El Cuarteto Tokyo, que se considera «una familia», se estrena en Donostia
El Teatro Victoria Eugenia recibe hoy a la legendaria agrupación con música de Schubert, Mozart y Schumann. Es la gran cita de música de cámara del festival
MARÍA JOSÉ CANO
Domingo, 29 de agosto 2010, 05:16
Cuarenta años de vida, otras tantas grabaciones discográficas y más de cien conciertos anuales avalan la larga y fructífera carrera del Cuarteto Tokyo, creado en la Julliard School of Music de Nueva York en 1969. El conjunto de cuerda, del que únicamente queda el viola Kazuhide Isomura de la formación originaria, llega hoy por primera vez en su historia al Victoria Eugenia en la que, sin duda, es la gran cita de esta edición con la música de cámara más pura.
El conjunto está formado en la actualidad por dos japoneses, un canadiense y un inglés. El viola Kazukide Isomura recuerda los comienzos. «Los miembros originales del cuarteto éramos todos estudiantes de la Julliard. Formamos el grupo porque queríamos trabajar el repertorio de cuarteto de cuerda y formar un conjunto estable. Estábamos fascinados con la grandeza de la literatura que existe para esta formación. Además, era el momento de que Japón tuviera un cuarteto de calidad a nivel mundial. Entonces no teníamos un objetivo específico, pero sí el sueño de dedicarnos a esto. Sabíamos que íbamos a tener que emplear muchos años para poder conseguirlo, pero teníamos muy claro que queríamos que fuera para el resto de nuestra vida», explica Isomura.
Tres nacionalidades
El resultado, más de cuarenta años después, es uno de los grupos más sólidos del panorama internacional, aunque, claro está, con cambios entre sus componentes. Cada uno de los actuales miembros del cuarteto entró en un momento diferente. El segundo violín, también japonés, Kikuei Ikeda, se incorporó en 1974, cinco años después de haber fundado el grupo. «Cuando me llamaron para formar parte de él, fue un orgullo, porque este cuarteto era, de alguna forma, un logro de mi país», destaca.
El violoncellista británico Clive Greensmith fue el siguiente en incorporarse, pero más de veinte años después, en 1999. «Me recomendaron, me hicieron una prueba, me aceptaron y me mudé a vivir a Nueva York», destaca con orgullo. Fue el primer músico no japonés del grupo. El más veterano, Isomura, explica la razón: «En los primeros veinte años, todos los componentes del Tokyo éramos japoneses, pero luego nuestra mentalidad se volvió más cosmopolita». El último en incorporarse al conjunto fue el canadiense Martin Beaver, como primer violín, en 2002. «Yo tocaba como solista, hacía música de cámara y trabajaba como profesor en el Conservatorio de Baltimore. Me enteré de que estaban buscando un primer violín y me incorporé al grupo hace ocho años».
En la manera de funcionar del Cuarteto Tokyo tiene mucho que ver, sin duda, su concepción de la música de cámara. Para el segundo violín, Kikuei Ikeda, «lo más importantes es la comunicación y la claridad de ésta. Podemos ser todos japoneses, comer lo mismo y hablar el mismo idioma, pero aún así, pueden surgir problemas. Por eso, es imprescindible hablar entre nosotros. Somos como una familia en la que hay que poder hablar para resolver los posibles problemas que surjan». La importancia de la comunicación es algo que comparte el legendario viola japonés. «No hay que olvidar que el cuarteto es un diálogo entre cuatro instrumentos en total comunicación».
Amplio repertorio
La belleza y variedad de repertorio que existe para la formación de cuarteto de cuerda y la capacidad del grupo de interpretarlo es, según el violoncellista británico, otro de los grandes alicientes de trabajar en este grupo. «Es importante que todos estemos conectados, pero también focalizar el estilo de cada una de las obras que tocamos en un concierto, es decir, que no suene todo igual. Y si algo no ha cambiado en el Cuarteto Tokyo es la claridad de nuestro papel: servir de vehículo para que la música salga».
Greensmith añade que «el programa que ofrecemos hoy es un verdadero reto. Interpretamos una obra de un joven Schubert -el 'Cuarteto en mi bemol mayor, D87'- y a continuación un Mozart en el último periodo de su vida. Estos cambios de carácter exigen una gran concentación y un control instrumental enorme». Sus compañeros comparten con él la dificultad de la obra de Mozart. «Su 'Cuarteto en re mayor K575' parece muy simple, pero es de una gran complejidad. Y es que cada obra de Mozart es un mundo en sí misma», añade. El 'Cuarteto en la mayor, op. 41, nº 3' de Schumann, «una obra muy romántica, compuesta en un momento en que el autor escuchaba mucho a Bach y Beethoven», completa su concierto.