del pasado domingo, uno de los grandes temas de conversación fuese el váter de Tom Brady, la estrella de los New England Patriots. Y nos referimos estrictamente a su inodoro, es decir, la taza en la que asienta sus musculosas posaderas de 'quarterback'. La culpa fue de un compañero de equipo, Wes Welker, que explicó a la prensa lo mucho que le gusta visitar a Tom para usar su ultramoderno váter, y eso es mucho decir cuando otro de los atractivos de la casa es la presencia habitual -quizá, quién sabe, en bata- de la esposa del jugador, una tal Gisele Bündchen. Los periodistas de investigación, aplicados a la tarea, no tardaron en averiguar que los Brady-Bündchen poseen un WC de la marca japonesa Toto, el Ferrari de los sanitarios, con calefacción en el asiento, chorro de agua hacia las posaderas, difusor de perfume y autolimpieza.

Tom Brady tendrá que conformarse con esa supertaza, porque anteayer volvió a perder el 'Supertazón', que viene a ser la traducción al castellano de Super Bowl. Los Patriots fueron derrotados, igual que hace cuatro años, por los New York Giants, en algo que empieza a parecerse a una costumbre y que está erosionando el perfil de triunfador de Brady, uno de esos tipos a los que se puede envidiar aunque no se sepa siquiera qué diablos es un 'quarterback': basta contemplar su presencia de hombre guapo sin paliativos, la notable apariencia de su mujer -con la que tiene un hijo, Benjamin Rein, al que suma otro de una relación anterior-, su mansión californiana de quince millones de euros o sus ingresos, que esta temporada han rondado los 450.000 euros... a la semana. Brady es uno de los mejores jugadores actuales en su posición y aspira al trono de mejor 'quarterback' de la historia, que sigue ocupando sin discusión el mítico Joe Montana. Ha disputado cinco Super Bowls, ha ganado tres y ha sido elegido en dos ocasiones el jugador más valioso de la final, pero en su trayectoria de recolector de las mieles de la vida se ha cruzado un personaje inesperado.

Parte de la élite

Porque Eli Manning, el 'quarterback' de los New York Giants, no contaba mucho en la primera fila de este deporte. A él siempre se le veía como una versión menos conseguida de su hermano mayor Peyton, otro de los grandes. Se suponía que Peyton sí estaba a la altura de Tom Brady, o incluso un poco por encima, mientras que Eli, con su habitual cara de despiste, no era más que un actor secundario de cierto talento. Pero en 2008, en la anterior final entre los Giants y los Patriots, Eli fue elegido mejor jugador del encuentro tras una actuación destacadísima, de la que aún se recuerda un pase in extremis a David Tyree que acabaría valiéndoles la victoria. Tom Brady ha admitido que todavía se siente incapaz de repasar el vídeo de aquel partido, el chasco que echó a perder una temporada perfecta, pero, pese a sus logros, Eli Manning seguía sin convencer a la cátedra del fútbol americano: hace unos meses, un periodista le preguntó si se sentía parte de «la élite» de los 'quarterbacks' y él replicó, con más educación que chulería, que sí creía formar parte de «esa clase», lo que dio lugar a todo tipo de chanzas por su osadía.

El domingo, la historia se repitió. Tom Brady jugó bien, pese a algunos fallos, e incluso batió un récord histórico de Joe Montana al encadenar una tanda de 16 pases, pero Eli Manning lo hizo mejor, sobre todo en un último cuarto impecable, y volvió a rematar su intervención con un pase espectacular de 38 yardas, esta vez a Mario Manningham. Le nombraron de nuevo jugador más valioso, aunque él prefiere repartir los honores: «Han sido un montón de jugadas espléndidas por parte de varias personas», resume, fiel a su estilo prudente y reservado.

No ha trascendido si Eli hace sus cosas en un váter Toto, pero sí se sabe que vive en Nueva Jersey, en un piso de 280 metros cuadrados con vistas al Hudson. Su mujer, Abby, con quien tiene una hija, también trabaja en el mundo de la moda, pero no como modelo: es ejecutiva de cuentas de la firma Pamella Roland, especializada en vestidos de novia y trajes de fiesta. Eso sí, desde el domingo pueden presumir de coche, porque entre los obsequios para el mejor del partido había un 'Chevrolet Corvette Grand Sport' edición especial del centenario, una máquina imponente cuyo precio va de 60.000 euros para arriba. Tom Brady, por su parte, es un privilegiado en lo de recibir consuelo. Días antes del partido, Gisele Bündchen obtuvo un involuntario protagonismo al difundirse un correo que había mandado a sus amistades, en el que les pedía que rezasen «para enviar energía positiva» a Tom y sus compañeros. El domingo, tras la derrota, la modelo brasileña dejó a un lado su actitud esquiva con los medios y abrazó a su esposo ante las cámaras: perder así parece perder menos.

Como Cleopatra

La Super Bowl de este año tuvo otra protagonista, porque lo deportivo solo es una parte de este gran 'show' seguido por más de cien millones de telespectadores. Se suele hablar mucho de los 'spots' que salpican la emisión de la final, cotizados a más de 2,5 millones de euros por cada treinta segundos, pero el mayor anuncio estaba camuflado en el espectáculo musical del descanso: a poco más de un mes de editar su nuevo álbum, Madonna, reina de la autopromoción, supo aprovechar una de las mayores plataformas publicitarias del mundo. «Es el sueño de una chica del Medio Oeste. En mis 25 años de carrera, nunca había trabajado tan duro, ni había sido tan escrupulosa y tan detallista, ni me había asustado tanto», ha declarado la cantante, que apareció en plan Cleopatra, sobre un trono arrastrado por decenas de hombres robustos vestidos de romano.

En solo trece minutos, hubo tiempo para equilibristas, animadoras y soldados, para que Madonna interpretase varias canciones y diese un pequeño traspié, para que desfilasen varios invitados de postín -el dúo LMFAO, Nicky Minaj, M.I.A. y Cee-Lo Green- e incluso para la polémica, porque en la Super Bowl ya es tradición convertir cualquier nadería en agravio nacional: en esta ocasión, a M.I.A. se le ocurrió sacar un dedo al personal, gesto que los organizadores han tachado de «completamente inapropiado y muy decepcionante». La actuación de Madonna, con una estética excesiva y en ocasiones delirante, ha cosechado críticas dispares, pero nadie puede discutir el mérito de levantar un tinglado así en un abrir y cerrar de ojos. Aquí lo tuiteó Alex de la Iglesia: «El mejor espectáculo en directo que he visto montado en quince minutos».

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