Hacia el territorio de la esperanza
300 enfermos y 500 voluntarios guipuzcoanos, que no buscan milagros, pusieron ayer rumbo a Lourdes ilusionados por vivir una experiencia única
LIDE AGUIRRE
Sábado, 23 de mayo 2009, 04:31
DV. Algo tiene el Santuario de Lourdes que aquel que va a visitarlo no quiere más milagro que poder volver. Con las mismas enfermedades o minusvalías, pero repetir peregrinación al lugar donde la Iglesia reconoce que el 11 de febrero de 1858 una joven pastora llamada Bernardette vio a la Virgen por primera vez.
Así lo explican los peregrinos guipuzcoanos que ayer partieron a este enclave francés de la mano de la Hospitalidad de Lourdes de San Sebastián. Confiesan ser «verdaderos adictos a este peregrinaje». ¿El motivo? La experiencia «de genuina solidaridad, el cariño y la paz» que impera en este rincón pirenaico es «única». Lo contaban Javi y José Ignacio, sin parar de charlar y bromear con Miguel Ángel, quien, en su silla de ruedas, apenas podía reprimir la emoción por el viaje de cuatro días que iba a emprender con sus dos amigos, cuidadores voluntarios. Tanto Miguel Ángel como otros 300 enfermos pueden visitar a la Virgen cada año gracias a los 500 voluntarios que les acompañan y que no dejan que les falte de nada. Y, ¿ocurre algo allí?: «Cuando entras en la gruta de la Virgen -responde tímidamente Javi- sientes que ella está detrás. Allí dentro hay algo».
Manolo, también voluntario, explica que durante los cuatro días que vives en Lourdes «sólo eres para los demás y la paz y el bienestar que esto te produce te renueva por dentro». Sin embargo, Manolo no puede contener las lágrimas al tratar de plasmar con un ejemplo el alma del lugar y recordar la expresión de una mujer que al bajar del tren le pidió que sujetara a un niño enfermo de dos años. «Que su rostro expresara esa gratitud y cariño a pesar de todo... El mundo y el corazón se detienen en uno. Es lo que tiene Lourdes, por encima de los dramas impera una intensa gratitud».
También recibió un fuerte impacto la hermana de Marisol, quien, de hecho, «cayó redonda al suelo en un desmayo cuando vio a las personas que acudían a la gruta». Pero aquello ocurrió en otros tiempos, cuando «la resistencia francesa de la Segunda Guerra Mundial acudió al santuario repleta de mutilados. Se llevó un choque brutal...», relata esta donostiarra que pedirá a la Virgen por un familiar muy enfermo. «Al menos para que, si no va a vivir, cese su agonía», cuenta con tristeza.
Miren es una veterana: 35 años visitando a la Virgen desde que así se lo prometió tras una dolencia que sanó. «Para ir no necesitas ser creyente. Lourdes también es la calma del lugar, el sonido del río Gave atravesando el santuario por la noche, el silencio... Y la paz. Sobre todo, la paz».