Protagonistas de San Telmo
Trabajan en el museo desde hace más de 20 años. Vivieron el declive y afrontan con ilusión la nueva etapa. Siete veteranos empleados de San Telmo relatan sus recuerdos y hablan del futuro
TERESA FLAÑO
Viernes, 1 de abril 2011, 12:26
Son treinta los trabajadores que se encuentran sumergidos en la vorágine de sacar adelante el nuevo San Telmo, pero los siete protagonistas de este reportaje representan el antes y después. Han vivido en primera línea el declive del museo, han visto cómo se realizaban proyectos que luego quedaban en nada o que dinero destinado para tan prometida rehabilitación se destinaba a otros proyectos... Ahora se encuentran entusiasmados con el San Telmo que mañana se abre al público, sobre todo porque han participado activamente en su diseño. Ana Santo Domingo, Restauradora y coordinadora de la obra
«Es un lujo estar en la recuperación del museo»
Lleva 25 años trabajando en y para el museo como restauradora. «Era venir a un lugar de trabajo momificado. Veníamos con aburrimiento. Restaurábamos piezas para exposiciones en un edificio que no reunía ninguna condición para ello. Era muy frustrante». No se imaginaba que su función iba a cambiar tanto. Durante cinco años ha sido la responsable de que el proyecto arquitectónico contemplara el antiguo edificio de San Telmo como una obra de arte en sí misma «porque es patrimonio cultural» y que fuera «un buen contenedor de exposiciones». También ha seguido de forma muy estricta el aspecto arqueológico porque «estamos en un territorio histórico».
Si se le pide que recuerde un momento especial ese es el del descubrimiento de las pinturas en la bóveda de la iglesia. «Cuando se realizó la anterior restauración de los lienzos de Sert se me puso la mosca detrás de la oreja porque en la bóveda aparecían unas escamas y debajo de ellas había algo gris y ocre. Antes de recuperar la cubierta y consolidar las bóvedas decidimos hacer unas catas. Me subí a una grúa y empecé a raspar con cuidado la pintura de la bóveda. Un portugués manejaba la grúa y estaba esperando, muy aburrido, a que yo terminara. De pronto empezó a gritar: 'Un hombre, un hombre'. Le pedí que me bajara porque yo no tenía perspectiva y comprobé que era el torso del ángel con la esponja y el vinagre».
Otros hallazgos que le han entusiasmado son «la mítica cripta, de la que siempre se había hablado pero no había constancia, y los confesionarios». En resumen, «me lo he pasado bomba. Después de tantos años en esta casa es una satisfacción y un lujo poder participar en el proceso de recuperación y reinvención de un museo. Hemos puesto todo al día». Arantza Barandiaran, Responsable de documentación y catalogación
«Fue un palo cuando el dinero fue a Tabakalera»
Califica de apasionante el trabajo que le ha tocado hacer durante el tiempo que el museo ha permanecido cerrado. Antes era la responsable de los fondos y en su nueva función se ha dedicado, junto con otra compañera, a la adquisición de piezas una vez definida la línea que iba a ser el discurso. «De inicio para nosotras era increíble contar con partidas económicas para comprar obra, poder ir a subastas, visitar colecciones... Ha sido un trabajo bonito, aunque tenía mis miedos porque en treinta años que llevo en la casa no había comprando nada, siempre dependíamos de los donantes. Parece que lo hemos hecho bien». Las piezas que más han costado conseguir son de los artistas Eduardo Zamacois y Anselmo Guinea -«esta última va a ser una sorpresa». También destaca una obra de Etxenagusia de un particular.
Puntualiza que «antes hacíamos un trabajo muy digno, pero teníamos que controlar hasta el papel que gastábamos. Además veíamos que no querían invertir en San Telmo. Fue un palo enorme cuando el dinero que habían habilitado las tres instituciones se desvió a Tabakalera». Ahora está a la espera de ver «cómo funciona Gordailu porque hasta ahora estábamos acostumbrados a tener el almacén al lado de la mesa». Sobre el futuro señala que «el público va a encontrar un museo cercano, que va a entender y que va a mostrar nuestro mundo rural como antes, pero también el urbano con nuevas piezas». Julieta Gasca, Restauradora de madera
«En la inauguración casi me salen las lágrimas»
El año pasado hizo 25 años en la casa «y esto ha sido como un revivir, algo que nunca imaginé. Es fantástico poder participar en un momento tan emocionante. Casi se me saltan las lágrimas el día de la inauguración cuando la gente se acercaba a felicitarme». Califica de trabajo laborioso la restauración de todas las piezas «para el que hemos necesitado la ayuda de muchas personas porque en la casa sólo hay dos restauradoras». También ha participado en la búsqueda y compra de piezas. «En las subastas me he quedado sorprendida de la demanda que hay de algunas piezas que pensaba que solo nos iban a interesar a nosotros. Por ejemplo cestos. Además, hemos contactado con empresas que han hecho donaciones o depósito».
Recuerda los años anteriores al cierre. «El servicio de restauración siempre ha tenido presupuesto para material y podíamos trabajar, aunque no se podían hacer cosas tan elementales como un tratamiento integral antisilófagos, que es lo primero que hay que hacer para la consevación. Ya solo ahí he notado un cambio». Marilis Balenciaga, Responsable del proyecto de Desafíos
«He tenido que cambiar el chip»
Antes del cierre su trabajo se centraba en la biblioteca. Durante las obras ha participado en la elaboración de los contenidos de la colección permanente y en los últimos meses se ha dedicado a la preparación del proyecto de Desafíos, concretamente de los contenidos que van a la mesa interactiva que hay en la iglesia y de impulsar actividades relacionadas con este apartado. «Es un trabajo bastante intangible y buscamos cosas que se presten al análisis y al debate. Puede que sea la parte que el público relacione menos con un museo tradicional, pero una equipación así no solo tiene una función patrimonial sino también cultural. Tiene mucho que ver con la definición de Sociedad y Ciudadanía».
Se declara encantada «de cambiar el chip después de 22 años trabajando en un museo clásico. Pensábamos que nunca iba a llegar la renovación y ahora vemos que ha quedado muy bien». Miguel Ángel Gil, Encargado del personal subalterno
«Un cotillón en el museo es lo peor que he visto»
Con 33 años en el Museo San Telmo es el más veterano de la plantilla, aunque su vinculación viene de antes porque su padre también trabajó ahí y lo visitaba siendo un crío. «Lo que habré conocido yo aquí». Testigo directo del deterioro «y de la evolución a mejor de ahora». Recuerda la etapa anterior como «una época desangelada, el público casi no venía y eso repercutía en el ánimo de todos los que teníamos que estar a diario al pie del cañón». Asegura que le ha tocado ver de todo y entre los mejores recuerdos se encuentran «exposiciones muy buenas como las de La Caixa, Atarian -que era muy sencilla, pero muy bonita-, también de muestras de artistas como Montes Iturrioz, Irene Lafitte o Remigio Mendiburu. Me gustaba verlas para luego poder atender bien a la gente, porque siempre había algún despistado que preguntaba». Afirma que ha visto de todo en el museo «desfile de modas, entrega de premios de campeonatos de mus e incluso un cotillón de Nochevieja. Eso fue lo peor».
No pensaba que iba a llegar el día en que se inaugurara el nuevo museo «que me encanta con las dos partes, la antigua y la moderna. La incógnita está en si la gente va a querer pagar por verlo». Maria Jesús Etxeberria, Administrativa
«Ya han llamado para comprar entradas»
En los 30 años que lleva trabajando en el museo ha visto a cuatro personas diferentes sentadas en la mesa de director de San Telmo y ha vivido momentos muy buenos y «palos gordos como cuando nos enteramos que el dinero se iba a Tabakalera». Hasta que «no se adjudicó la obra no me creí que esta vez iba en serio». No le gusta hablar mucho ante la grabadora, pero sí dice que hay cosas sencillas de los últimos días que le han hecho ilusión «como esta mañana (el miércoles) cuando una de las primeras llamadas, a las nueve, ha sido de una persona preguntando si ya estaban a la venta las entradas porque quería hacer un regalo». Carmen Garmendia, Responsable de las exposiciones temporales
«Las temporales van a responder al museo»
Entró a trabajar en el museo en el año 88 con la exposición sobre la fundación de San Sebastián y ahora ya comienza a idear cómo será la que en 2013 recuerde la quema de la ciudad. «Siempre me he dedicado a las exposiciones temporales tengo muy buen recuerdo de la que hicimos con Remigio Mendiburu. Durante la reorganización también he colaborado en la permanente, concretamente en Bellas Artes».
Ya tiene en marcha «los tres primeros años de funcionamiento del museo, aunque no puedo adelantar nada. Hasta diciembre se van a inaugurar tres que responden al giro del museo en temas de patrimonio y sociedad. '6 millones de otros' habla de la sociedad actual, la dedicada a Fellini, durante el Zinemaldia, mostrará la vinculación con los actos de la ciudad y la de los escultores a partir de los años 80 mirará a la colección permanente».