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De agujerito a gran cavidad. El año pasado, la nueva entrada de Praileaitz era un agujero del tamaño de una cabeza humana. Tras retirar los sedimentos, ahora el aspecto es muy diferente.

Otros magos de la paleta

Los arqueólogos de Aranzadi trabajarán este verano en yacimientos de épocas muy diferentes

FELIX IBARGUTXI

Sábado, 25 de julio 2015, 11:25

Verano es la gran época de excavaciones arqueológicas. Se aprovecha el clima benigno y la disponibilidad de los estudiantes y otros posibles voluntarios. La sociedad de ciencias Aranzadi acometerá trabajos en muchos lugares.

Cuatro meses en Praileaitz. La campaña de este año en Praileaitz (Deba) va a ser larga, de cuatro meses, merced a la decisión de la Diputación saliente. Echó a andar a comienzos de junio y ya hay un resultado evidente: tras retirar una gran cantidad de sedimentos, se puede ver lo que era la entrada a la cavidad por la que circulaban los hombres y mujeres neanderthales. El director de los trabajos, Xabier Peñalver, ya sospechaba que tenía que haber otra entrada, más antigua, y el año pasado se avistó: no pasaba de ser un pequeño agujero del tamaño de una cabeza humana. A base de gritar desde el interior y escuchar desde el exterior, se dio con ese agujero, que estaba semitapado por hojarasca y helechos.

«Hemos retirado muchos materiales. Cribamos la tierra y la llevamos lejos. Ha sido dificultoso. Intuimos que la nueva entrada iba a resultar tan grande como la anterior. Ya han empezado a aparecer los primeros restos de animales. Creemos que nos encontraremos con niveles del paleolítico Superior e incluso del neanderthal», declara Xabier Peñalver, la persona que hace unos años se topó allí con los famosos colgantes de piedra negra.

Peñalver recuerda que «esta nueva cavidad obliga a repensar la protección de la zona. Las voladuras de la cantera siguen, la Diputación pidió al Gobierno Vasco el pasado año pasar de los 50 metros de protección a los 100, pero Lakua no ha respondido aún».

Lezetxiki: viaje en el tiempo. La cavidad de Arrasate es una de las clásicas en la historia de la arqueología vasca, porque allí se encontró el hueso humano más antiguo de todo el País Vasco, el húmero de una persona de la especie Homo heidelbergensis, de al menos 164.000 años de antigüedad, casi tan antigua como los primigenios pobladores de Atapuerca. Excavada por primera vez entre 1956 y 1968 por José Miguel Barandiaran, desde 1996 es Álvaro Arrizabalaga quien dirige los trabajos en el yacimiento. Este arqueólogo oñatiarra, profesor de la UPV/EHU, ha visto aparecer, en una de las campañas, tres ejemplares de Ursus Denengeri, un tipo de oso del Paleolítico Inferior que desapareció hace 10.000 años y que es anterior al oso cavernario o Ursus Spelaeus.

Arrizabalaga no quiere desvelar los resultados de esta última campaña, que está a punto de acabar, porque ofrecerá datos en rueda de prensa este mismo lunes, pero adelanta que «habrá alguna sorpresa». El arqueólogo cree que, «hacia abajo, la cavidad está en las últimas, pero hacia los laterales va a dar todavía mucho juego».

¿A qué época corresponde el nivel en el que Arrizabalaga y sus ayudantes han trabajado desde el pasado 6 de julio? «Calculamos que estamos en un estrato correspondiente a unos 200.000 años. Pero para hablar con seguridad tenemos que esperar a unas dataciones que nos llegarán desde Australia».

Mucha acidez en Jaizkibel, María José Iriarte va a seguir con las prospecciones en la zona de Jaizkibel. «Este año, hemos conseguido un aumento en las ayudas del Ayuntamiento de Hondarribia y de Diputación, y haremos prospecciones y algunos sondeos. Llevamos trabajando ahí desde el 2000 y sabemos que en el periodo de los últimos cazadores-recolectores, el Calcolítico -hace entre 5.000 y 10.000 años- hay bastante ocupación humana. No es de extrañar, porque ese territorio está habitado desde el Paleolítico Inferior, al ser una zona de paso hacia la península ibérica», comenta esta arqueóloga de Aranzadi e Ikerbasque.

Lo más espectacular fue el hallazgo, en 2003, de un enterramiento humano en un conchero, es decir, en un lugar en el que se arrojaban las conchas de los moluscos que comían las personas, conchas que aparecen mezcladas con la tierra bajo la cual se hallaban los restos humanos. Las más abundantes eran las de lapa, y posibilitaron que los restos óseos llegaran hasta nuestros días, pues la tierra de Jaizkibel es muy ácida y no permite que los huesos enterrados perduren durante mucho tiempo. La salinidad de las conchas anuló esa acidez. Parte del esqueleto se desintegró, no así los huesos en contacto con las conchas.

El contexto de inhumaciones humanas individuales en conchero resulta bien conocido en toda la fachada atlántica europea, desde la desembocadura del río Tajo, en Portugal, hasta Dinamarca, tanto en poblaciones mesolíticas como del inicio del Neolítico.

Este paisaje de Jaizkibel ha variado mucho. «Hubo épocas en las que la cota el mar estaba mucho más alta, 40 metros más alta. Y hace 20.000 años difícilmente se veía el mar desde Jaizkibel, estaría a unos diez kilómetros de distancia, y claro, la desembocadura del Bidasoa también estaría a diez kilómetros más adelante».

San Adrián, una sorpresa. Otro clásico de de la arqueología guipuzcoana es este túnel natural de la sierra de Aizkorri. La excavación se desarrollará en la primera quincena de agosto. La primera campaña fue la de verano de 2008, y pocos se atreverían a decir que con el paso de los años se descubrirían también restos el Paleolítico, de unos 12.000 años de antigüedad. Llama la atención que ese túnel, situado a mil metros de altitud, estuviera habitado a finales de la última glaciación.

La nueva campaña, como las anteriores, estará dirigida por Alfredo Moraza, Manu Ceberio y Jesús Tapia.

Erroizpe da frutos. El arqueólogo Manu Ceberio ha trabajado esta semana en la zona de Arburuko Harkaitza, en el monte Erroizpe, del municipio de Gaztelu. Ha realizado varias catas, buscando restos de épocas prehistóricas e históricas. «En este cordal, que se denomina Erroizpe-Uli, no se conocía ningún resto, pero hace unos años comenzamos a rastrearlo, porque era sitio propicio, y han aparecido cosas. El año pasado, una cista en la cima del monte Erroizpe, de la Edad de Bronce. Se trata de un monumento funerario de tamaño más bien pequeño. Ahora hemos visto unos túmulos pequeños, los hemos excavado y pueden ser del siglo V o VI de nuestra era», ha declarado Ceberio.

Gran concentración. Otra excavación en la que está inmerso Ceberio es la de Txoritokieta (Errenteria), en el paraje llamado Berrozpin. «Hace pocos años encontramos un dolmen, y ahora otro. En la zona no se apreciaba nada, y han aparecido estos megalitos pese a que estaba muy pateada. Fue sorprendente, allí en el centro de la campa...». Según Ceberio, Txoritokieta puede ser la mayor concentración de monumentos en un área pequeña.

Zona de Karakate. El ente comarcal Debegesa (Sociedad para el Desarrollo de Debabarrena) financiará también este año las catas previstas en la zona del monte Karakate. El año pasado se llevó a cabo una obra muy llamativa, la puesta en pie del menhir de Arribiribilleta.

El equipo se propone encontrar posibles emplazamientos de los constructores de los monumentos megalíticos. «Eso va a ser más difícil de ver que los monumentos, pero lo intentaremos», dice Ceberio.

Amaiur, Larunbe y calzadas. Juantxo Agirre Mauleon, el secretario general de la sociedad de ciencias Aranzadi, estará ocupado este verano. A partir del 3 de agosto dirigirá la décima campaña del castillo de Amaiur, que ya se ha musealizado y tiene accesos para todos los públicos. «El objetivo es localizar el cubo mayor, construido entre 1512 y 1521 por los conquistadores, para usarlo como plataforma cañonera. Así podremos recrear el aspecto que tendría el castillo cuando se produjo la última batalla, en 1522», comenta Agirre Mauleon.

También coordinará los trabajos en el monasterio de San Gregorio, en el monte Arriaundi, del pueblo de Larunbe, cercano a Irurtzun. Es una edificación del siglo XI, coetánea de San Miguel de Aralar. Y seguirá con las investigaciones en torno a la calzada romana que unía Aoiz y el Sumo Pirineo, hasta Valcarlos, que a su vez era parte de gran vía Astorga-Burdeos.

En los últimos años han aparecido hasta cuatro miliarios en este tramo navarro. Se trata de piedras de grandes dimensiones con loas a los emperadores, que se instalaban al borde de la calzada.

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