«Levanté la cabeza y vi el camión, todo ocurrió en décimas de segundo»
Uno de los profesores que viajaban el viernes en el autobús accidentado en Palencia recuerda su experiencia
JAVIER GUILLENEA
Domingo, 2 de mayo 2010, 13:09
Décimas de segundo es el tiempo que tarda la vida de una persona en cambiar por completo o estar a punto de hacerlo. Es el tiempo hipotético que vivieron el viernes los 41 universitarios de la UPV que viajaban en el autobús que chocó contra un camión en la localidad palentina de Torquemada.
Son cuatro profesores y 37 estudiantes de la Escuela Superior de Arquitectura del campus de San Sebastián, además del chófer. Todos ellos se hallaban dentro del autocar que a las 11.30 horas de un mal día quedó detenido en el kilómetro 65 de una autovía.
Los profesores ocupaban los primeros asientos. A esas horas, y mientras se acercaban a Valladolid, donde pensaban realizar un trabajo de campo, despistaban al tiempo viendo la película 'Edmond', de Stuart Gordon, o tratando de dormir. Muchos de los pasajeros dormían cuando uno de los profesores que viajaban detrás del conductor dio un grito de alarma. Había alzado amodorrado la cabeza cuando los ojos se le abrieron de par en par. Comenzó entonces una fatal cuenta atrás; el breve instante que a veces puede cambiar la vida de una persona.
«Levanté la cabeza y vi un camión muy cerca, el chófer comenzó a frenar y dio un giro, pero el autobús golpeó contra el camión», recuerda el profesor. Habían chocado contra un vehículo de transporte de matrícula checa cargado con productos alimentarios.
El autocar no se detuvo. Pese a que el conductor intentaba frenar desesperadamente, siguió desplazándose y colisionó contra un camión portacoches. Fue una gran mala suerte, el lateral derecho del autobús golpeó de lleno contra la plataforma del camión, reforzada para soportar el peso de los vehículos que transporta, lo que agravó las consecuencias del impacto.
«Fueron décimas de segundo», explica el profesor. Desde que había dado el grito de alerta no había podido hacer mucho más. Solo esperar el golpe con los ojos abiertos. «Ves luego que los cristales se te caen encima, te palpas para ver si estás bien o si te falta algo hasta que compruebas que no te ocurre nada».
Retraso
El tiempo que parecía detenido comienza de nuevo a caminar y es entonces cuando la tragedia hace acto de presencia. Los dos profesores que ocupaban los asientos de la derecha habían quedado atrapados entre los hierros destrozados del autobús. «Gritaban pidiendo auxilio, es lo único que puedo decir», explica su compañero, que se lamenta de lo que tardaron en llegar los equipos sanitarios. «Apareció primero la Guardia Civil, después los bomberos y al final las ambulancias», se queja.
El autobús se detuvo tras el golpe y, pese a la conmoción y al olor a gasolina que a más de a uno le hizo temer una explosión, los estudiantes, algunos de ellos magullados, mantuvieron la calma. Salieron por la única puerta disponible o por las ventanillas, cuyos cristales rompieron con los martillos de emergencia. «Se portaron muy bien», afirma el profesor». Sus décimas de segundo habían pasado de largo.