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Las diez noticias clave de la jornada
Excursionistas en el flysch de Zumaia, un tesoro geológico que sirve de reclamo turístico para toda la comarca. :: MICHELENA
TURISMO

Mucho más que La Concha y Loyola

Gipuzkoa vive una explosión de iniciativas para engancharse al filón del turismo. El Museo Balenciaga, el 'nuevo' San Telmo o el Geoparque de la Costa muestran que la 'postal' se renueva

FERNANDO SEGURA

Domingo, 10 de julio 2011, 11:52

Gipuzkoa está más guapa que nunca. La efervescencia que experimenta en su oferta turística la viste,desde la costa hasta el más recóndito pueblecito, con sus mejores galas. Nadie creía hace apenas dos décadas que las localidades industriales del territorio o los pequeños municipios rurales podrían encontrar un hueco en un sector que, más allá de la costa, sólo veía chimeneas o vacas. ¿Cómo volver atractiva a la fabril Legazpi o a la minúscula Larraul?

El recorrido ha sido complejo y titubeante, pero a día de hoy se puede asegurar que a las postales tradicionales de Gipuzkoa, como La Concha o la basílica de Loyola, se han unido sin complejos decenas de propuestas magníficas. Cada pueblo, valle y comarca han apostado en firme por aprovechar el filón del turismo.

En este reportaje queremos mostrar algunas de las novedades que este año se han incorporado a la auténtica explosión de iniciativas, siendo conscientes de que es imposible abarcar toda la oferta.

Como ejemplo de reconversión, citábamos anteriormente Legazpi, una localidad a la que se accede por una carretera flanqueda de naves industriales. Este municipio, como otros similares del Urola, era impensable que pudiera convertirse en destino turístico. La Fundación Lenbur ha obrado el 'milagro'. La revitalización de la ferrería de Mirandaola, la ruta obrera o Chillida Lantoki Museoa, la novedad de este año, se han convertido en lugares de referencia.

La propuesta de Legazpi se engarza en el plan de visitas guiadas organizadas por la oficina comarcal Urola Garaia. Este es el plato fuerte, con recorridos que tienen como eje vertebrador, además de los tres citados, la ermita de La Antigua, el caserío Igartubeiti o la propuesta Urretxu Cultural.

En el vecino Alto Deba se encuentra una de las grandes apuestas del turismo guipuzcoano de este año. La revitalización que supuso para el santuario de Arantzazu la construcción de Gandiaga Topagunea, en el lugar que ocupó el antiguo seminario, ha culminado con la apertura en febrero del centro de interpretación del parque natural Aizkorri-Aratz.

Arantzazu se ha convertido en un polo de atracción espiritual, cultural y montañero de primer orden. Su oferta, unida a la de la monumental Oñati y las cuevas de Arrikrutz, colocan al Alto Deba como una cita obligada.

Si de innovar se trata, Elgeta se lleva la palma. A caballo entre el turismo y la historia, la localidad ha abierto un recorrido temático por las trincheras de Intxort, excavadas durante la guerra civil.

En el Goierri también se han reinventado, sacándole el máximo provecho a sus paisajes y a la gastronomía. Baste nombrar dos citas ineludibles: el entorno del Txindoki y la feria de Ordizia, una propuesta esta última unida al Centro D'elikatuz y al Centro de Interpretación del Queso (Idiazabal).

A estas ofertas clásicas se han unido este año otras tres de indudable tirón: el Museo Barandiaran de Ataun, el parketxe de Aizkorri-Aratz en Zegama y la apertura del conjunto monumental de Igartza, en Beasain.

La colindante Tolosaldea mantiene una sana competencia con el Goierri en el buen comer (Museo Gorrotxategi) y en riqueza natural (Txindokiko Itzala, en Abaltzisketa). Pero, como su vecina, exprime su imaginación para ampliar sus atractivos. Así, Tolosa participará este verano en el Festival Internacional de Jardines y programará espectáculos de títeres y teatro en la plaza Euskal Herria.

Otra propuesta novedosa se halla en Amezketa, donde se tiene la oportunidad de conocer las minas de Buruntzuzin, en el corazón de Aralar. También resultará gratificante acercarse a la idílica localidad de Larraul, en las faldas del Ernio, y entrar en el ecomuseo.

Entre la costa y el interior

A caballo entre el mar y los valles interiores, el bajo Deba aporta una de las propuestas más interesantes de Gipuzkoa. El tirón del flysch situado en el litoral entre Zumaia y Deba, considerado un tesoro geológico por los especialistas de todo el mundo, quiere ser utilizado para promover el turismo en otras zonas de la comarca.

La constitución del Geoparque de la Costa Vasca (Zumaia-Deba-Mutriku), aceptado en 2010 en las redes europea y mundial de geoparques, servirá como base de lanzamiento de una oferta que enlazará la costa y el interior. La ruta del Karst, por ejemplo, une los valles de Lastur (Deba) o Astigarribia con las cuevas de Ekain.

En este intento de hacerse con un trozo de la tarta, el desarrollo de iniciativas diferenciadas resulta clave. El alto Deba dispone del único centro especializado de Gipuzkoa para la práctica de la mountain bike (BTT), situado en Elgoibar. La agencia comarcal ha habilitado quince rutas señalizadas (350 kilómetros).

También entre el mar y la montaña, Oarsoaldea busca su espacio a la hora de atraer visitantes. Algunos de sus destinos no necesitan presentación, como Pasai San Juan, pero localidades con gran tradición fabril también intentan jugar sus cartas. Este es el caso de Errenteria, que ha pujado fuerte por revitalizar su casco histórico y promover el fuerte de San Marcos. La reciente apertura del ascensor panorámico, que permite acceder a la parte más alta de la fortaleza, despliega ante sus pies una de las vistas más espectaculares de Gipuzkoa.

El coto minero de Arditurri (Oiartzun), situado en el parque natural de Aiako Harria, celebrará por primera vez el 'Día de Arditurri' (próximo domingo). Se ha organizado una jornada de puertas abiertas, que incluye el recorrido de parte de las galerías, cuya antigüedad se remonta 2.000 años atrás.

Los clásicos playeros

Metidos ya en el mar, nos encontramos con destinos clásicos, pero con fuerza pujante. En Getaria se encuentra la 'joya' de la actual temporada turística, el Museo Cristóbal Balenciaga, inaugurado el mes pasado por la reina Doña Sofía, tras una procelosa historia que ha durado una década.

El museo posee todos los ingredientes para convertirse en uno de los iconos del turismo guipuzcoano. El reconocimiento mundial de Balenciaga como un modisto genial atraerá a los admiradores de su obra. Estos no quedarán defraudados. El museo dispone de unas 1.200 piezas y constituye no solo la mayor colección de creaciones de Balenciaga en el mundo, sino la de mayor relevancia tanto por su amplia extensión cronológica como por la calidad de las piezas.

Las cifras hablan por sí solas. Desde su apertura y hasta el jueves pasado, 8.329 personas visitaron las instalaciones. Un buen preámbulo cuando se tiene casi todo el verano por delante.

Otro enclave insoslayable es Hondarribia. Su casco histórico, murallas y baluarte no dejan de sorprender y este año se añade un motivo más para visitarlo: la rehabilitación del arco de Santa María.

Además, el Bidasoa cuenta con numerosos eventos de interés, como el Festival de Blues, la feria Arteando (Ficoba, Irun) o el festival Bidasoa-Folk.

Otro tanto se puede decir de Zarautz, que este año incorpora a su patrimonio la rehabilitación del almacén minero de Mollarri. La reconstrucción de las instalaciones, situadas sobre los acantilados y con unas maravillosas vistas hacia el mar abierto y Getaria, se convierten en lugar de visita obligada para paseantes y, especialmente, para todas aquellas personas interesadas en la arqueología industrial de Gipuzkoa.

Y, finalmente, Donostia. El reclamo indiscutible del turismo guipuzcoano. Una capital que no se duerme en los laureles. El éxito logrado con la Capital Cultural Europea 2016 pone boche de oro a una labor incesante. Baste un solo ejemplo. Cuando parecía que todo estaba inventado, el histórico Museo de San Telmo emerge este verano totalmente renovado y con unos contenidos que lo convierten en la mejor tarjeta de visita para conocer Gipuzkoa.

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